Hay que ser guapo para apostar toda la plata a un solo número. La adrenalina aumenta pero el margen de error disminuye a la mínima expresión. Quilmes corre serios riesgos de quedar preso de su propia política inversionista. El aire del ascenso dejó un tendal a su paso: cuerpo técnico, jugadores titulares, suplentes, de relleno y muchachos de buen corazón. Y ni que hablar de los futbolistas genuinos de Alsina y Lora, que son las frutillas reposteras que nadie agarra cuando se sirve una porción de torta. La primera lectura de la actualidad deportiva del Cervecero, sin inmiscuirse en enredos que sólo podría ordenar Hugo Tocalli, presenta un cuadro de situación delicado. Pareciera que se sale a cazar refuerzos con los ojos cerrados, apelando más al instinto que a la convicción, buscando en la góndola de los apellidos y no en la de la productividad. Quienes creyeron en la conformación de un plantel sideral cayeron en saco roto. A medida que Tocalli solicitaba incorporaciones, los dirigentes (o José Luis Meiszner, quien comandó todas las charlas) iban cubriendo con lo primero que entregaba el mercado, sin hacer un análisis profundo de lo que estaban contratando.
Quilmes no tiene vías alternativas. En todo caso dependerá de la vasta experiencia que acumuló Tocalli en sus (auspiciosas) etapas anteriores. El Cabezón deberá tener mucha muñeca para pilotear la nave en caso de turbulencia. El Cervecero tiene el piso de los refuerzos y abajo un abismo interminable, y en ese punto se teje la complejidad de la situación. El amistoso con San Lorenzo desnudó una carencia primitiva: no hay un camino paralelo; hay mucha cantidad y poca calidad a prueba de balas en las incorporaciones. De las cinco variantes que introdujo el entrenador en el cotejo ante el Ciclón, ninguna mostró argumentos sólidos. A medida que el número de refuerzos incremente, más difícil va a ser encontrar el funcionamiento mínimo que debe tener un equipo base en la Primera División. Porque formar parte del círculo de Primera División no es sólo un cartel seductor, sino que además exige un compromiso que hay que reafirmar desde un trabajo coherente, que en definitiva será el que inmole a Quilmes en la divisional más importante del fútbol argentino.
Lo cierto es que Quilmes arranca en desventaja. ¿Por qué? Porque tiene la obligación de armar un equipo mientras se desarrolla el campeonato. Y la tabla de los promedios, en este sistema que asfixia a los elencos que vienen de la Primera B Nacional, no va a esperar al Cervecero. Sin embargo, el fútbol es una gran balanza que equilibra las fuerzas. Dentro de la cancha, Antonio Piergüidi y David Beckham valen lo mismo. Como consecuencia, Quilmes puede jugarle de igual a igual a cualquier rival, a pesar de que llegue con dos decenas de incorporaciones sobre el lomo. En el horizonte no aparecería término medio: o es blanco o es negro; a todo o nada; o es plata o es mierda.