Quilmes se hereda con la sangre

Querida Hija:

Hoy Papá tenía muchas ganas de escribirte una carta, aunque todavía no sabés leer la podés guardar para más adelante, cuando seas más grande. Es larga pero no quería dejar ningún detalle sin contar, al leerla vas a ver que todo lo que te escribo es porque me sale del corazón. Sé que muchas veces me has preguntado tantas cosas y en varios casos te respondí para que puedas aprender algo nuevo, pero siempre hablamos de porqué amamos tanto a Quilmes y por distintas cosas de la vida no pude demostrarte de donde nace este sentimiento.

Por eso en esta carta voy a contarte porqué esa emoción es tan fuerte y, que a pesar de todo, cuando caminamos juntos y vemos el escudo del Cervecero te alegrás tanto que gritás “¡Papá! ¡Papá! ¡Mirá, es Quilmes!»

El sentimiento por Quilmes es una herencia de familia, te cuento, tu Bisabuelo Natalio le pasó el sentimiento al Abuelo Tati, y el Abuelo Tati me lo pasó a mí y yo te lo pase a vos. Siempre hablamos del Abuelo Tati, mi Papá, porque no tuviste la suerte de poder conocerlo y has escuchado muchas anécdotas divertidas, una de ellas, cuenta de lo loco que era por el Cervecero y todos los que lo conocieron dan fe de eso.

Mi Mamá, la Abuela “Pochi” siempre cuenta cuan emocionado estaba el Abuelo “Tati” antes de que yo nazca, es que esperaba un varón para comprarle toda la ropa color azul y blanco, es así que el 20 de mayo de 1978 nací en la Clínica Modelo de Quilmes, ese año iba a ser el más importante para la historia del club. El Abuelo estaba convencido de que yo era su suerte, por eso mas allá de los resultados un 29 de octubre viajó a la ciudad de Rosario con una bandera azul y blanca en la mano, mucha esperanza y el pequeño gorrito que me compro al nacer como cabala. Quilmes salió campeón del futbol argentino y el Abuelo volvió en un colectivo desde Rosario lleno de alegría. Al llegar, mientras me abrazaba, gritaba por su Quilmes campeón y por la suerte que yo le había dado. ¡Cosas de locos, de cabalas y de hinchas de Quilmes!

De ahí que el amor que yo sentía por el club haya ido creciendo año a año. Cada vez que tenía que comprar algo, sea lo que sea, siempre lo elegía de color azul y blanco, lo mismo que hacemos ahora nosotros juntos cuando salimos de compras: remeras, pantalones, carpetas, todo. Iba feliz a la cancha con el Abuelo, siempre juntos a la platea baja del viejo estadio de Guido y Sarmiento.
Cuando era chiquito me encantaba jugar con mi primera pelota, era una de esas de cuero color marrón como se usaban antes que me había regalado mi Papá, pero lo que más me gustaba era ponerme la ropa de Quilmes para jugar con mis amigos, acá te muestro una foto para veas lo que te cuento.

¡No te rías de papá! Yo soñaba con ser jugador de fútbol y jugar en Quilmes. ¡Las veces que le habré roto las macetas a la abuela Ofelia pateando tiros libres en mi imaginación! ¡Gol del Indio Gómez! gritaba y la abuela me corría por toda la casa.

Ojo yo no bajaba los brazos y seguía jugando con mi pelota por todos lados, cuando me juntaba con mis amigos del barrio había dos chicos que también eran hinchas de Quilmes y por eso siempre jugábamos juntos. Hacíamos partido cuadra contra cuadra, siempre los hacíamos en la puerta de la casa de los abuelos porque habíamos marcado la cancha y era como nuestro estadio propio. Al abuelo Tati le gustaba sentarse en la puerta de casa a mirar como jugábamos y yo trataba de esmerarme para darle una linda alegría al hacer un gol con la blanquita puesta. A veces ganábamos y a veces perdíamos, pero eran partidos muy buenos, el problema venía cuando volvía a casa para cenar y la abuela quería que ponga la camiseta con la ropa sucia para lavar; yo salía corriendo y la volvía a guardar en mi placard, no quería que se me arruine, ¡no te rías, es verdad te juro!.

En esta foto ya estaba más grande, mirá que pinta de jugador profesional que tenía.

A mi me encantaba ir a la cancha con el abuelo, era algo que compartíamos los dos. Llegaba el sábado, jugaba con mis amigos a la mañana, al mediodía almorzaba con la abuela y corriendo iba a bañarme y a cambiarme. El abuelo venía de trabajar y llegaba con el tiempo justo para ir a la cancha, entonces la abuela me acompañaba a la parada de colectivos para esperarlo, siempre venía en la misma línea, el 584, entonces cuando se acercaba uno mirábamos para ver si venía el abuelo, si venía, él sacaba su mano por la ventanilla para que suba al colectivo y seguir viaje: ¡en esa época no existía el celular!

Contentos íbamos a la cancha, ya en el camino veíamos a hinchas que caminaban hacia el estadio, ya la ciudad se pintaba de azul y blanco. Bajábamos a dos cuadras de la cancha, más precisamente en Alvear y Guido, de ahí a caminar, yo seguía los pasos largos del abuelo, en el camino él buscaba en su billetera su carnet de socio y el mío, eran hermosos, por eso te los guarde de recuerdo para vos.
Ya al estar cerca se sentía a la gente gritar, alentar, muchos corrían para no llegar tarde, otros iban a comprar sus entradas, en la esquina había un bar que en la puerta tenia una cortina azul, se llamaba “El chorizo biónico”, ahí paraba la hinchada de Quilmes, no cualquiera entraba ahí, el abuelo me decía ahí no entres nunca, no hace falta ser de la barra para querer al cervecero.

Esa cancha estallaba de alegría, era toda la gente de Quilmes gritando, festejando. Nosotros íbamos a la platea baja del lado derecho, ahí el abuelo se encontraba con sus amigos, el loco William, Titi Monti y muchos más, la mayoría eran vitalicios como él o ex jugadores, algunos se juntaban en los quinchos cerrados que estaban debajo de la tribuna que daba al club y otros eran del barrio.

Yo me encontraba con algunos amigos de la colonia del club y mirábamos juntos el partido, bah, en realidad le decíamos malas palabras al juez de línea y a los jugadores contrarios (vos no digas nada, shhh). En esa colonia la pasábamos re bien, jugábamos en las piletas, tomábamos la merienda en la confitería del club, hacíamos campamentos en el predio de hockey y ¡encima éramos todos de Quilmes!

Mirá qué linda foto mía con el abuelo en la platea de Guido y sarmiento que te conté antes, estamos con los amigos del viejo.

Para más datos, esa foto es del partido que Quilmes jugó contra Almirante Brown, el último partido del campeonato en el que salimos campeones. Era un sábado 1ero de junio de 1991, ese día fue terrible, muchos nervios.

El abuelo había salido antes del trabajo, me pasó a buscar por casa, yo me puse el gorro y la bandera que habíamos hecho juntos, ese día estaba feo, como para llover, entonces el abuelo se puso el sobretodo y el gorro de lana que me había comprado cuando nací, el de la cabala, el mismo que llevó a Rosario, ese gorro que él decía que le daba suerte, es el mismo que ahora esta en un cuadro colgado en casa y que vos siempre queres que te lo dé para ponértelo.

Ese día estaba todo Quilmes en la cancha, muchos amigos, gente del barrio, el abuelo estaba súper contento, salió Quilmes a la cancha con el Tortuga Gómez al frente, explotaba el estadio te juro, no había visitantes, era todo de Quilmes, comenzó el partido, debíamos ganar para asegurar el campeonato, yo caminaba de un lado al otro, el abuelo se comía las uñas.

En el entre tiempo había entrado al estadio la abuela Pochi, no sé porque fue pero estaba ahí con nosotros, ella trajo la cámara de fotos y nos sacó estas fotos que te muestro, las mejores fotos de mi vida.
En el segundo tiempo Quilmes pateaba hacia el arco que estaba enfrente nuestro, a los 5 minutos tiro libre para el Cervecero, ay dios qué miedo, qué suspenso, pateaba Mario Gómez, un gran pateador, pateó y ¡¡¡gol de Quilmes!!! Abrazo con el abuelo que lloraba, gritos de bronca contenida, era nuestro pasaje a primera.
Terminó el partido y era todo festejo, emoción, gritos y la vuelta olímpica, debajo te muestro la foto que me sacó la abuela en mi festejo, ¡¡¡qué alegría!!!

Luego del festejo salimos caminando por la calle Mitre junto a la hinchada gritando por el campeonato, lamentablemente para el corazón del abuelo que ya tenia algunas nanas fue muy fuerte la emoción y no soporto el dolor por lo que tuvimos que volvernos, luego pasaron dos días y el abuelo se nos fue de gira por ahí.

Fueron muchos años de ir sol a la cancha, qué se yo, no es fácil cuando tenés un sentimiento tan fuerte con alguien y ese ya no está. Pero después Papá encontró nuevos amigos que compartían el amor por la blanquita y nos hicimos inseparables, el que siempre estaba es Maxi, sí, el narigón que está en España. Uy, con él fuimos a todos lados, viajábamos en lo que había, íbamos y veníamos caminando al estadio nuevo, cuántas anécdotas tengo junto a él.

Te cuento una, un día íbamos Maxi, el judío y yo en el auto del narigón, salíamos de ver a Quilmes contra All Boys en la cancha de Ferro, en un momento paramos en un semáforo con el auto, y en la esquina sentada en una pared estaba una señora buena moza esperando el colectivo, Maxi me dice “mirá qué linda mujer, che”, pero no le dimos mucha importancia, el tema fue que el semáforo se puso en verde y arrancamos, pero la puerta de atrás estaba abierta, faltaba el judío, ¿donde estaba? Se había sentado al lado de la señora para hablarle y nosotros no parábamos de reírnos.

Siempre soñé con ser padre, pero sobre todo que mi hijo o hija quiera a Quilmes como yo, cuando la conocí a tu Mamá siempre le hablaba de lo mismo, de Quilmes, de las anécdotas, de lo que yo soñaba, y ella me miraba con cara de “qué loco está este pibe”, si hasta un día la deje plantada cuando era el casamiento de su mejor amiga por festejar el campeonato del 2003, pero esa es otra historia.

Cuando Mamá quedó embarazada de vos, yo dormía abrazado a la panza todas las noches, miraba qué cosas azules y blancas te iba a comprar, obvio que a tu Mamá no le gustaba, pero yo contaba con la complicidad de la abuela Pochi. Yo sé que era pesado, pero fueron 9 meses de ansiedad, de imaginarte, de saber que un nuevo ciclo en vida vendría con tu llegada.

Los preparativos para tu llegada fueron muy emocionantes, la mejor sorpresa que tuve fue cuando un día vino la abuela Pochi con un regalo, te había comprado tu primera ropa, es decir la ropa con la cual te íbamos a vestir por primera vez, era un lindo enterito blanco y un gorro haciendo juego, pero el mejor detalle que tenia era el escudo de Quilmes en las dos cosas, se me caían las lagrimas, los saqué de su bolsa, los miraba, me ilusionaba, hasta que se lo mostré a tu Mamá, que me dijo, “esa ropa la nena no se la pone”, a lo que yo me quede helado y sin respuesta.

Un jueves empezaron las contracciones, parecía que estabas por llegar, pero no, te gustaba la panza de Mamá y me hiciste sufrir hasta el sábado a la mañana. Llegamos al Sanatorio, Mamá hizo su trabajo y corrimos para la sala de parto, me hicieron esperar hasta el momento justo y preciso de tu llegada, naciste hermosa y grande, el medico me mostró que estabas bien y te envolvió en una manta para que te conociéramos con Mamá.

Luego me hicieron salir para que te cambien, yo estaba en otro mundo, no dejaba de pensar en el momento en el que estaba cambiando mi vida, yo esperaba, de pronto se abrió una puerta y era Mamá que salía en una camilla y una enfermera que te tenía en brazos, me dijo: “Papá, acá tenés una princesa que te espera”, te fui a buscar, ¡con gran asombro te miré y estabas con la ropa de Quilmes! Ay Dios, qué alegría tan grande, lloraba como un nene, me acordé de todo, del abuelo, del sentimiento, de lo soñado, miraba a tu Mamá y se sonría como cómplice de una locura.

Qué otra cosa puede esperar un padre, cuánta más alegría podría tener, con eso ya estaba para mí. Pero lo más importante iba llegar después, cuando ya estabas diciendo tus primeras palabras caí muerto de amor cuando al señalar la camiseta decías, “Quilmehss” de una forma extraña, parecía de locos.

Lo lindo fue verte crecer y que nosotros dos nos pusiéramos felices cuando veíamos el escudo de Quilmes, o ver cuando, enojada, le decís a todos “Yo soy de Quilmes como mi Papá” y me buscas para que sea tu cómplice diciendo, “¿O no Papá que somos de Quilmes?”, “y con mucho orgullo” te respondo yo. Mira que linda esta foto tuya.

Otra linda anécdota fue cuando fuimos juntos a ver a Quilmes, nos sentamos en la platea techada porque llovía y vos te enojabas con los jugadores del otro club, querías que los saquen de la cancha, que eran feos, malos, y cada vez que nuestros jugadores pateaban la pelota vos gritabas “¡Quilmes, Quilmes!” y yo me moría de amor, para qué negarlo.

Hija, quise escribirte esta carta para contarte como nació este sentimiento por Quilmes y me fui por las ramas, será porque hemos vivido tantas cosas junto al Cervecero que podríamos estar toda una vida charlando. Quiero decirte que estoy muy orgulloso y contento de vos, seré siempre tu cómplice y estaré a tu lado para acompañarte. Acá en esta foto estamos juntos.

¡¡¡Todo lo que vivamos juntos con Quilmes será para toda la vida!!! Y por supuesto que estaré ahí para vivirlo con vos.

Muchos besos,

Te Ama

Papá.

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