La sed de triunfo no tiene vasos ni recipientes. Apenas posee algunos pequeños argumentos que incorporó tras la llegada de Ricardo Caruso Lombardi. Pero no alcanza. Quilmes hace poco para saciar las imperiosas necesidades con contenidos concretos. La buena voluntad se convirtió en una transición incómoda, que por estos pagos sólo representa un buen punto de partida frustrado. No es suficiente. Mientras los lamentos y la repartija de culpas se suscitan sin demasiado sentido, el Torneo Clausura consume sus fechas y el Cervecero continúa preso de su propia ineficacia. El descenso no es una sensación. Se busca una victoria pero los medios para conseguirlo son escasos, y la realidad de Quilmes indica que si la sequía se prolonga en el tiempo no hay más remedio que atarse a la radio para seguir la campaña en el Nacional B.
Si Quilmes superó a Argentinos Juniors o si Argentinos Juniors superó a Quilmes implica una consideración irrelevante, un debate vacío, la pérdida de un espacio preciado. Lo cierto es que Quilmes volvió a huirle al halago y cuando tuvo a su rival al borde del nocaut generó una bondad repulsiva y contraproducente. Un error descomedido de un futbolista es tan trascendental como el de un árbitro, pero está claro que en la escala de sencillez es factible que el juez sea el principal apuntado. Es probable que Caruso Lombardi no haya visto los partidos anteriores de Quilmes; de ser así, habría que decirle que el Cervecero (y su cúmulo de equivocaciones autóctonas) es un digno equipo al borde de perder la categoría. El hecho de haber materializado todos los yerros posibles lo transforma en acreedor de tan pálido rótulo.
La posterior renuncia (fallida) de Caruso Lombardi a través de un medio de comunicación es, quizás, el último manotazo que tiró el entrenador. El ex orientador de Tigre aceptó la propuesta de Quilmes más por el respeto que le tiene a Aníbal Fernández que por la verdadera convicción de salvar a un conjunto condenado. Si el vicepresidente de la institución hubiese sido otro, el Tano nunca hubiera asumido. De todos modos, más allá de las internas, firmó un contrato que lo liga al club y por eso hace tres jornadas es uno de los responsables de lo bueno y lo malo que le pasa a Quilmes. La puesta en escena de una dimisión que finalmente se esfumó, si bien contiene un trasfondo político, inmiscuyó al director técnico en un pedido de auxilio. Con los números cada vez más desfavorables, y con un plantel que intenta pero vuelve a enredarse, Caruso Lombardi explotó su figura mediática para ejercer presión sobre estructuras extrafutbolísticas. Sí: una movida tan absurda como desesperada.
La vergüenza deportiva es saludable, sin dudas. Pero contextualizada en los contornos de Quilmes, no se traduce en una solución válida. ¿Caruso Lombardi aguantará otra jornada sin ganar? ¿Estará “preparado para descender” con el Cervecero? Faltan 12 partidos…