Tragate el humo

VIDEO DE LOS GOLES

Y un día volvió. Tras serle esquiva durante 16 meses, la titularidad regresó para tocarle la puerta del nido. El impresentable Alberto Luis Pascutti le cortó las alas. Lo peor que podía haber hecho. Le cerró el pico, y él, fiel a su sangre Cervecera, se las ingenió para hablar en el verde césped, donde mejor sabe expresarse. El peor director técnico que tuvo la institución en los últimos años, tratando de salvarse el pellejo, lo tiró en medio del bombardeo tucumano en aquella tarde de noviembre. Sergio Fabián Marclay, aún excedido de peso, le puso el muslo a un centro desde la izquierda. Había vuelto a gritar con la camiseta Azul y Blanca, en su casa y ante su gente. Luego desapareció, lo maltrataron dirigentes y cuerpo técnico. Pero todo se regenera, y esas alas que un día fueron esquiladas, volvieron a darle vuelo. De la mano de José María Bianco, aquel muchacho de 27 años que debió entrenarse en soledad, que fue bajado de la pretemporada, volvió a tomar protagonismo. El Chaucha lo respaldó y el Pájaro no defraudó a su público. Una tarde inolvidable. Inolvidable porque este plantel, con toda su mediocridad, no llega a tapar la superlativa actuación de Sergio, quien, con tres tantos, se convirtió en el segundo goleador del equipo. El premio a nunca bajar los brazos. Para Marclay, en su interior, queda la grandeza de haber demostrado en el rectángulo de juego. No como hizo el otro, que vivía desgastando los micrófonos para finalmente trabajar diez minutos por semana. Este partido lo ganó Quilmes, y por goleada. Para Pascutti que lo mira por TV.

Inevitablemente hay que caerle al, por suerte, ex entrenador. Parió un equipo insulso, amorfo, sin líderes. Lo que sembró, a casi dos meses de su renuncia, se sigue cosechando. Miserias, miserias y más miserias. El Cervecero fue programado para improvisar y para apostar a la fortuna, creyendo que el camino correcto era triunfar desde la verborragia, desde el endulzamiento barato. Un papelón que sobrevino con resultados lógicos, que concordaron con la pésima gestación. Como si esto fuese poco, los errores dirigenciales colaboraron con la causa. Sin perder tiempo, cambiaron un Fiat 600 por otro Fiat 600. Buscaron tunearlo, pero claro, en el fondo sigue siguió el mismo carro viejo. Bianco, en estos cuatro partidos, aportó confusión y un futuro, para la próxima temporada (si es que sigue), negro como el agujero que dejó su antecesor. Pasan los años y en Quilmes todo sigue de mal en peor. ¿Cuándo se le va a dar al hincha el club que se merece?

Resultaba difícil establecer que equipo llegaba peor. Quilmes, con deudas y falencias por todos lados, en los últimos puestos de la tabla y con un plantel tragicómico, que evitó concentrar en forma de protesta. Unión presentaba un panorama similar: robos en las viviendas de algunos jugadores, atrasos en los haberes, rescisión de contrato para Nicolás Diez y Sebastián Arrieta, renuncia del presidente e internas en la barra. A pesar del contexto desolador, un aceptable número de simpatizantes se hizo presente en el Centenario para respaldar al QAC. Sólo tiraba la camiseta. Los fieles le rindieron culto a ella y volvieron a decir presente.

Esquemas idénticos para ambos conjuntos. Bianco y Ariel Catinot, entrenador visitante, pararon un 4-4-2 cauteloso, pensando más en cuidar el cero que en el arco rival. Por el lado Decano, resaltó la presencia de Diego Sequeira en el banco de suplentes después de un largo tiempo de ausencia por supuestos actos de indisciplina dentro y fuera del vestuario. Unión se paró adelante e intentó triangular. En el primer avance de la tarde, Quilmes, como hizo a lo largo de todo el campeonato, jugó sus fichas al pelotazo.

El uruguayo Andrés Aparicio, como abanderado, se sacó de encima la pelota y revoleó desde 50 metros. El Pájaro, casi chocándose con Juan José Morales, tomó el esférico, avanzó, se acomodó y sacó un disparo alto que no encontró respuesta en las manos del arquero Luís Ojeda. Al minuto de juego, el Cervecero, con una ventaja que lo debería haber tranquilizado, se obnubiló como siempre y empezó a ceder terreno. El Chaucha pedía salir jugando desde el fondo y por los costados, pero sus intenciones se frustraron debido a las dificultades cotidianas de Mauricio Almada y a la poca participación de Sebastián Luna. En el medio, Nelson González, que arrancó por la izquierda, y Juan Olivares, quien cubrió la banda opuesta, intercambiaban las posiciones para aprovechar los claros.

Los santafesinos no se amedrentaron y la respuesta del dueño de casa fue pasiva. Quilmes marcó mal, dejando espacios que pagó caro: Martín Zapata, a los 6´, recibió en la medialuna y controló de aire con la derecha, se sacó de encima la endeble marca de Juan Manuel Herbella y, una vez dentro del área, definió de zurda abajo ante el cierre desesperado de Ramiro Fassi. El Tatengue, en la zona de volantes, distribuía con criterio y metía toques rápidos y precisos. En una maniobra de ese estilo, a Alexis Fernández se le fue larga y trabó fuerte con González. Mauro Giannini, árbitro del cotejo, juzgó desmedida la entrada y optó por expulsar al infractor. Otra vez el panorama se presentaba alentador, pero…

Enésima distracción en el fondo. César Pereyra se filtró a espaldas de Almada, tocó al arco y Herbella, rápido para cortar, evitó el gol. El cuero volvió hacia la posición del Picante y el ex Independiente, de primera, disparó paralelo a la línea de meta. Fernando Márquez, por el segundo palo, rozó una pelota que traía mucha velocidad y no pudo concretar. Si, con superioridad numérica, Quilmes padecía igual. Para colmo, a Marclay le anularon un gol por posición adelantada.
El descanso debía poner la cabeza fría para idear la estrategia en pos del triunfo. Si estuviésemos hablando en términos matemáticos, diríamos que el factor común en el Cervecero es la incapacidad para capitalizar entornos auspiciosos, es decir, cuando hay más factores favorables que desfavorables. Pasó ante Atlético Rafaela, Independiente Rivadavia, Almagro, etc. El partido que se estaba disputando, tuvo un final conocido.

Bianco metió mano: pasó a un 3-4-1-2. Para emplear ese esquema, consideró necesario poner a Roberto Tucker en lugar de Almada y así defender con tres marcadores centrales. Cambio raro teniendo en cuenta las necesidades. Luna se pasó al medio y Olivares tomó la posta como enganche. Sin conformarse con el andamiaje, el DT quilmeño sacó a Aparicio y mandó a Jorge Medina (¿creerá que el Tato es enganche?). Otra variante difícil de explicar. A Quilmes le faltaba generar juego, y desperdiciar dos cambios con jugadores defensivos parecía demasiado poco para un equipo que tenia la obligación de ganar. El hombre de más no se notó nunca, a pesar del nuevo tanto.

A los 15´, González armó una buena jugada sobre la izquierda, se sacó en encima la marca de un defensor y volcó el juego hacia el medio del área. Marclay paró de derecha, enganchó y disparó de zurda para ampliar su cuenta personal. El cielo se despejaba y se percibía un Quilmes dominador; nada se cristalizó en la realidad. Bianco, quien dispuso la entrada de Diego García por Olivares, hizo retroceder a sus jugadores. Volvió a mutar el dibujo y, en vez de buscar el tercero, le regaló la pelota a Unión. 4-4-1-1 con García como carrilero derecho y Marclay atrás de Morales. Fassi, que sufrió una lesión, pasó adelante y el QAC jugó con casi un jugador menos.

Tanto retrocedió el elenco anfitrión que en los minutos finales se sufrió más de la cuenta. Cuando se disputaba el tiempo adicional, una falta desde la izquierda puso las cosas como al principio. La ejecución fue al segundo poste y los errores de siempre no se ausentaron. Federico Broin bajó la pelota con facilidad. Herbella, con mucha inocencia, dudo en el despeje y fue anticipado por un futbolista visitante que, tirándose al piso, descargó para la aparición de Jorge Torres, quien clavó un zurdazo certero. Festejo alocado de la delegación y sabor dulce por no haber perdido. Quilmes se fue con toda la frustración encima, la misma que lo acompaño desde que se midió con Platense en Vicente López. Ah… Un acertijo para “amenizar”: ¿Saben quién fue el muchacho que perdió arriba con Broin? Si, Roberto Tucker.

Con otra tarde que va al rincón de los lamentos, caben algunas cuestiones que dan cuenta de lo que nos toca presenciar. Que Almada juegue profesionalmente al fútbol es digno de “Argentina, país generoso”; que el técnico lo ponga es mucho peor. Aparicio hizo méritos suficientes como para dejar de participar. Encima es referente del plantel, ahí nos damos cuenta de lo mal que está el club. Lo de Olivares es un caso aparte: además de jugar siempre mal, tiene severos problemas para hundir el pie en la pelota para que ésta se eleve. Todos los envíos son deficientes. Inadmisible para un jugador que vive de esto. ¿Algo más de Juancito? Si. Aunque usted no lo crea, ¡!!!!SE RETIRÓ APLAUDIDO!!!!! ¿Qué mira la gente? Sólo alguno que aplaudió puede explicarlo. Morales está pintado totalmente, ya ni molesta a los rivales. ¿Fassi? Mucha personalidad pero agua en su función defensiva. Bien por Matías Giordano.

Párrafo dedicado a Tucker. Alguien inteligente debería enseñarle a marcar ya que comete horrores estrepitosos que son propios de un chico de cinco años. Perdió la marca de Echeverría, después a Páez y ahora al ignoto Broin. Para peor, ni siquiera saltó. La falta de criterio de este “defensor” es llamativa. Candidatazo a irse del club, no brindó garantías en ningún momento.

Quilmes juega cada día peor. Bianco demuestra que es un entrenador capacitado para dirigir un equipo sin aspiraciones, y el nuestro debe ser protagonista siempre. Sin nada con que ilusionarse, da la impresión de que este equipo nos va a seguir dando tristezas. Y este entrenador, un colchón considerable para continuar en el ascenso varios años más.

FOTO WWW.QUILMESDEPORTIVO.COM.AR

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