Se sube fácil. O quizá no se sube. Se cae de golpe. O quizá no se termina de caer. Cuando se acostumbra el paladar se cierra el apetito. O quizá nunca se abre. El olor de la resignación se siente aun con barbijo. O quizá no se siente porque sin alma es difícil sentir. Para transmitir hay que sentir, por eso no hay transmisión valedera. El micro se estrella contra un paredón pero el chofer se salva a tiempo. Aunque la inmunidad no es infinita. Los pasajeros, claro, quedan en un lodo de cemento, ladrillos y polvo pestilente. Es el mismo micro que no pasó por la góndola de la rebeldía, el amor propio y la voluntad. O quizá salió de compras con los ojos cerrados y no pudo contextualizar el riesgo. Por suerte los resultados son consecuencias. Inmortales, testigos fieles.
Quilmes es un mar de lágrimas. Ya experimentó todas las formas de derrota. Perdió con grandes, chicos y medianos. Fue goleado, humillado y superado por poco. No alcanzó para despabilar los sentidos. ¿En qué rincón quedó el equipo que le duele irse con las manos vacías? En la Bombonera se vio la peor cara de un conjunto que volvió a demostrarse que no está a la altura de la circunstancia, que ´Primera División´ es un título virtual. Las rachas generalmente son fruto de la casualidad. Las rachas nacen del cruce entre la improvisación y el conformismo. Cuando no hay respuestas espirituales, aparecen los síntomas del último domingo: desgano, falta de compromiso, miedo, intrascendencia. Es hora de que los protagonistas se encierren en el vestuario y acuerden qué es lo que quieren de cara al futuro. Por ahora son el triste reflejo de un grupo que bucea en la mediocridad.
Quilmes sigue perdiendo con Quilmes. La insana costumbre de volver a tropezar con la misma piedra. Lo cierto es que los dos triunfos en el Torneo Apertura son atribuibles más a errores ajenos que a virtudes del Cervecero. Pocos son los que se animan a agarrar la pelota, a pedirla cuando hay que hilvanar una acción o a luchar cuando hay que recuperarla. Este Quilmes no es capaz de confeccionar una maniobra ofensiva que genere riesgo en el arco adversario. Este Quilmes naufraga en el fondo de la tabla y las señales de preocupación no abundan. Este Quilmes no para de defraudar.