Una de cal y otra de arena

Cuando un periodista se dedica a expandir versiones infundadas no está cumpliendo su tarea como corresponde, aunque eso poco importe. El negocio del fútbol es tan inmenso que los buenos (y honestos) profesionales se cuentan con los dedos de las manos. En el tire y afloje permanente, algunos son capaces de venderle el alma al diablo con tal de figurar. Gabriel Anello, quien se escuda en las declaraciones de Jorge Miadosqui, el presidente de San Martín de San Juan, montó un circo alrededor del Quilmes Atlético Club. Y como periodista demostró nulos recursos para justificar su denuncia pública, en cuestiones de conventillo cabe destacar que es patrón, amo y señor. Dejó un fosforo prendido arriba de la mesa y consiguió que la gente vinculada al Cervecero se transformara en presa fácil para la combustión. Ahora juega con el viento a favor: Quilmes cayó, todos hablan de él y encima se protege con un abrigo que le tiraron desde el club. El comunicado, que fue ratificado como oficial por Enzo Salvetti, quien aclaró el tema en Deportes en FM SUR, terminó siendo una exposición más de las dificultades que tiene la dirigencia para plantarse ante determinadas situaciones. Cuando el socio y el hincha pedían que la institución tomara cartas en el asunto por las vías correspondientes, la cúpula mayor respondió con una inmadurez llamativa. En la “balanza de la justicia”, a pesar de la bronca lógica que se genera a raíz de una acusación ficticia, al socio e hincha de Quilmes le debería preocupar más el accionar de quienes gobiernan que lo que salga de la boca de Anello. Los dirigentes tienen que pensar como dirigentes, y no como fanáticos del tablón.

De todas formas, lo que sucedió el sábado en el Estadio Islas Malvinas fue una historia distinta. No se puede enlazar un hecho extradeportivo con lo que pasó dentro de la cancha. El penal que inventó Luis Álvarez es una dificultad mayúscula que desnuda el arbitraje con circunstancias puntuales. Así como la mentira de un periodista es motivo de repudio, en los jueces se cristaliza la misma reacción cuando empiezan a compensar, a desequilibrar de un lado para equilibrar del otro. Esa inseguridad interna los lleva a equivocarse, más allá de lo que diga Anello. Hay árbitros que no están capacitados para dirigir partidos importantes porque no tienen la capacidad suficiente para abstraerse del clima externo. Y a Álvarez se lo devoró el contexto. Quedó preso de sus propias determinaciones, que, sin dudas, tomó por considerarlas correctas. La expulsión de Emmanuel Perea, volante de All Boys, marcó el punto de inflexión, un antes y un después. “El cinco de ellos (Sergio Meza Sánchez) se cansó de pegar y no lo rajaste”, gritaba un plateista del Albo que peinaba más de una cana. “Es una vergüenza, viejo. Que les den el campeonato y listo. ¿Para qué vamos a seguir jugando?”, se sumó un muchacho de pelo largo, quien, subido a la moto y con el corazón a punto de reventarle el pecho, aprovechaba para insultar a Mariano Campodónico, que se había perdido un gol con el arco vacío. “Ahora dale un penal y estamos completos”, arremetió otro simpatizante. Lo concreto es que Álvarez sancionó la pena máxima a favor del dueño de casa, pero se equivocó.

Siempre duele irse con las manos vacías. Quilmes tenía la punta al alcance de la mano, es cierto, pero el tropezón tampoco es para dramatizar. El camino más fácil es pegarle a Jorge Ghiso por no haber agregado otro delantero de entrada, aunque salir con un ejército de punta no garantice absolutamente nada. De hecho, el Cervecero se impuso en Mar del Plata, Jujuy y San Juan atacando con Mauricio Carrasco como único referente ofensivo. Caerle al director técnico en este momento es como querer golpear a un individuo que está en el suelo. No existen fórmulas mágicas que garanticen halagos, tampoco esquemas ni conceptos matemáticos. La agresividad de un equipo no está sujeta a la cantidad de delanteros que haya en el campo, sino en cómo y con qué herramientas se planee atacar. Responsabilizar a Vitrola de la derrota implicaría ser muy duro con el análisis. Todos los partidos son diferentes; y los jugadores que la semana pasada fueron determinantes, siete días después pueden pasar inadvertidos. El rival también juega, y a veces te pone entre la espada y la pared porque consigue doblegarte. All Boys, lejos de exhibir atributos estelares, fue superior a Quilmes, exigió a Emanuel Tripodi más de lo que el Cervecero inquietó a Nicolás Cambiasso, supo manejar los tiempo con un jugador menos y ganó bien.

El 4-4-1-1 de Ghiso le otorga un rol preponderante a la zona de volantes. Vitrola sabe que los cotejos se comienzan a trabajar desde el mediocampo. En la recuperación de la pelota se destaca Meza Sánchez, quien quita y entrega rápido. La descarga del Checho, que en Floresta jugó gratis más de un tiempo, va generalmente hacia los costados, donde desde la conexión con los carrileros, complementados con Miguel Caneo, se gestan los ataques. Como consecuencia, tanto Pablo Garnier como Sebastián Battaglia son piezas importantes para dañar al adversario. La consigna es penetrar por las bandas. El Japonés tiene libertad para moverse por todo el frente de ataque y se acomoda según cómo venga la jugada. Cuando este tridente no entra en sintonía, a Quilmes se le agotan las ideas. Frente a All Boys, Fernando Sánchez redujo a Garnier y Lionel Coudannes hizo lo propio con Battaglia. No obstante, el jujeño y el santafesino pisaron el área con nitidez y por sus pies pasó lo más claro de Quilmes. Vale la pena quedarse con la definición defectuosa de Battaglia: es inadmisible que un futbolista profesional, al que le pagan un sueldo para patear una pelota, no esté capacitado para resolver con la pierna inhábil. El sábado le tocó al volante izquierdo, pero son situaciones que se ven a menudo en el fútbol argentino. Estos errores (u horrores) perjudican al equipo, y, a veces, pueden costar el resultado. Es dar una ventaja enorme. En tanto, la buena marcación que recibió Caneo derivó en una tarde oscura del enganche, quien se esfumó y apenas complicó con un remate de media distancia que desvió Cambiasso en el segundo tiempo y con un cabezazo que besó el poste izquierdo.

El primer tiempo de Quilmes dejó aspectos positivos. Se intentó tocar por abajo, con buen trato de balón y circulación. De haberse animado antes, quizá la diferencia favorecía al Decano. Francisco Cerro, que volvió a la titularidad tras un largo periodo de ausencia en la primera alineación, está vigente pero aún necesita sumar minutos de fútbol. Arriba, Carrasco quedó siempre de espaldas al arco y, así, sólo sirve para pivotear y devolver de primera. El punto flojo estuvo en la última línea: Martín Quiles dudó demasiado y pegó en igual proporción, Walter Ribonetto alternó buenas y malas, Sergio Rodríguez venía derecho pero después decayó, y Claudio Corvalán aportó poco. En el primer encuentro que se conformó la defensa con estos nombres, el andamiaje arrojó distintos tonos de grises y negros. De no acontecer la tremenda actuación de Tripodi, el marcador final hubiese terminado con un número gordo. A partir de la expulsión de Perea, Ghiso puso a Facundo Sava, el héroe ante Olimpo, pero nada cambió. ¿Álvarez omitió un penal que le cometieron al Colorado? El supuesto agarrón no se llegó a percibir…

Fue un paso en falso, pero no devastador. Quilmes ahora deberá vencer a Sportivo Italiano. El trayecto es largo. Aún queda mucho por recorrer.

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