En las facultades de periodismo, lo que más se le inculca a los estudiantes, a tono con aquello de la “pirámide martillo”, es que lo primero que hay que decir es lo importante. O en todo caso lo novedoso, lo que escape a la regla, lo que sorprenda. Ok. Quilmes ganó un partido, y eso, solito, antes de arrancar a hacer ningún análisis, es digno de ser resaltado con fibrones de todos los colores.
Y en ese tren de venir repitiendo todas las semanas lo mismo, de buscar infinitas vueltas y recursos estilísticos para que no parezca que llevamos nueve notas calcadas, hay que decir que, esta vez, el trillado “si no ganamos hoy, no ganamos más” era más cierto que otras veces. En la previa, un rival muerto de espíritu, sin DT, con ocho cambios y muchos debutantes, invitaba a ilusionarse con que por ahí, capaz, quién te dice, se alinean los planetas y arrancamos… al fin y al cabo, mejor tarde que nunca.
Después de generar seis córners en otros tantos minutos iniciales, Quilmes aflojó y se pareció al de siempre. Pero apareció el goleador escondido, apareció Bernie Romeo para cambiarle la trayectoria a un centro sesgado y desatar el delirio de la sufridísima cabecera del Poli. Todo bárbaro, pero… artículo 1, inciso 1. Mientras la popu se caía de su lugar, el diezmado cuadro rojinegro durmió al Cervecero a la salida de un lateral (cuándo no), zurdazo al primer palo y a cantarle a Gardel, Lepera y los guitarristas. Chau. Hasta el entretiempo, ni hablar de llegadas ni aproximaciones, ni secuencias de tres pases seguidos entre camisetas blancas. El partido se acható y los de Caruso casi terminan yéndose al vestuario perdiendo.
Y bueno, la cosa no cambió mucho en el arranque del complemento… de hecho, si bien la idea no es caerle a un solo jugador, el gran click se produjo con la entrada de Cauteruccio por Núñez. Quilmes fue un equipo más vertical y desnudó el flojísimo desempeño de los visitantes. A dos minutos de su ingreso y tras una interesante jugada, el ex Danubio se llevó por delante un pase de Romeo y enterró hasta el fondo del arco de Ezpeleta al menos una parte de la mufa. 2-1, explosión y nos tranquilizamos…
¿Qué? Ni ahí. Ojo, la superioridad del Cervecero nunca estuvo en duda en el partido, pero viste cómo es, aparecen los goles errados, los fouls cerca del área propia y demás yerbas… y siempre, al rival, le queda una muy clara sobre la hora. Por suerte, esta vez, se fue besando el segundo palo y Quilmes pudo cerrar la historia con una guapeada de Romeo, gran figura en la noche del viernes.
En resumen, el equipo tuvo una aceptable actuación ante un rival pobrísimo y ganó bien un partido en el que no había otra opción. Pero acá nunca se sabe, acá todo es posible. Algunos rendimientos individuales fueron altos (Romeo, Torres, Leyes, Kalinski) y así llegó el momento en que la hornalla encendió. En el que todos podemos, al menos, vivir una semana tranquila, recordar cómo era esto de ganar un partido, llegar al laburo y no escuchar la tan acostumbrada gastada de cada lunes. Y ya que nos bancamos tantas pálidas, también podemos ponernos la pilcha de optimistas aunque parezca infundado, para pensar que falta poco y estamos lejos; pero también para pensar que todo está por verse.
–
Fotos de Silvana Livigna para Pasión Cervecera
–
Fotos de Alberto Hougham para Pasión Cervecera
–
Fotos de Giselle Peralta para Pasión Cervecera
–
–