Para jugar al fútbol no es necesario ser egresado de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Dentro de la pelota conviven distintas razas, religiones y estratos sociales. La única condición inquebrantable es, como bien tituló el poeta/taxista Alberto Sueiro, haber pasado por la “facultad del empedrado”. La esencia del jugador se pierde cuando no hay hambre. Quilmes tiene base pero le falta calle; tiene la servilleta, el mantel y los cubiertos afilados pero todavía no le crecieron los dientes. Por ahora el Cervecero es un camino que se bifurca en los ramales de la calma y la intranquilidad. Carne robustecida y huesos famélicos.
Se sabe: el pescado grande en Quilmes lo corta José Luis Meiszner (ahora blanqueado como autoridad máxima, antes conduciendo sin ningún cargo oficial), quien lleva al club en uno de sus puños. La fórmula, con el complemento explosivo de Aníbal Fernández, puso al Cervecero en el centro de la escena. Sin embargo, la ventaja aparente no se anexa a la realidad futbolística. Las contrataciones de renombre y la época de los salarios fluorescentes rellenan la torta, pero por ahora los cheques no ejecutan penales ni practican pelota parada. El vigor político, lejos de hallar argumentos futbolísticos puros, muere sobre un escritorio. En la cancha hablan los jugadores. Por eso Quilmes aún debe demostrar que el nivel de los refuerzos está a la altura de lo que necesita un equipo de fútbol que pretende, como mínimo, mantener la categoría.
“Vamos por el buen camino”, repite Hugo Tocalli. El Cabezón no está equivocado. Más allá de que los puntos no rebasan de los bolsillos, Quilmes comenzó una transformación interesante. La pelota al ras del piso, siempre, como ley primaria, representa la bitácora del futuro promisorio. El corazón de Tocalli late al ritmo de sus propias convicciones, y ahí descansa la ambición del gigante dormido. Hablar de sistemas tácticos es una de las grandes redundancias futboleras. Y vuelve una vieja disputa, un condimento de presión que ya fue método extorsivo durante los ciclos de José María Bianco y Jorge Ghiso. La gente pide más herramientas ofensivas, como si apilar atacantes garantizara el éxito. Presos de una construcción falaz, los reclamos olvidan un ítem sustancial: la materia prima se extrae de la coherencia conceptual del mensaje que baja el entrenador, no de la acumulación indiscriminada de delanteros.
Otra cuestión importante para resaltar en Tocalli es la iniciativa, en los papeles arriesgada, de defender con tres jugadores. No muchos directores técnicos ponen líbero y stoppers sin trabajo previo. Lanús es una estructura sólida, un conjunto con instrumentos inflamables, por eso la movida cotiza en dólares. Volvió Danilo Gerlo, el referente que Quilmes no tuvo en las primeras dos jornadas. Sebastián Martínez, quizá lento para la característica del esquema (se suele jugar con dos stoppers veloces), respondió y Fabricio Fontanini también se hizo fuerte. Acierto del Cabezón.
Por último, no viene mal volver el tiempo atrás. Hoy es lejano, pero quedó en el tintero y vale la pena. El viernes 30 de julio será una fecha histórica. Carlos Coloma, actual vicepresidente 2° de Quilmes, lanzó en Deportes en FM SUR una frase carente de raciocinio. Si la diferencia entre Quilmes y Lanús recae en la cantidad de porteros, vivimos en el mundo del revés. Contextualicemos: algo más de 24 horas antes de las elecciones presidenciales, adrenalina al máximo, sumo interés de defender hasta lo indefendible, dos representantes de la oposición enfrente y el delirio colectivo al borde de la cornisa. Coloma dentro de 30 años podrá ser recordado como un buen dirigente que pasó por la institución, sin dudas. No obstante, el contador reservó una parcela en el libro de las expresiones que algún día formarán parte de un best seller de alcance nacional. Lanús tiene un modelo deportivo e institucional que Quilmes debería emular, porque para crecer hay que tener la humildad necesaria para observar distintas formas de gobierno, sobre todo cuando hay un trabajo efectivo y derecho. Primero fue Alejandro Marón, después llegó Nicolás Russo: el crecimiento del Granate no detuvo su marcha. ¿Crítica constructiva? Puede ser.