9 de abril de 2005, una fecha que no quedará inmortalizada, al menos para algunos. Por el glamour que generaba la Copa Libertadores, segunda en la historia del Cervecero. Se le cantaba al San Pablo, recuerdo. La cabeza allá, en copar el continente, adiós a los torneos de cabotaje. Hablábamos de eso, delirábamos y creímos. Gustavo Alfaro trocó sus pensamientos, aquellos que hablaban de la Copa como un bonus track, como algo que hay que jugarlo.
«El campeonato eS lo nuestro», dijo. Y se contradijo, claro. Por que aquel 9
de abril, a ese Instituto se le ganaba con el equipo Clase B. Es cierto, recuerdo, había 41 jugadores en el plantel. Ay. Pero no, Nicolás Castro clavó, Quilmes le dio crédito a Pablo Bastianini para renovar su vínculo con el club. Se sacó la sortija. La Bestia, el de los goles importantes, sólo descontó. Aquél 1-2, con el debut de Barinaga (como le cagaron la vida), con Peñalba, Markic (inactividad importante), Avendaño (¿?), Vitamina Sánchez.
En fin, a los titulares se los guardó para la Libertadores. ¿Y el campeonato? ¿Y los juveniles? Aquellos que iban a tener rodaje tras la excelente campaña de los 60 puntos (ahora si, gracias Alfaro). ¿Por qué marco este partido? Hasta la mencionada fecha, Quilmes había cosechado 13 unidades y estaba a tres de los punteros, y habiendo perdido 2-1 en Santa Fe ante Colón (gol importante de Bastianini, claro) y 0-1 frente a Central.
Entonces, con ese panorama, sin pensar en campeonar pero si en cerrar un buen torneo, Quilmes subestimo al rival y a su historia. Desde allí, tres derrotas consecutivas y estrepitosas (0-4 frente River, 1-4 con Estudiantes y 1-2 con Arsenal). Desde la 8va hasta la 19na con Humberto Zuccarelli en el banco en los últimos cinco encuentros, tras la convulsionada renuncia de Gustavo Alfaro en el vestuario de Almagro tras perder 2-0, y un supuesto pre contrato firmado con San Lorenzo, Quilmes sólo cosechó 7 puntos. La lectura minuciosa me lleva a pensar en que ese era el momento del proyecto ambicioso de jugadores de inferiores, de engordar al plantel con sangre genuina y por ende engrosar las arcas del club, no destruirlas con cheques a jugajubilados, con pensión en Guido y Paz. Y lo peor vino después, se sabe.
La desilusión es más grande que el descenso, pero ya es tarde. Eso de los relojes atrasados, es una marca registrada. Y por eso no hay que pedir por los pibes ahora. Ya. Es salir a quemarlos. Se necesita de un proceso, de soluciones que vayan al hueso. Pero hay material, debemos creerlo. Porque aquel día, García y Medina la rompían en Reserva, pero no los vimos. Porque Iván Islas probaba como lateral derecho y rendía, pero lo volaron de un plumazo. Porque a Barinaga lo incendiaron en 30 minutos. Y creímos que los de afuera no eran de palo. Porque a alguien se le ocurrió prender el ventilador de que los juveniles en Quilmes no sirven. ¿Negociados?
El hoy. Sin un proyecto de ambición seria, sin encuentros de Reserva oficiales, por los puntos, sin poder pensar en llevar a fuego lento a una camada de inferiores, el panorama es más desalentador que hace dos años. Por eso se entiende la llegada de Marcelo Pontiroli, 83 partidos en Quilmes, 54 consecutivos, previos a una gripe que ante Vélez no le permitió jugar, dejándole su lugar a Leandro Evangelisti. Y se busca entonces armar una columna vertebral de experiencia, con rodaje. Y en ese plan, a simple vista, los únicos canteranos que entran son Jorge Medina y Esteban García.
Perfecto. Y el famoso número 9 en cuanto a refuerzos se refiere, será difícil que se cumpla. Ojo, Alberto Fanessi no va renunciar por más que sus palabras no se hayan cumplido. Si en Quilmes la palabra carece de contenido.
Vuela por el aire, como nuestras ilusiones. Y ya se habla de una parva de
jugadores Clase B para engrosar el plantel. ¿Otra vez? Aquellos que dicen que la historias se repiten, me niego a creerlo, pero es cierto. Y pienso en el trabajo a futuro de Pancho Martínez. ¿Alguna vez lo escucharemos? Sin dudas, dejará un legado que no será reconocido. Pero hay material de sobra, solo se necesita de mentes que proyectos serios, de no subestimar a los rivales, de esquivar la historia, de pensar que las emergencias pueden ser resueltas con trabajos a largo plazo, pero sin soltarle la mano. Ahora, si no creemos en proyectos apegados a emprendimientos de grandeza, la historia volverá a repetirse. Y aquellos de afuera, se devorarán a los de adentro. Y el proceso cíclico comenzará nuevamente. Y allá lejos estarán penando Juan Olivares, Diego Sequeira, Jonatan Hansen, Julio Salva, Gerardo Ortiz, Azcurra, Diego García, Pedro Cardona, Lucas Rivero, Matías Quintana, Enzo Kalinzki. No hay nada peor que ver sufrir a un pibe.
Fede Doval