Todos sabemos que, juegue como juegue un equipo, tenga la identidad que tenga, y sea cual fuera el objetivo que persigue en un campeonato, el cumplimiento o no de su meta se regirá siempre por la sumatoria de puntos. Por supuesto que para hacerse de puntos hay que laburar en conceptos que tienen poco que ver con el resultadismo. De hecho, estoy bien lejos de esa postura para la cual “de los segundos nadie se acuerda”.
Pero lo cierto es que para lograr cualquier cosa, los resultados son imprescindibles. Ahora bien, para llegar a esos resultados se necesita establecer posturas estratégicas y pensar en qué partidos sólo sirve sumar de a tres y en cuáles otros no está nada mal un puntito. Y lo que vimos de Quilmes en condición de visitante, salvo contadísimas excepciones, invitaba a pensar que el Cervecero, ante Atlanta, iba a mirar primero el arco propio y después el de enfrente.
Y no fue así. Quilmes intentó agredir cada vez que tuvo la pelota. Eso, tan simple y reclamado, ya no es poco para este equipo. Lo que pasó fue que, al menos en el primer tiempo, casi no la tuvo. Pero ojo, no porque se haya plantado cerca de Trípodi, sino porque, otra vez, el mediocampo fue zona de tránsito. Y ni Díaz, ni Garnier, ni Mansilla respondieron en la marca.
Así como muchas veces no entendemos cosas del técnico, es justo y necesario darle la derecha en una: Romero por Mansilla en el entretiempo fue clave. Jacobo, intrascendente, no otorgó fútbol ni equilibrio. Chirola le puso un poco de todo y el juego mejoró. Quilmes, además, juntó las líneas y pudo sumar tenencia, para así meterse en la charla del partido, tener otra idea que la contra y pensar en ganarlo.
Pero claro… faltaba él. A los 9, no ingresó a la cancha un jugador de fútbol. Entró un cirujano. Caneo, claro. Venía muy bajo, es cierto. Pero atribuirle su mejora al hecho de que “entra fresco” me parece subestimarlo. Si no, un día te vacunan antes de que entre y chau fútbol. Porque otro como él no hay en este equipo.
Lo cierto es que el tipo, con precisión de bisturí, se rió del calor, de los problemas internos, de los argumentos de Caruso. Y le puso una bola de billar a Telechea (nobleza obliga, cada día está mejor) que definió a un palo y chau empate, hola fantasmas de la B del otro lado. A Quilmes le falta, pero se sube a la pelea con argumentos. A Atlanta lo corre el promedio. No sea cosa que la rueda que en el partido de vuelta tengamos un déjà-vú…
Fotos de Alberto Hougham para Pasioncervecera