Desconcentrados

A nadie le gustan, a nadie le caen bien los conflictos entre plantel, técnico y dirigentes. Menos cuando se ven venir desde hace tanto tiempo, incluso alguno lo habrá imaginado el día en que la mayoría festejaba la continuidad de Caruso y la base del plantel. No fue mi caso, de verdad no lo esperaba, nobleza obliga. Pero la última semana fue muy sugerente y terminó con la tan trillada “medida de fuerza”. Quilmes decidió juntarse directamente en el estadio.

Ya vamos al fútbol, aguantá, dame este párrafo. Como primera consideración hay que decir que los jugadores son empleados de un club, el cual tiene toda la responsabilidad sobre las decisiones que toma, incluso los montos de los contratos de los jugadores. Y desde el momento en que un club ofrece (porque es así, la iniciativa es del empleador y no del empleado) algo, debe cumplirlo. No tiene importancia discutir si los muchachos del plantel cobran fortunas o migajas. Hay un compromiso asumido, acordado en buenos términos por ambas partes, y debe respetarse.

Punto aparte. Después, lo que ocurra adentro de la cancha es puramente de los jugadores y el cuerpo técnico. Quien quiera pensar que algún jugador fue a menos, o que jugó sin ganas, está en todo su derecho. También en el de putearlo, porque en ese caso sería una deshonra para la camiseta que nosotros AMAMOS y para la que ellos TRABAJAN. Pero es incomprobable, aunque no me atrevo a poner las manos en el fuego por nadie.

Lo cierto es que Quilmes jugó el peor partido en años. Sin cohesión entre líneas, sin actitud para llevarse puesto al rival, sin orden táctico en retroceso, sin posesión de pelota, sin individualidades que desequilibren. Sin nada. Algunos muchachos estuvieron muy por debajo de su nivel, otros cometieron errores gravísimos (como el de Trípodi en la jugada del penal, más allá de si fue o no falta, por poner el que se pagó más caro).

Igual, lo más preocupante, por más que por estas horas se diga que el conflicto salarial se solucionó, es que algunos tornillos que parecían bien afirmados empiezan a aflojarse. Ayer, el Cervecero terminó jugando con estos cuatro en el fondo: Garnier, Agüero, Martínez y Mandarino. Un espanto. Si la idea del técnico es hacer honor a la historia de Quilmes, que le exige ser protagonista en cualquier lado, no se nota.

Y las fechas pasan. Y por suerte, el torneo no termina de armarse. Todavía hay muchísimo terreno por recorrer. El tiempo no es el problema. El problema es que se acaben las variantes. Ojalá no.

 

Fotos de Giselle Peralta para Pasión Cervecera

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