Japón volvió a sucumbir por un terremoto y las autoridades temen que en las próximas horas golpee otro tsunami. Felipe Solá, desorientado, iba a presentarse como candidato a presidente pero ahora estaría analizando la sugerencia de su entorno, que lo prefiere como gobernador. Omar Narváez superó por puntos al invicto portorriqueño César Seda y, así, retuvo el título supermosca de la Organización Mundial de Boxeo (OMB). La Universidad de Buenos Aires (UBA) suspendió las reuniones en las que trataban las solicitudes de los alumnos del Carlos Pellegrini y continúa la toma del colegio. Pero de un soplo, todo el abanico informativo se redujo a la mínima expresión cuando se lo sometió a la comparación de magnitudes. Porque en el Sur del Gran Buenos Aires, aunque sea por unas horas, sólo hubo un acontecimiento que acaparó la atención de su círculo íntimo: Quilmes ganó un partido y originó la única noticia resonante en el ámbito en que se mueve el sentimiento y la pasión.
Después de tanto mendigar una sonrisa, finalmente el rostro de Quilmes esbozó una carcajada. No deja de ser cierto que a la dentadura del Cervecero le faltan casi todos los dientes, pero igual no se desprecia nada que tenga que ver con la alegría. Muchas veces fue conveniente devorarse las páginas del diario para reprimir el inconsciente y, así, provocar una inútil maniobra de persuasión. Muchas veces fue preferible observar la pobreza intelectual expresada en el programa del domingo de Gerardo Sofovich antes que ingerir el compacto deportivo del fin de semana o el resumen de la fecha de Primera División. Es increíble cómo se rebaja la mente cuando quiere evitar un hecho que genera inestabilidad emocional. Sin embargo, en el fondo había una consigna que buscaba fusionar a todos los humos espirituales en un grito de triunfo. ¡Hasta los arcos tuvieron que cambiar aquellos que hacen de las supersticiones un medio de vida!
Lo concreto es que Quilmes desnudó la pena de Newell´s gracias al uso de sus mejores armas y luego, para saborear la victoria y darle a la noche un tinte morboso, exhibió la cabeza de un adversario que mimetizó la impotencia futbolística con los piedrazos que volaron desde la cabecera visitante. La receta para seducir al histérico triunfo, que con el disparo certero de Mauricio Sperdutti parecía encapricharse otra vez, fue haber asistido a la cita conceptualmente preparado para afrontar la exigencia. Después de haberse equivocado feo en Sarandí, Ricardo Caruso Lombardi acertó con los ingresos de Martín Cauteruccio y Francisco Cerro. Los jugadores, por su parte, no escatimaron energía. Y más: después de un período de llamativa imprecisión, salió una pelota parada (y preparada) bien ejecutada que terminó en el primer gol de Bernardo Romeo.
El Cervecero demostró que no es necesario ponerse un traje para estar a la altura de la circunstancias. De hecho Quilmes nunca va a lucir pantalón de vestir, saco, camisa, corbata y zapatos al tono, pero igual puede encontrar la sobriedad por otros caminos. A pesar de que la euforia matice un desenlace triste, el halago ante la Lepra, si la producción se prolonga, permite augurar un retiro digno.