Traigan nervios que uñas sobran

A veces el inconsciente puede traicionar. Dentro de las facultades está el poder de obnubilación. La razón se esconde, una capa oscura le tapa la visión. La bolsa, que contiene aire pesado y un pegamento asfixiante, se infla y los pulmones se cargan con vidrio en estado de descomposición. Una droga que empieza a ensuciar la miel pasajera del éxito. Y las alas desatan un vuelo infinito: la ceguera aumenta a medida que el regocijo levanta los pies del suelo, y la fobia a las grandes dimensiones puede culminar con una caída fulminante. En la locura de volar por un instante hacia un “mundo mejor”, es (tristemente) común que el teléfono se levante sólo cuando hay que cubrir necesidades; y así se abre la herida del que actúa de buena fe. La cara de la maldad parece una belleza y la mano del niño bueno sirve para gatillar papeles. Las realidades se trastocan. ¿Quién es quién? ¿Qué partido hay que jugar? ¿Qué es Quilmes? César Luis Menotti se enoja cuando la premisa es ganar a cualquier precio y Ángel Cappa, debajo de la axila del Flaco, asiente con la cabeza, mientras que Carlos Salvador Bilardo pretende sumar tres puntos aunque deba venderle el alma al diablo. La distancia entre el cielo y el infierno es un hilo imperceptible. Resulta difícil poder observar cuál es el camino que hay que tomar cuando la niebla copa el horizonte. ¿Cómo terminará el trayecto de Quilmes después de besar la banquina? ¿Dónde está parado el equipo de Jorge Ghiso?

Lo que era euforia y optimismo se transformó en hermetismo puro. Si las actuaciones ante Tiro Federal y San Martín de Tucumán habían preocupado, la propuesta que plasmó el Cervecero el domingo pasado acentuó el grado de inquietud. ¿Por qué? Porque la bandera a cuadros se asoma y Quilmes recorre los metros finales con muy poco combustible en el tanque. Como consecuencia, los rivales que corren de atrás comienzan a acercarse. Hoy Quilmes es una gorra cuyo contenido neto es una infinidad de signos de interrogación. No es casualidad que Ghiso destine tiempo de entrenamiento a dialogar con los jugadores. Hay que encontrar respuestas antes de que sea tarde. Las promociones, a esta altura, serían un premio consuelo, más allá de la complejidad que representa enfrentarse con un conjunto de Primera División que cuenta con la ventaja deportiva a favor. Sin embargo, a pesar del panorama desolador de las últimas fechas, en las que hubo escaso material para sacar en limpio, siempre es oportuno respetar a un plantel que hace seis jornadas se metió en zona de ascenso directo y que perdió la cima del certamen la semana pasada. Quilmes yace herido, pero aún vive y respira aire de revancha.

Alrededor de Ghiso se generó una dicotomía que vuelca distintas aristas. Por un lado, están quienes demonizan a Vitrola por los errores y lo menosprecian; y por el otro, quienes marcan las fallas cometidas durante el cotejo frente a Independiente Rivadavia pero rescatan los aciertos del pasado. El público presente en el Estadio Centenario se levantó en armas contra el entrenador, pero cuando las revoluciones van a máxima velocidad suelen estrellarse contra el primer paredón que se cruce por la ruta. Ghiso “compensó” todos los aciertos de los partidos anteriores con una serie de equivocaciones que a Quilmes le costaron la igualdad ante la Lepra. El yerro principal del ex orientador de Ferro nació en la confianza extrema: Ghiso no contempló la posibilidad del empate; en todo momento creyó que su equipo iba a ganar el partido, pero por proteger la ventaja terminó cediendo el resultado. Haberse inclinado por concluir el encuentro sin delanteros expuso el mensaje implícito que envió Vitrola. Un gol no es diferencia. Los cambios que introdujo el director técnico quedaron presos del razonamiento desacertado. Miguel López perdió de principio a fin, Diego Cardozo no pesó por la izquierda y Francisco Cerro jugó sólo cinco minutos.

No obstante, si se hace un cálculo proporcional, Ghiso, desde que conduce los destinos del plantel profesional del QAC, tuvo más determinaciones correctas que erróneas. Vitrola, a través de planteos inteligentes y de maniobras arriesgadas que le salieron bien, es protagonista directo de la campaña que está realizando Quilmes, que acumula siete partidos sin conocer la derrota (cuatro victorias y tres empates). Restarle importancia al trabajo que viene hilvanando por lo que ocurrió en el duelo con Independiente Rivadavia sería demasiado injusto. También cabe destacar la autocrítica pública que hizo el entrenador, quien no tiene ninguna obligación de asumir culpas ante los medios de comunicación, siempre y cuando haga las revisiones pertinentes en la intimidad. Ahora deberá corregir errores y, como prioridad, levantar el ánimo de un grupo golpeado. Ah… y la jugada de tirar el córner corto nunca dio sus frutos: ¿no es mejor introducir la pelota en el área en vez de desperdiciar los tiros de esquina?

El nivel individual de algunos jugadores tampoco ayuda. Las lagunas de Miguel Caneo dañan los planes de un equipo que, si le anulan al as de espadas, no tiene alternativas en la baraja. El Japonés, después del microdesgarro que sufrió en el choque con Instituto, no pudo volver a la normalidad, aunque en Tucumán apareció en el momento indicado y sacó un punto de la galera. Sebastián Battaglia, quien desperdició una situación inmejorable abajo del arco, no termina de acomodarse. Pablo Garnier atraviesa un presente interesante (gran segundo tiempo contra los mendocinos), pero no tiene socios. Y en ofensiva, Mauricio Carrasco, que esta vez tuvo un compañero en ataque, es rey en el territorio de los indecisos.

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