Que pase el que sigue…

Antes que nada, que no se malentienda el título. No es que ahora Quilmes se parezca al Real Madrid en algo que no sea su indumentaria. Pero está en racha, y está apurado, y se me ocurre que aceptaría gustoso volver a jugar mañana, y pasado mañana. De hecho, pienso que le vendría bien este eventual y loco escenario que se me antoja imaginar un domingo, de madrugada, todavía bajo tierra pero más cerca de la superficie.

A esta altura, más allá de discutir errores tácticos o estructurales, que los hay y por doquier, nadie podrá negar que Ricardo Caruso Lombardi le cambió la pinta a este Quilmes. Pero no lo maquilló, no le tiró perfume. Lo desnudó y lo bañó a nuevo. Con mucho shampoo, claro. Pero no sólo fue eso. Hoy Quilmes derrocha actitud, Pero además se planta, agarra la lanza y juega.

Y si nos queremos parar en la gran dicotomía futbolera argenta, seguramente podríamos al Tano en las antípodas de, por ejemplo, Jorge Valdano. El Poeta alguna vez dijo que “el fútbol es un estado de ánimo”. ¿Y quién lo sabe mejor que Caruso? No sólo desde lo lúdico o lo actitudinal: todos sabemos, porque hemos recorrido con nuestro Cervecero este camino por la Primera A, que durante este año, todo lo que pudo salir mal, salió mal. Salvo el mini-affaire Madelón, nunca un batacazo, nunca dar vuelta un resultado, nunca una muestra de personalidad.

Y ante Vélez, el líder, el que no pierde nunca de local, el que juega con titulares cada dos días, Quilmes fue un equipo hecho y derecho, quiso ganar y ganó. No se cayó con la desventaja (me suena de algún lado…) y se aprovechó de un rival entre relajado, cansado y sí, por qué no decirlo, también fue un rival al que no dejó jugar.

La cuestión pintó cuesta arriba de movida, cuando no se pudo primerear, o bien con el cabezazo de Romeo, o bien con el derechazo esquinado de Pancho Cerro que sacó el arquero. Más aún cuando, en la primera llegada, el local marcó un gol de otro torneo. Las circunstancias, como siempre, parecían acomodársele al rival.

Pero desde la actitud de los tipos que sufrieron el ostracismo más duro, los Corvalán, los Cerro, los Kalinski, los Leyes, los Garnier, los Torres, más el talento de un Caneo intratable y la polenta de Vázquez y Cauteruccio arriba, fue posible. Y fue el premio justo, aunque algún DT que hizo experiencias piloto en nuestro club no piense lo mismo. Quilmes se ríe de bwin, de los periodistas que hacían cálculos implícitos sobre cuántos goles se iba a comer en el Amalfitani, y de tantas cosas más que rodearon a esta hazaña.

Pero bueno, listo. Ya está. El terreno perdido todavía es demasiado como para obnubilarse con un triunfo, por más épico que haya sido. Ya hay que pensar en Banfield, y seguir como ejército de ciegos creyendo en utopías. Que pase el que sigue…

Fotos de Silvana Livigna para PasionCervecera

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