Y sí. Claro que duele el descenso. Duele la muerte deportiva, porque estuvimos siempre, porque aguantamos todo el año, porque creímos que el milagro era posible. Porque si nos quedamos con la última imagen, con la reciente, sabemos que fue injusto, que estuvimos ahí, a nada de zafar. Porque vemos a dos equipos claramente inferiores, y que efectivamente sacaron menos puntos que Quilmes, jugando un desempate para seguir con vida mientras nosotros pensamos en Patronato de Paraná. El promedio lo hizo posible. Ibáñez y Pezzotta también.
Matemáticamente, se puede decir sin miedo a equivocarse que con tres puntos más, el Cervecero jugaba la promoción, con grandes chances de ganarla y quedarse en la Primera División. Ya dijimos que primero que nada vamos a pensar en las atajadas del ignoto arquero de Olimpo, o el gol anulado a Diego Torres en Floresta, o el zapatazo de Palermo, o tantas otras circunstancias tristes de las últimas semanas.
¿Pero cuántos puntos perdimos entre agosto y abril? Y sobre todo, ¿por qué? Tantos golpes de timón en el camino no son ninguna casualidad. Algunas cosas hacen ruido. Desde la dirigencia se culpó íntegramente a Tocalli por la (pésima) conformación del plantel para afrontar la temporada. Esto es, lisa y llanamente, tratar a la gente de estúpida. Supongamos que sí, que el entrenador eligió los 22 refuerzos. Ponele. ¿Y? ¿Está bien darle a un técnico la llave de la caja del club para que haga lo que se le ocurra? Por favor… no somos tontos, che.
Y ahora, ¿qué? Bueno, por lo pronto, terminar de hacer el duelo personal, que no tiene un tiempo estipulado. Algunos de ustedes quizá ya están pensando en el rápido regreso y es lógico. Yo todavía no puedo superar lo que pasó y calculo que muchos tampoco. Pero después, habrá que pensar. Los errores que se cometieron no son muy difíciles de detectar. Hoy, un plantel se desarma, la deuda se multiplica, la conducción del club es una incógnita. Hay que comenzar de cero. La clave es administrar los recursos de otra manera. Mirar abajo, dejar de usar tarjetas doradas, dejar de creer que lo de afuera siempre es mejor. Los resultados de una política obsoleta están a la vista.