Qué difícil se hace hablar de fútbol en determinadas circunstancias. Analizar periodísticamente lo que deja el equipo dentro de la cancha resulta ineludible, pero siempre se entrometen los peros. O mejor dicho, la pelota se mancha por vericuetos institucionales que dejan mucho que desear. El combo, semana tras semana, viene con algún regalito sorpresa. Pero es el anti McDonald´s: aquí es la cajita infeliz. Lejos de la grata admiración, en el Quilmes Atlético Club son (casi) todas pálidas. El único orgullo que tiene el hincha es el del sentido de pertenencia otorgado desde las entrañas del sentimiento. La representación a nivel dirigencial atenta contra el corazón del simpatizante Cervecero. En los últimos años se ha montado un circo (y un círculo) perverso. El poder se centralizó en una sola persona: José Luis Meiszner. Y alrededor los que se acomodan para venerar y aplaudir a su Majestad desde el sillón figurativo que, en la realidad, es digitado por el secretario general de la Asociación del Fútbol Argentino. A nadie podría molestarle leer estas líneas, ni tampoco nadie podría asegurar lo contrario. De todas formas, proponer hacer uso del método golpista para el cambio de autoridades es, en primera medida y salvando las distancias, desconocer la historia reciente de nuestro país. Si hay directivos coherentes y serios, son ellos quienes deben impulsar a través de las urnas.
Para el que no está al tanto, a Alejandro Vitullo, vocal titular (séptimo en la lista), lo quisieron echar de la cancha de Ferro porque se manifestó en contra de la venta de distintos porcentajes de elementos juveniles. Así se puso sobre la mesa el modismo democrático que implementa la alta esfera para desplazar al que piensa distinto. Un manejo tan vergonzoso como impune. Tomando como referencia las decisiones que se emplean habitualmente, no sería raro que a Vitullo le corten las alas en breve. Por otra parte, mientas Carlos Coloma asegura que “Quilmes atraviesa el mejor momento económico de los últimos veinte años”, Rodrigo Saldaña, con 19 años, sin haber debutado en Primera y sin que el club tenga ni un centavo de su pase (lo vendió hace rato a dos grupos empresarios), se va a jugar a Boca. La frutilla del postre, como si faltara algo dentro de este contexto patético, llegó de la mano del despido de José Yudica. “El arreglo se hizo porque no está dentro del presupuesto de la actual Comisión Directiva», dijo el presidente. Sería bueno, entonces, que Coloma le explique al socio qué es lo que está dentro del presupuesto de la actual Comisión Directiva. Y, de paso, podría esclarecer un horizonte que es más negro que blanco.
Ahora, mientras se rifan pibes del predio, van a ir a buscar refuerzos de renombre. Porque “Quilmes atraviesa el mejor momento económico de los últimos veinte años”. El actual plantel, al perecer, luce sólido en la convivencia cotidiana y, además de estar con los sueldos sin atrasos, los resultados acompañan. Ya hubo malas experiencias. Si Meiszner decide incorporar a mansalva, hay grandes posibilidades de que todo termine como terminó con, por ejemplo, Alberto Fanesi. A no ser que los que lleguen rindan en gran nivel y el grupo no se vea alterado en ninguno de los factores que lo componen.
Del partido ante Platense hay poco para rescatar. Quilmes nunca le encontró la vuelta a un rival que hizo un planteo inteligente y se repitieron aspectos negativos de fechas pasadas. José María Bianco paró un mediocampo previsible. Al equipo le faltó juego para desestabilizar a las dos líneas de cuatro del Calamar y las mínimas maniobras individuales fueron muy tibias. El Cervecero no funcionó como conjunto. No tuvo argumentos y terminó empatando con justicia. Marcelo Guzmán no se adaptó al carril derecho, Claudio Corvalán asomó en el primer tiempo pero se pinchó en el complemento y Francisco Cerro, cuando le tocó cubrir la posición de volante externo, demostró que no se siente cómodo. ¿Por qué? Jugar condicionado por la raya de cal no lo beneficia. Puede hacer valer sus condiciones técnicas, sí, pero los límites del terreno le restan opciones. El santiagueño pesa cuando tiene el panorama del 5, con toda la cancha de frente, con mayores espacios para recorrer, sin restricciones y con un abanico de pases abundante.
Quilmes se repitió en envíos frontales y pelotazos que partieron desde la defensa. La pelota quemaba. Nadie se encargó de tratarla bien y, además, Platense tuvo la virtud de recuperarla rápido. Los dirigidos por Bianco carecieron de ideas para buscar el arco custodiado por Alejandro Sánchez, quien no fue exigido. Matías Córdoba esbozó al principio pero se desdibujo tanto que terminó siendo reemplazado. Miguel López, que salió del freezer y lo mandaron directo a la cancha, pagó caro el precio de la larga inactividad. Mauricio Carrasco mermó el nivel que venía mostrando, despilfarró dos situaciones claras para convertir y nunca se asoció con Facundo Sava. En ciertas situaciones de ataque, el Cervecero puso poca gente en el área y, como se dijo antes, no tuvo claridad a la hora de encontrar los caminos.
Alberto Pascutti ideó muy bien el partido y pudo trasladar la teoría a la práctica. Platense defendió en superioridad numérica, se mantuvo lejos de la valla de Sánchez y se llevó un punto que le sirve. El mérito del Marrón fue haber aguantado sin la necesidad de amontarse atrás (cosa que sí hicieron San Martín de Tucumán y Unión). Gracias al buen trabajo de Marcelo Scatolaro y Nicolás Torres en la contención y de los defensores, que siempre estuvieron atentos para marcar. De paso, el Beto le hizo un lugar al personaje mediático ridículo que lo caracteriza con constantes protestas al árbitro, Pablo Díaz (pésima tarea), y dentro de los titulares puso a Brian Robert, quien complicó sin la necesidad de gravitar con el balón en los pies. Fiel discípulo de su actual entrenador… No obstante, el ex director técnico de Los Andes leyó bien las acciones de la contienda, bajó la persiana con los cambios y consiguió desarrollar el cotejo en el ámbito que más le convenía.
El simpatizante de Quilmes, en lo que fue el último encuentro del año en el Estadio Centenario, se retiró con un sabor amargo. Todos esperaban un final con triunfo, pero la realidad indicó que el Cervecero se fue en deuda. Teniendo en cuenta la complejidad que, a priori, presenta la segunda vuelta, con muchos viajes al interior del país, hubiera sido importante sumar tres puntos frente a un adversario que está en zona de descenso directo. Ganar en Córdoba sería la mejor manera de terminar. Sobre todo con la premisa de no perderle pisada a los equipos que integran el pelotón de arriba. Aún el trayecto es largo y a Quilmes, por momentos, lo complica la irregularidad que tiene en distintos pasajes de su juego.