Este Quilmes, seguramente, tendrá gran cantidad de partidos así. Por un lado, habrá que acostumbrarse a sufrir; y por el otro, a admitir que la sólida actuación ante Aldosivi fue un espejismo. Este Quilmes de pico y pala privilegia ciertos fundamentos que lo hacen propenso al límite cardíaco, a jugar con pico de presión. No está mal, es un estilo. Los dirigentes sabían que José María Bianco era trabajo serio y conservacionismo. Por ahora, a pesar de algunas críticas, el conjunto del Chaucha se mantiene a tres puntos de la cima. El cotejo ante Olimpo dejó un primer tiempo amarrete y un complemento en el cual se vieron chispazos. El equipo se mostró desparejo, intermitente, sin peso ni decisión. Hay síntomas positivos, pero otros tantos indican que el fuego que no quemó hasta ahora puede quemar el día de mañana.
El paladar de algunos hinchas de Quilmes creía que la solución era repetir la fórmula en todos lados. Se cuestionó el planteo de Bianco en Rafaela y el QAC, si se analiza lo futbolístico (no el resultado final), estuvo más cerca de ganarle a Atlético que a Olimpo. El director técnico repitió el 3-4-1-2 pero el equipo nunca tuvo el vuelo que debería haber tenido. No todo es tan lineal. La lógica de un resultado, en el fútbol, se aplica en escasas situaciones. A pesar de bancar a los futbolistas y al dispositivo táctico, la postura colectiva del Cervecero ni se asomó a la que toma cuando trajina el césped del Estadio Centenario.
¿Cómo se cuida una diferencia? En lo posible, jugando lejos de tu propio arco. Con los defensores afuera del área grande y con los volantes a pleno sacrificio en el medio, en una de esas contiendas bélicas que tanto le agradan a Bianco. Con inteligencia y viveza. Con frescura y naturalidad, siempre con buen trato de pelota. Quilmes, en Bahía, pecó en distintos aspectos, no fue inteligente para plantarse teniendo ventaja desde los 13 segundos y terminó asfixiado por un Olimpo que fue superior. Aguantó los trapos cerca de la zona caliente. Pum para arriba y que se las arreglen Mauricio Carrasco y Ramón Lentini. Regaló la pelota, ese objeto tan preciado que te marca el camino del triunfo. Y sin el balón en su poder, el Cervecero, además, cedió terreno, se metió en un laberinto: las consecuencias inexorables se pagaron en la valla de Emanuel Tripodi. Sin embargo, los del Chaucha estuvieron cerca de regresar con los tres puntos, aunque la expulsión infantil de Francisco Cerro complicó, y mucho. En el Roberto Carminatti hubo de todo…
Para comenzar a analizar el partido vale reconocer que Quilmes no jugó en buen nivel. El gol desde el vestuario, en vez de otorgar tranquilidad, resultó contraproducente. El Aurinegro se agrandó y llevó de las mechas a su timorato rival. Miguel López y Cerro, hombres importantes para el andamiaje ofensivo, no tomaron contacto con el esférico, los delanteros quedaron aislados y el dibujo se desdibujó. Después del error de Laureano Tombolini, el Cervecero se fue al sobre y, como tantas otras veces, necesitó un cachetazo para despertar. Los de Omar De Felippe empujaron y, con Alejandro Delorte como estandarte, igualaron con justicia.
Lo que resulta difícil de explicar es por qué se especula teniendo jugadores de buen pie. Cuando Quilmes se dedica a triangular es un equipo que lastima, que tiene potencial. Si lo desplegara con intensidad podría poseer más unidades de las que posee, aunque en Bahía Blanca se esfumaron los conductores naturales. No obstante, la dupla de atacantes funcionó. Bianco eligió a Carrasco y a Lentini por el conocimiento previo que tenían de las divisiones inferiores de Estudiantes y ambos cumplieron. El centrodelantero, con un taco antológico, asistió al neuquino, que definió con clase. Ojo, la acción se originó con un pelotazo desde el fondo. Después, el entrenador decidió meter a Leopoldo Gutiérrez, quien pasó inadvertido, como cada vez que le tocó participar.
Cerro llegó a destiempo y fue mal abajo: bien expulsado por Jorge Baliño, árbitro del partido. Estaba todo controlado, el epílogo venía tranquilo, pero el hombre de menos replegó a Quilmes durante los últimos 15 minutos. Para equilibrar, ingresó Enzo Kalinski, aunque el santiagueño no fue solución. El visitante jamás encontró la forma de adelantarse y Olimpo terminó con dos enganches y tres puntas. El gol de Martín Rolle cerró la noche.
Walter Ribonetto, el futbolista con mayor regularidad, fue figura. También aprobó Martín Seri, quien, a fuerza de ida y vuelta por la banda derecha, genera inquietudes en el contrincante. Tripodi, más allá de alguna salida apresurada, volvió a brindar seguridad. Martín Quiles, firma atrás.
Ahora, Bianco deberá impedir que suceda lo del acto inicial. Olimpo encerró a Quilmes, es cierto, pero nadie se ocupó de impedirlo, y el grito para ordenar las piezas sólo puede salir desde el banco. Resignar la pelota en el fútbol es como pretender ganar el truco con un cuatro de copas… Al ex orientador de Tiro Federal le falta audacia en determinados pasajes, luego, el resto, es irreprochable. La unidad es bienvenida porque el desarrollo resultó más complejo de lo esperado, además, las chances están intactas. Hay que corregir y aprender de los errores, machacar los puntos débiles y potenciar las virtudes.