Quiles Atlético Club

Prólogo

Había una vez un niño que una noche de truenos y relámpagos se metió desesperadamente en su cama. Para abstraerse del clima externo, se cubrió todo el cuerpo con una frazada. Quizá presentía lo que podía llegar a pasar, aunque nunca imaginó que el pozo podía ser tan hondo. Su padre, que todas las noches le contaba un cuento antes de ir a dormir, no estaba sentado sobre el lecho para narrarle alguna historia. Nadie supo por qué. La tormenta no cesaba el ritmo, sino todo lo contrario: incrementaba la densidad minuto tras minuto. Mientras tanto, el niño, que continuaba enterrado entre las sábanas, expresaba el miedo en forma de lágrimas gruesas. Eran tantas que casi no veía ni sentía lo que pasaba a su alrededor. De todas formas, después de un largo rato, logró dormirse.

A la mañana siguiente, ya sin lluvia, se levantó de la cama y fue al baño para despabilarse. Cuando se posó frente al espejo y parpadeó por primera vez, así, en un abrir y cerrar de ojos, la imagen cambio por completo. El pelo corto se había transformado en largos rizos rubios; las arrugas en la piel florecían; el botox era indisimulable; las tetillas habían aumentado su tamaño; y las calzas apretaban demasiado. Algo muy similar a Soledad Silveyra. La fisonomía había variado por completo, pero el interior seguía siendo el mismo. Salía a caminar por la calle y la gente le pedía autógrafos, pero la esencia interna seguía siendo la del mismo niño que se acostó la noche anterior…

… Al rato se cayó de la cama… Sólo un mal sueño… Lo levantó el padre, que en realidad nunca se había ido… Todo volvió a la normalidad…

A Quilmes muchas veces lo enmascararon y lo pasearon en minifalda ante los ojos de la multitud. Quisieron desfigurarlo, con o sin negligencia, para que adquiera alguna característica impropia, que no le pertenece. Pero siempre adentro continuó siendo Quilmes. Hubo muchas tormentas (y aún las hay) que pasaron. Y las que no, en algún momento acabarán. Algunas fueron tan amargas que cegaron la visión, pero la esencia del club siguió por la misma línea, con su lugar, con su gente. Fundamentalmente con sus hinchas, a quienes nadie podrá quitarles la ilusión de regresar a Primera y de ser, de una vez por todas, una institución de la máxima categoría. Que el triunfo en Mar del Plata, con escalada considerable en la tabla, sea el punto de partida.

Quiles Atlético Club

Esto no es Quilmes. No puede ser. El sábado 13 de febrero de 2010 quedará guardado en la memoria de todos los hinchas Cerveceros. Será un día inolvidable. Para los que estuvieron presentes en el José María Minella y también para los que lo siguieron a través de los medios de comunicación. Son de esas jornadas en las que uno se pone a revisar el diccionario sentimental del simpatizante de Quilmes y se da cuenta que las secuencias mayores no tienen coherencia sintáctica con respecto al pasado. Esto ocurre cuando te disfrazas por un ratito para lograr observar una imagen que no es la que estás acostumbrado a ver cuando el espejo te pone en sintonía, o, simplemente, cuando miras tu Documento Nacional de Identidad. ¿Cuántas veces en la historia un arquero rival dio un rebote corto para dejar a un jugador quilmeño con la pelota servida en la puerta del área chica y con el arco a su merced? ¿Cuántas veces un balón reventó el palo de la resistencia Cervecera y salió para afuera? ¿Cuántos goles metió Martín Quiles, incluso contabilizando los de los entrenamientos, desde que se dedica a jugar al fútbol? ¿Es cierto que de los cinco equipos que estaban arriba ninguno pudo imponerse en esta fecha? Nada de esto tiene que ver con la historia de la institución, pero si tantos milagros se conjugaron en un mismo partido, se puede soñar…

Si el auto arrancó a los tumbos en Corrientes, de a poco la estructura se va acomodando. Después del costoso halago frente a Deportivo Merlo, Jorge Ghiso metió un volantazo de alta gama. En Mar del Plata plantó un dibujo táctico que en la previa pedía limosna pero que, luego, terminó siendo altamente rendidor. La productividad de un esquema está sujeta a la correcta interpretación que le den los futbolistas, que siempre son el corazón de la cuestión. Salir a boxear contra uno de los peores conjuntos del certamen (Aldosivi marcha anteúltimo e institucionalmente merodea la “guerra civil”) y poner un solo delantero no colmó las expectativas iniciales de la gente, sin embargo, los intérpretes entendieron el mensaje y Quilmes fue práctico. El dominio del mediocampo, incluso con Pablo Garnier perdiendo siempre contra Iván Nadal, fue el puntapié inicial para empezar a imponerse. Y allí Vitrola metió un pleno. Propuso un triángulo que fue la balanza: Sergio Meza Sánchez, Miguel López y Miguel Caneo. La gran incógnita era ver cómo se iba a parar el ex volante de Cambaceres, quien en principio pintaba para ser un volante central de salida. Finalmente, López se transformó en un mediocampista mixto que aportó en la recuperación y se acopló bien a la hora de atacar. El Checho, un hombre de poco ruido y muchas nueces, copó la parada sin ningún pudor y, gracias a su enorme tarea, los creadores pudieron hacer lo suyo. Además, anuló a Carlos Marinelli, enlace del Tiburón. Por su parte, el Japonés, sin tener una tarde superlativa, le puso tiza a su zurda y, así, engendró la acción que culminó con el grito de Quiles. Después manejó los tiempos con la elegancia que tienen los jugadores determinantes.

El choque con Aldosivi fue un ejemplo cabal de lo que se dijo innumerable cantidad de veces en notas anteriores: se puede ser ofensivo con un elemento de punta y, como contrapunto, no causar daño con tres atacantes en cancha. Todo depende de las formas. Las vocación que tuvo Quilmes es atribuible a la manera en que Ghiso craneó el partido. Si bien por momentos Mauricio Carrasco quedó aislado, el Cervecero dispuso, como mínimo, de cuatro situaciones clarísimas para convertir. ¿Hubo brillo? Decididamente no, pero sí hubo una lectura correcta del cotejo. Y eso cotiza a precio dólar. Con la ventaja encima, los de Ghiso retrocedieron demasiado y Aldosivi se vino. Es algo que hay que mejorar, porque los marplatenses besaron el empate. Igual, más allá de los sofocones, los dos marcadores centrales respondieron siempre con seguridad. No obstante, el carril derecho de Quilmes hizo agua durante los noventa minutos. Más adelante, el palo, tras una larga enemistad (por ejemplo, complicó en Rafaela), metió su granito de arena.

Los aciertos de Vitrola, en un campeonato tan parejo y en el que Quilmes juega una carrera contra el reloj, son imprescindibles para escalar posiciones. Prolongado en el tiempo, con cosechas de buena factura, ayudarán a achicar el periodo de adaptación que genera el cambio de entrenador con el caballo en el medio del río y, como consecuencia, facilitarán la tarea de los protagonistas principales dentro del campo de juego. También es importante que el equipo haya ganado un partido que, con los resultados de los demás competidores, lo deja a seis unidades del líder, San Martín de San Juan. Es un triunfo de suma validez, sobre todo por el contexto. Alcanzar el resplandor va a ser difícil, pero el empujón anímico y una racha de halagos podrían hallar la ruta del ascenso.

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