Mientras iba para la cancha, intentaba enumerar motivaciones para acatar la absurda medida de pagar 20 pesos siendo socio, para ver un amistoso. Para colmo, ni siquiera estaba la chance de evaluar al equipo que abrirá el campeonato, o “la guerra”, la semana que viene, en Santa Fe y ante Colón. “Juega Quilmes y listo, ¿qué más querés?”, se me dirá, y es verdad. Con eso alcanza y sobra; de hecho por eso me hice presente anoche. Y el argumento es más satisfactorio si se tiene en cuenta que pasó un mes y medio de abstinencia.
A tono con lo dicho, las expectativas futboleras no abundaban para acercarse al Centenario en la noche de ayer. Echando un poco de realismo en la olla, un equipo alternativo de Quilmes, con chicos del club, que sólo acá llegan a su edad con tan poco rodaje, más algunos relegados del plantel, no tenía muchas chances de ‘hacerle partido’ a un Estudiantes con todas las estrellitas del último campeón del Apertura más Barrientos, a pesar del romance recientemente terminado con Sabella. De este lado, también podría sumarse el condimento de ver a los nuevos, Grana y Cauteruccio.
Abre paréntesis. Pensaba en Narvay o en Pitu González, y me invadía una sensación por demás ambigua. Por un lado, da gusto verlos mostrarse, pedir la pelota y encarar con toda la polenta, sin importar nada. Y por otro, da pena intentar meterse en la conciencia de los chicos y presentir (y comprender) que se sienten usados, que nada de esto servirá para tener cierto roce en el corto plazo. A menos claro, que ocurra lo que nadie quiere, y tengan que poner la cara jugando por el honor. ¿Y quién se los va a discutir, si uno lo sufrió durante todo el Apertura, y el otro, que se quedó por su propia voluntad cuando lo querían mandar al ostracismo yanqui, salió inexplicablemente reemplazado en lo que fue el único cambio de Madelón? Cierra paréntesis.
Y hablando estrictamente de fútbol, los presagios antes detallados no tardaron en consumarse, porque el equipo inquilino mostró de arranque una evidente supremacía sobre el Quilmes muletto. Diferencia que uno cree, o quiere creer, o intenta desesperadamente creer que se disipará, o se atenuará con la aparición de los supuestos titulares, dentro de sólo 15 días. En apenas media hora, los sin cancha estaban dos goles arriba, y era justo, más allá del dudoso penal. A esa altura la mitad del estadio ya pensaba en dónde ir a cenar después del partido.
Las charlas sobre el venidero viaje a Santa Fe y las diversas opciones para acompañar al QAC, se impusieron en el entretiempo en la tribuna Indio Gómez y, extrañamente, se prolongaron durante el complemento, dado que la balanza no entregaba señales de querer moverse. Quilmes tenía la pelota, avanzaba pero no atacaba. El público local pudo descargar algo de bronca a eso de los 15’ cuando Gastón Fernández se fue expulsado, pero el trámite no cambió, hasta que la ruleta se puso la Blanquita y Quilmes pudo descontar primero (centro de Narvay, marulazo de Martínez) y empatar después con un golazo de Quique, y de repente esa charla desinteresada se transformó en un grito de guerra de la gente cervecera, que se extendió con el triunfo en los penales y ese sentir que a los muchachos de La Plata se les dibujó por lo menos una mueca de disgusto, después de tantas que nos hicieron pasar. Habrá tiempo para analizar: la actuación no fue buena, los refuerzos no tuvieron grandes debuts y los del club fueron lo mejorcito.
Pero los hinchas de Quilmes somos porfiados como nadie, nunca nos vamos a dar por muertos antes de tiempo. Siempre me imaginé una especie de Estatuto del Hincha, tremendo pedazo de libro, de 4500 páginas y tapas de metal, y que enuncia en su artículo 1, inciso 1: “¿Sos de Quilmes? Vas a sufrir como loco, nene!”.
A asumir los riesgos, como siempre. Nos vemos en Santa Fe.
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Fotos exclusivas de Silvana Livigna para PasionCervecera