El viento que todo empuja

Qué aburrido es el fútbol sin goles. Se transforma en una actividad inexistente. Es como comprar un auto que no tenga pedales. Y en el caso de Quilmes, la fachada y los componentes internos ya no lucen como lucían algunas semanas atrás. De chapa viene averiado, quizá por el desgaste que genera la carretera. Jorge Ghiso, el chofer del rodado, no sabe cuál es el camino que hay que tomar; hoy cierra los ojos y sueña con la posibilidad de que un piloto automático recorra los metros finales. Tampoco recibe señales desde boxes. Para colmo, Miguel Caneo, la palanca de cambios, quien decide a qué ritmo hay que moverse, aún tiene el microdesgarro en el sóleo soplándole la nunca y, así, no puede meter primera. En la ruta no hay estaciones de servicio ni talleres mecánicos: se trata de llegar a la meta sin cuidar las formas, aunque los vidrios estén empañados y haya que transportar el esqueleto sobre los hombros. Es el último esfuerzo, dejar el tanque de nafta sin una gota. Como no se puede contar con el apoyo de tres caballos que arreen la carrocería, la energía debe salir de las entrañas, de alguna fibra perdida del corazón. “Ahora que lejos quiero llegar nunca nada pudo estar tan cerca”, dice el Chizzo Nápoli en una estrofa, y cuánta razón tiene… En esta celda de mentes viejas, sólo tres pasos dentro del imperio alcanzan para verle la cara al rey de la triste felicidad (del ascenso). Masticar vidrios en la antesala es la clave para pronto sacar las astillas del corazón. La Renga, como Quilmes, rengo en la batalla: salud y buena vida.

El deterioro de la nave es notorio. Ya ni los papeles certifican a quién le pertenece este equipo. No tiene la disciplina táctica ni la solidez defensiva que le imprimió José María Bianco; mucho menos la demostración de juego colectivo que quiso imponer Ghiso, quien ahora se equivoca más de lo que acierta. Por momentos lejos de la rebeldía que supo transmitir, Quilmes maniobra con instinto y esquiva la razón. El conglomerado estalló. Que se ponga en duda la continuidad de Vitrola no es saludable. Lo que en un principio fue un secreto a voces, cada vez suena con mayor consistencia. Pero ojo: el Cervecero, a pesar del presente opaco, maneja con registro. Todo el capital se lo ganó dentro de la cancha, con legalidad inexpugnable. El respeto adquirido no se borra de una semana a la otra. Y en la balanza, Ghiso, aun con errores (¿quién está exento a pagar el precio del error?), es gran responsable de la buena campaña que hizo el Decano en la segunda vuelta del campeonato.

Ya no hay tiempo para reproches. Lo primordial es alcanzar el objetivo. El cotejo ante la Comisión de Actividades Infantiles (CAI) dejó un sabor amargo. Quilmes no supo cómo atacar y otra vez quedó al desnudó la dependencia de Miguel Caneo. Si el Japonés no aparece, el Cervecero, de mitad de cancha hacia adelante, brilla por su ausencia. Y el ex volante de Boca viene jugando mal. Siempre es peligroso sostener un circuito alrededor de un solo jugador, y cuando las variantes no aparecen, se desemboca en una deducción lógica: los elementos periféricos no atacan, o cuando llegan a posición de gol no saben resolver. Sebastián Battaglia continúa dentro de una nebulosa, Mauricio Carrasco es un cigarrillo sin encendedor, Ramón Lentini no se encuentra en plenitud física ni futbolística… Pablo Garnier, que atraviesa un buen momento, rema contra la corriente. Es difícil explicar por qué Enrique Narvay corre atrás de Carrasco. El marplatense, a pesar de haber tenido menos rodaje, demostró cualidades interesantes, sobre todo en el aspecto emocional. ¿Facundo Sava? Quilmes lo necesita aunque tenga que dirigir desde adentro de la ambulancia…

Se viven instantes en los que resulta imprescindible aspirar a otra cosa. A saber: Quilmes puede ser más ambicioso, y ser ambicioso no significa atacar con cuatro delanteros. Quedó demostrado (y no es la primera vez que ocurre) después del choque en Comodoro Rivadavia que un equipo ataca bien cuando sabe hallar los espacios por intermedio de la buena administración de los recursos que presenta en la cancha, y no según los atacantes que plante en el terreno de juego. Ghiso es consciente de un concepto indispensable: los partidos se empiezan a ganar en la zona media. Como consecuencia, sus planteos con un solo hombre de punta y muchos volantes con llegada le dieron enormes dividendos. No obstante, en el Estadio Municipal actuaron Carrasco y Lentini, pero entre los dos no hicieron uno. ¿Por qué? Porque, más allá de la impericia de uno y la falta de ritmo del otro, Sergio Meza Sánchez nunca impuso presencia en la bomba central, Battaglia pasó inadvertido, Garnier no tuvo claridad y Caneo apenas exigió con un tiro libre y con un remate de media distancia. La historia se repitió en los últimos cuatro encuentros, por eso el rendimiento del Cervecero fue de mayor a menor.

Quilmes necesita levantar vuelo para cerrar la temporada de una manera elegante. La suerte de un plantel no se puede determinar por el destino final de una pelota después de impactar en el palo. Pero claro, el fútbol es propio y ajeno. El triunfo de Gimnasia y Esgrima de Jujuy revalorizó la unidad que el QAC se trajo de la Patagonia. Si Quilmes afina el lápiz de la ambición futbolística, aquel que dibuja la fisonomía de un equipo, en dos semanas (o antes, quizá) estará pensando en la Primera División.

(foto www.elpatagonico.net)

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