Cuántas ganas de escribir dan este tipo de partidos. Pero a la vez, qué difícil es. La impotencia es total, y uno realmente se pregunta cuándo será el momento de despegar, si no fue ahora. Es evidente que ningún cuadro de la Primera División puede permitirse tirar a la basura tres puntos tan servidos, y menos en la situación en la que se encuentra nuestro Quilmes.
El equipo volvió a perder contra sí mismo. Hace muchísimo tiempo que no se presentaba un escenario tan favorable. Los resultados de los rivales puestos, y por cierto, muy consustanciados con la causa (lo peor, un empate casual de Huracán en Rosario), una alineación “popular” en el verde césped, el adversario con uno menos casi desde el vestuario…
Los impecablemente vestidos de blanco parecieron aprovechar el panorama; el Cervecero fue ampliamente superior a Tigre en el primer tiempo, y el golazo de Caneo (uno de los ‘populares’, quizá el más, por fin redimido) hacía presagiar una tarde redondita para empezar a creer en serio en el milagro de la permanencia. En el debe de esta buena etapa inicial, quedaba la impericia para definir (Quilmes erró cinco o seis chances claras de gol, una enormidad por estos tiempos) y la muy mala tarde defensiva. Dos ítems disimulados por un Tigre que parecía inofensivo, pero en medio de la euforia del entretiempo, el cuchicheo reinante era “que ni se les ocurra atacarnos porque somos boleta”…
Parecía imposible que se escaparan los porotos del Centenario, pero ocurrió. Inexplicablemente, la defensa decidió achicar para atrás en una jugada que no parecía traer consecuencias, y un centrito se transformó en el empate de Stracqualursi. Desde entonces, Tigre se cerró con ocho en el fondo y Quilmes, de ahí en adelante, fue el de siempre. Jugando una especie de handball con los pies, nunca volvió a inquietar en serio y, para colmo, sufrió el segundo gol en el ollazo al área número 1500 en que los delanteros del Matador se marcaron entre ellos frente a Galíndez y ganaron sin problemas.
El final volvió a repetirse. La anunciada renuncia de Madelón puede o no cambiar las cosas: ya se expuso acá que en el reparto de culpas de la temporada, el ex DT de Gimnasia es el que sale más airoso. Da la sensación de que Quilmes pierde solo. Y los hinchas, que otra vez fuimos en gran número al Centenario, deberemos replantearnos algo: ¿Siempre el que está afuera es mejor que el de adentro? ¿No será que esta es la realidad de un plantel mal conformado?
No voy a ser tan apocalíptico como la última vez, porque noté que puede herir ciertas susceptibilidades. Quilmes aún puede salvarse del descenso. Las matemáticas dan y con margen, como para llegar a una promoción. Pero, como mínimo, todos (los crédulos y los que no) debemos asimilar el descenso como una posibilidad concreta y cercana y, más allá de apuntalar el milagro deportivo, pensar en consecuencia más allá de junio. Porque, probablemente, los únicos que quedemos seamos nosotros… y el que manda.