Intento descubrir y afianzar en mi pensar que tipo de equipo fue el Quilmes de hoy.
Tengo rondando en mi cabeza dos opciones: la primera es la de equipo chato, limitado, corto y otros tantos adjetivos que no pienso transcribir por respeto al lector. La segunda alternativa, y creo a estas alturas, la que mejor se afianza como verídica, es la de equipo desmotivado, carente de ganas y de energía espiritual.
La complicada semana que vivió el mundo Cervecero se vio inobjetablemente reflejada en el resultado de esta tarde. Quilmes vuelve de Caballito sin nada y con una imagen mucho más preocupante que la mala suerte.
El Cervecero, como era de esperarse, se encontró con un rival que hace tiempo dejó de ser el Ferro fácil de vapulear que supo ser años atrás. Mucho menos táctica, bastante más técnica. Desde el minuto cero el equipo de Caballito fue más que el Decano. Más ordenado, más creativo y por sobre todas las cosas poseedor de más confianza.
El ingreso de Mansilla más la siempre esperanzadora presencia de Caneo presagiaba una mayor dosis de futbol vistoso y efectivo. Nada que ver. Muerte prematura de toda ilusión.
Ferro marcó territorio a los pocos minutos de juego con una gran jugada desde la izquierda que Casanova estrellando el balón en el travesaño no pudo materializar ese buen trabajo que estaba realizando el equipo local.
Ferro ganó claramente la mitad de la cancha, mitad mérito propio, mitad irregularidades varias de Garnier y Rimoldi. De hecho en una jugada típica de centrocampistas Trípodi se vió obligado a cometer un penal a sabiendas de su autoexclusión del encuentro.
Con uno menos y un resultado desfavorable las cosas cuestan más… aún más.
Esa imagen de equipo desdibujado y gris se intensificó. El cambio de Dulcich por Mansilla obligaba a Goñi a cubrir la banda izquierda íntegra, desnudando flaquezas defensivas, obligando a marcar en línea, obligando a sufrir.
Por un lapso importante de tiempo parecía que el Cervecero no jugaba con diez, si no con nueve u ocho.
Que impreciso que es Mandarino, que solo está Cauteruccio, que peligrosos son los cruces y cierres de Agüero. Pero fundamentalmente: ¿Dónde estás Miguel?. Me duele en el alma decirlo, pero recuerdo cuanto rendías cuando sustituías a Raymonda en primera. Le pese a quién le pese, no veo con malos ojos volver a utilizar este recurso.
Fin de la primera etapa y la mitad de la tabla que acecha, resigna y hace nacer el nudo en la garganta a partes iguales.
El segundo tiempo encontró a un Quilmes distinto, decidido a buscar el empate, obviamente sin ideas ni objetivos precisos, pero si con las ganas de un animal herido que busca venganza. El team de Caruso (perdón pero hoy no tengo ganas ni fuerza de ponerte apodos cariñosos) mejoró en cada una de sus líneas y aún con la inferioridad numérica estuvo a tiro de arañar un puntito. Una gran ejecución de un tiro libre de Martínez dio en el poste derecho del golero del Verde. Puteadas de bronca en todo Quilmes, un disparo de media distancia de Rimoldi. Adrenalina contenida en los valientes infiltrados en el Oeste de la capital.
Claro que estos envistes dejaban espacio de sobra para las contras del local. Pero que importaba perder por uno que por mil. El futbol asociado fue creciendo y afianzándose pero no fue suficiente.
La última del partido fue divina. Corajeada de Cauteruccio + taco hermoso de Caneo. El palo dijo que no. Asi como le dijo que no dos veces a cada equipo.
Si bien falta muchísimo, esta realidad preocupa. Desde lo deportivo por el pálido desarrollo que el equipo viene mostrando, por las individualidades que no aparecen, por las intrascendentes y masivas incorporaciones, por ciertos caprichos. Desde lo institucional por lo que todos ya sabemos.
¿Tradición? ¿Realidad pasajera? ¿La historia de nuestras vidas? Lo dejo a tu criterio diría Karina Olga…
Fotos de Giselle Peralta para Pasión Cervecera