La crónica de un descenso (y deceso) anunciado cerró otro capítulo firmado por la degradación. El presente futbolístico de Quilmes es un fiel mecanismo de defensa de una psicología completamente aturdida, de un club que marcha hacia el exilio institucional. Los cachetazos no responden a actos casuales: el idilio con la última colocación obedece a una serie de acontecimientos que se fomentaron desde la irresponsabilidad y el desacierto copioso. Las improvisaciones suelen ceder sus facultades ante la gratitud de la seriedad, pero es más fácil improvisar que planificar. La improvisación consume menos tiempo, no demanda energía y permite reinar en una monarquía ciega. En Quilmes hay pocas cartas y muchos cuatro de copas.
La caída no provocaría daños masivos si se contextualizara la derrota dentro de un proceso constructivo. Si Quilmes perdiera con un proyecto institucional, los resultados serían una mera circunstancia. Pero la crisis de Quilmes no es sólo deportiva, porque el problema de perder sin proyectos es que detrás de un resultado negativo queda la nada misma. En este Quilmes sin proyectos, el descenso que se encamina es una consecuencia del desgobierno y de la administración a control remoto. Si Quilmes tuviera el futuro planeado, el descenso serviría para consolidar las bases. Sin embargo, el despilfarro es una tentación siempre jugosa. El fútbol es tan inconsistente que aunque el Cervecero mantenga la categoría va a haber sufrido otro descenso más.
La llegada de Ricardo Caruso Lombardi vuelve a abrir el juego. El golpe de efecto está dado. Pero la movida no debe morir en un cimbronazo mediático. El Tano se va a encontrar con un plantel disminuido, que hasta ahora no ha exhibido nada interesante. La falta de compromiso de los futbolistas puede anular el convencimiento de Caruso, porque si bien el grupo estuvo mal formado desde el inicio de la temporada, los jugadores no respaldaron en la cancha a los otros dos entrenadores que pasaron (Hugo Tocalli y Leonardo Madelón). La energía de Caruso, quien demostró que sus antecedentes como director técnico son prácticamente inobjetables, en la medida que no atraviese los límites, representa el capital del Cervecero. Siempre y cuando, claro, el contrato tácito involucre a todas las partes.
A Quilmes le queda poca ropa y el invierno acecha. Teniendo en cuenta que las próximas dos fechas van a ser clave, es el momento de realizar un quiebre. Los referentes han expuesto una pasividad llamativa. El Cervecero exige presencia para salir de un pozo asfixiante. La deuda con los hinchas es inmensa. Aún no se vio quién está dispuesto a dejar a Quilmes en Primera División. La resonancia de esta caja indica que fracasar no es descender; fracasar es volver a tropezar con una piedra tan gastada. ¿Habrá tiempo para resurgir?
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Camilo hace más de dos años escribe y ya llegó a la nota número 80 para Pasión Cervecera, todos los que hacemos la página agradecemos que esta pluma pertenezca a la web. Por muchas más…