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Pareciera que la victoria en Mar del Plata aplacó los ánimos de un público que delira al ritmo del cuentagotas. Mientras se intenta maquillar el deplorable presente con diversas tonalidades y se vende el triunfo como “un gran partido” en el cual hubo “rendimientos muy altos”, el Quilmes Atlético Club, solitario, indefenso y alejado del paraíso, va camino a repetir la implementación de uno de los recursos más nefastos dentro de sus 121 años de vida. Hoy la (mala) noticia es que se volverán a cubrir baches financieros con el aporte de los grupos inversores amigos. Otra vez la misma película, regalando el patrimonio de las divisiones inferiores para que unos pocos hagan negocios. Con semejante caudal, los resultados deportivos pasan a no tener importancia, porque hipotecando el presente se malgasta el futuro, y sin futuro no se puede aspirar a nada. El Quilmes compacto, chico, mezquino, miedoso y endeudado va tomando vuelo, al mismo compás que muere la ilusión de los hinchas que luchan por recuperar la grandeza que años atrás se supo tener.
¿Hay que creer que la actuación ante Aldosivi fue tan buena? ¿Es para tanto? ¿Tan bien jugaron Marcelo Guzmán y Juan José Morales? Primero no hay que pasar por alto que, consumado el rotundo fracaso y hundidas las posibilidades del ascenso, sale a la luz lo “mejor” del equipo. Sucedió con la llegada de Alberto Pascutti en el final de la temporada pasada y ahora igual situación se plantea con José María Bianco. A esta altura, cuando no hay nada por qué jugar, las hormonas quilmeñas son capaces de voltear a cualquiera que se ponga enfrente. La vieja y famosa levantada del final, para irse de vacaciones con el ánimo alto, creyendo que con el cierre de campeonato se puede tapar lo que pasó. Y lo triste de la cuestión es que el hincha compra y festeja este tipo de victorias de cartón, que solo sirven para seguir tropezando una y mil veces con la misma piedra.
Está claro que de la mano de Bianco, por más que busquen pretextos, seguiremos penando. Quilmes no está a la altura de lo que Bianco se merece y Bianco no está a la altura de lo que Quilmes necesita en este momento. Algunos simpatizantes, cargados de orgullo, gritando a los cuatro vientos que “banca a los pibes”, no se dan cuenta que, de seguir en el cargo, traerá una nueva oleada de refuerzos y el ciclo seguirá rumbo al abismo. ¿Alguno piensa que el Chaucha va a apostar por los jugadores del club? No pequemos de ingenuos. Seamos lo suficientemente vivos para darnos cuenta que por este camino se va a caer en saco roto, no compremos el triunfalismo fácil ni pensemos que se brilló.
En el fútbol se miente demasiado, se esconden situaciones evidentes y al final lo que prima es la capacidad de cada individuo para discernir entre lo verdadero y lo falso. Quilmes en el segundo tiempo no pateó al arco hasta los 48 minutos, jugó a defenderse y, si bien fue superior al rival (en el PT), no le sobró nada. Al contrario, el rival contó con situaciones como para alcanzar la igualdad. Basta de falacias. No compremos basura.
La historia era favorable para los marplatenses, que llegaba sin perder ninguno de los seis partidos en los cuales se había enfrentado al Cervecero. Paradójicamente, estos mediocres futbolistas que intentan componer un plantel pasaron de eludir lo que hubiera sido la peor campaña del QAC en el Nacional B a ganar tres puntos para cortar una serie adversa ante el Tiburón. La única motivación, más allá de defender la camiseta de un club que supo estar entre los grandes, consistía en “vengar” a quienes, un año y tres meses atrás, provocaron la salida de Alberto Fanesi después de una humillación en el Centenario, entre otros choques importantes.
Bianco, fiel a su estilo conservador, paró un 4-4-2 y respaldó a los mismos que vencieron la semana pasada a Ferro. El dato curioso de la tarde fue que Diego García, único jugador con asistencia perfecta, ni siquiera viajó con la delegación y de esta manera cortó la marca de 35 fechas participando dentro de los 18. Por el otro lado, Andrés Rebottaro utilizó el esquema 3-4-1-2 al que recurrió en todos los encuentros anteriores. La posición expectante de Aldosivi se fundamentaba en la dupla ofensiva compuesta por Mariano Campodónico y Matías Gigli. El poco rodaje que ambos tuvieron dentro del campo fue determinante para las aspiraciones del conjunto dueño de casa.
El anfitrión arrancó mejor y tuvo, en los primeros instantes, dos aproximaciones que encendieron las alarmas del arco custodiado por Matías Giordano. El control de la pelota pertenecía a Aldosivi. Sin embargo Quilmes, con el nulo juego al ras del piso que ostentó a lo largo de todo el torneo, empleó el recurso aéreo para lastimar en la primera llegada: desde la derecha salió un pase largo hacia la ubicación de Sergio Marclay, quien llegó apareado con Sebastián Pena. El Pájaro anticipó y el ex defensor de Independiente, como no indican los libros, cerró para el centro del área. Morales, apenas dentro de ella, capturó en soledad, acomodó el balón, dejó picar una vez y definió fuerte contra el palo derecho de Pablo Campodónico, que, resignado, se dedicó a mirar como se inflaba la red. De esta forma, el delantero tucumano, tras siete partidos sin mojar, sumó su gol 14 en el certamen.
Lo que el Chaucha tenía pensado en su cabeza, a los 15´, se plasmaba en la realidad. Con aguante en el fondo y contundencia en los metros decisivos, Quilmes comenzaba a edificar el halago. A los 25´, Juan Olivares, quien sufrió un esguince en el tobillo derecho, debió salir para que en su lugar ingrese Maximiliano Planté, uno de los chicos que, según informan, se irá del club como consecuencia de la partida del fideicomiso (otro estupendo negocio). El Tiburón careció de ideas y su enlace, Ramiro Rodríguez Rendón, no podía hacerse de la pelota, por lo tanto los hombres de punta no se conectaban con el resto de sus compañeros. La visita, lejos de descollar, tuvo practicidad para defender lejos de la zona del ataque marplatense.
Con el primer tiempo consumido, el negocio de Quilmes era redondo. No solo por el resultado, sino también por la impericia de un Aldosivi que no encontraba los caminos. Igual, se podía prever que el complemento iba a ser distinto porque el equipo de Rebottaro necesitaba de un resultado positivo para no perderles pisada a los competidores en la lucha por la promoción de arriba. Sin cambios regresaron ambos para disputar el epílogo.
Como era de esperarse, los locales, empujados por una parcialidad fastidiosa, ejercieron presión y fueron, de a poco, arrinconando a su oponente. El Cervecero, en una postura riesgosa, cedió el terreno. La mejor manera de cuidar la diferencia era teniendo la pelota, haciéndola circular, provocando el desgaste físico y mental del rival y ocupando bien los espacios. Teniendo en cuenta las limitaciones técnicas de nuestros jugadores y la poca vocación ofensiva del DT, se regaló fácilmente el esférico y se aguantó como se pudo, con más de medio equipo rechazando a cualquier parte. Rebottaro tomó nota y puso a Elvio Martínez para darle volumen de juego a un mediocampo intrascendente.
A esa altura, los centros incomodaban a la milicia apostada sobre el arco de Giordano. Por esa vía, Quilmes, como siempre, sufrió. Luego de un bochazo que Roberto Tucker no pudo despejar, Pena volcó de nuevo hacia el área y, ante la floja respuesta de Claudio Corvalán, Joel Carli, habilitadísimo por Juan Manuel Herbella, disparó de zurda y motivó una estupenda respuesta del ex portero de Comunicaciones, quien minutos antes le había ahogado el grito a Gigli con una volada certera. En lo que fue la llegada del final, Nahuel Roselli desbordó sobre el sector derecho y asistió a Facundo Nasif, que, abajo del arco, no tuvo la precisión necesaria para empujarla con la cabeza. A todo esto, el Cervecero especulaba y el contraataque se transformó en un arma poco requerida.
En materia de variantes, Bianco hizo entrar a Enrique Narvay por Marclay y, cuando moría la historia, Francisco Cerro (debut absoluto en la primera) sustituyó a Planté. Narvay entró enchufado y le dio al equipo el aire suficiente para salir del asedio. El pibe, que disputó 26´, hizo ruido: produjo la amonestación a Pena, quien, minutos después, le volvió a pegar feo ante la pasiva mirada de Luis Álvarez, árbitro del partido, y, cuando quedaban menos de diez minutos, se comió un manotazo de Gonzalo Scoles, que se fue expulsado.
Para sellar la producción, cuando la noche caía sobre el José María Minella, Quilmes llegó por primera vez en el ST y facturó, con participaciones poco frecuentes. Guzmán habilitó a Mauricio Almada y el lateral izquierdo, disfrazado del Bocha Bochini, devolvió entre líneas para que el volante cordobés domine y dispare con potencia. La pelota pegó en el travesaño y picó atrás de la meta, igual Chelo empujó el cuero y salió corriendo para festejar su primer gol con la Blanquita.
El pitazo de Álvarez llegó y Quilmes consiguió ganar por primera y única vez en condición de visitante en lo que va del año. ¿La figura? Quien firmó la segunda conquista. Está claro que siempre es mejor ganar, pero que este tipo de acontecimientos no tapen la realidad que nos toca vivir. La semana que viene hay que volver a triunfar para ensanchar el promedio y, de paso, “mandar” al descenso a Talleres de Córdoba. Lógico: la campaña de la T es tan mala que no se pierde la categoría por un cotejo.
Faltan dos partidos, pero visto y considerando lo que acontece en nuestro querido club, da a sensación de que aún no hemos besado la lona… Algunos videntes se esfuerzan para que cada vez estemos con los calzoncillos más abajo.