El infierno no está encantador

Cada vez me cuesta un poco mas escribir estas crónicas, no es que no sienta placer al hacerlas, solo que cada partido es mas difícil encontrar las palabras que defina de una manera clara la situación de Quilmes.

Por momentos pienso: “al menos no voy a escribir acerca de una derrota” pero inmediatamente caigo de un zarpazo a esta infernal realidad y me doy cuenta que el punto no sirve en absoluto.

Los malos resultados y el intenso calor no frenó la tremenda estampida de los indios Kilmes que llegaron a Sarandi en gran numero y enseguida les hicieron sentir a los visitan…eh, perdón, a los locales el clamor y la entrega de la gente quilmeña.

El partido empezó mas que esperanzador para el decano, manejando bien la pelota en la mitad de la cancha, con un Kalinski inspiradísimo que quitaba bolas a mas no poder para luego entregarlas de una forma muy criteriosa. Caneo fue amo y señor de los tres cuartos de cancha hacia delante y si bien sus arremetidas no gozaban de tanto dinamismo, al menos sí había varios destellos de claridad y calidad.

Debo reconocer que la dupla ofensiva de esta tarde fue de las que mas me gustaron en todo lo que va de la temporada. Gran partido de Diego torres, pivoteando en todo momento, peleando todas, buscando, recuperando, colaborando en defensa y mejorando de manera optima uno de sus mayores defectos; el envió de centros. De hecho fueron tan buenos que de uno de ellos, ejecutado sobre el sector derecho, y luego de un cabezazo vino el primer gol del Cervecero, convertido por el debutante Pablo Vásquez, también de muy buena actuación.

A partir de ese momento se vio a un Quilmes muy aguerrido, que a pesar de ir ganando seguía buscando por todas partes, no aumentó por esas cosas que tiene el fútbol. Si bien Quilmes era infinitamente superior a su rival Martínez impidió un gol hecho con el ultimo aliento sobre la línea.

Fin de la primera etapa. Aplausos por montones. Indios Kilmes. Griterío. Agua para nuestra sed.

Ahora es turno de hablar del segundo tiempo, donde nuevamente se volvió a hacer casi todo mal. Permítanme expresarles mi pensamiento y mi sentir: si Quilmes no se llevo los tres puntos de Sarandí fue por un altísimo porcentaje de responsabilidad del entrenador Ricardo Caruso Lombardi.

Error numero uno: Cuidar el gol de ventaja que se tenia hasta a ese momento y no buscar esa diferencia que te aporte tranquilidad, es increíblemente triste ver como el equipo se tiró tan pero tan atrás y le cedió la pelota a Arsenal de una manera miedosa, conservadora y conformista. El gol del empate transitorio no tardó demasiado en llegar, era algo predecible. Si te tiras tan atrás y dejas que el rival intente una, dos, tres, veces… a la cuarta lo pagás caro. Sencillo y concreto.

Error numero dos: El coqueto barrio del norte de la ciudad de Buenos Aires y el partido limítrofe de Quilmes en la periferia. Núñez-Varela, Varela-Núñez.

Broggi había rendido bien, había calificado, por lo que no entiendo el cambio, desconozco si el hoy volante por izquierda del Cervecero estaba cansado y la sustitución era obligatoria, de ser así pediré las correspondientes disculpas. Pero hay algo que es innegable y es que el ex Rosario Central no solo carece de calidad para estar a la altura de las circunstancias, si no que también le falta garra, entrega, actitud…lisa y llanamente huevos.

Con Varela sucede algo similar, pero siento que ya pasa un poco más desapercibido.

Es extraño que los tres técnicos que tuvimos esta temporada hayan insistido hasta el hartazgo con estos dos jugadores. Mmm, hay olor a bajada de línea…

Quilmes comenzó a jugar mal, muy mal, pero algunos intentos de guerreros por momentos lo seguían yendo a buscar y faltando poco para el final llegó lo inesperado y en una jugada un tanto confusa Quilmes se puso nuevamente en ventaja.

Eran los tres puntos. Estaba decretado. No existía otra opción. Quilmes festejaba su primer triunfo del año. Pero no. Esto Es Quilmes señores, donde lo futbolístico brilla por su ausencia durante gran parte del tiempo, donde la suerte esquiva a la querida blanquita, donde hoy un Pompei te inclina la cancha de manera evidente y alevosa.

Y de la sumatoria de estos factores llegó el boleto al mismísimo infierno, ese infierno que no es el de los redondos, ese infierno que ahoga, ese mismo infierno que venimos sufriendo hace añares. Ese infierno que arde, quema y desanima a partes iguales. Créame señor lector que si estoy deseando que se consume el descenso lo más rápido posible es porque tengo muchas lágrimas acumuladas y quiero largarlas de una vez.

Discúlpenme si caigo en sentimentalismos que no vienen al caso y que no tienen una sola gota de profesionalismo.

Pensemos una vez en la vida y no toleremos más estos atropellos a nuestro querido club.

Fotos de Alberto Hougham para PasionCervecera


Fotos de Giselle Peralta

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