Puede ser que este “nuevo” Quilmes quiera corregir la ortografía para afinar la redacción de un nuevo guión. Puede ser que algún correctivo haya rebatido el dogma de una ciencia inexacta. Probablemente a Ricardo Caruso Lombardi nunca se lo galardone con el Premio Nobel de Literatura. Quizá por el prejuicio social que lo relega sólo por ser egresado de la facultad del empedrado; o quizá porque aún debe rubricar con tinta épica las últimas páginas de la historia. El químico sueco Alfred Nobel, además de haber quedado inmortalizado en la distinción que lleva su nombre, sobresalió por una invención: creó la dinamita en 1867. Y aunque sea necesario ajustar la mirada, a Caruso Lombardi y a Nobel los une la misión. Porque el Tano dinamitó el déficit cognitivo que Quilmes había exhibido y transformó frases sueltas en un texto ameno y legible.
El presente de Quilmes no es un milagro ni un producto genuino de la suerte. ¿Por qué no es un milagro? Porque un milagro es “un hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino”. La actualidad de Quilmes desecha la energía sobrehumana porque es capaz de justificar las victorias con sucesos concretos, reales y tangibles. Quilmes dejó de ser ateo para creer en sí mismo.
Quilmes cambió. Y es justo reconocer que en la mutación hubo un vuelco que produjo que el Cervecero pudiera ganar con justicia los últimos tres partidos. De lo contrario, si la levantada se concediera a la acción de la fortuna, se le estaría quitando mérito a un equipo que derribó la barrera de la mediocridad y ahora piensa que la salvación no es una utopía.
El fútbol siempre fue muy coherente con el Decano: cuando hizo todo para perder, le señaló el camino de la derrota como única alternativa; cuando se impuso en el desarrollo del juego, lo premió con el halago. Las casualidades no existen. Pero sí existen las causalidades. En esa línea, si Quilmes pudo modificar su fisonomía fue por la tan ansiada aparición de los líderes, que escasearon en gran parte de la temporada. Guiados por Caruso Lombardi, un complemento vital desde la perspectiva reconstructiva, se afirmó la experiencia de Danilo Gerlo (más allá del error en el segundo gol de Banfield), Diego Torres encontró su lugar, Miguel Caneo explotó y se recuperó Bernardo Romeo, entre otras cosas.
La ecuación es interesante porque en el fútbol se miden las fortalezas emocionales. Quilmes debe mantener la cabeza a una temperatura regulada y, además, reinar en el deporte de las extremidades: las piernas para ejecutar las órdenes de la mente lúcida y los brazos para aferrarse a la Primera División. El Cervecero recuperó terreno y encaminó una batalla compleja: ganar la contienda interna.