El valor de despegar al fútbol de la política

En tiempos donde la política y el fútbol guardan una relación ambivalente y, en algunos casos, peligrosa, es bueno que el plantel de Quilmes pueda disociar las partes. Comprender la estrecha ligazón entre el deporte y la política resulta indispensable para comprender los fenómenos del fútbol actual. La interdependencia es sólida y continua. Por suerte el Cervecero, al menos en el partido ante Chacarita, se despegó de la pobreza institucional que lo administra. Es común que un equipo se hunda cuando desde la esfera dirigencial los cimientos se plantan torcidos, pero este no es el caso, por lo menos hasta ahora. Quilmes acumula veinte puntos, está tercero en la tabla de posiciones y se ubica a cinco unidades de Instituto, el líder del campeonato. Si el destino del Decano corriera por los mismos carriles que el de la dirigencia, estaría penando en los suburbios de la Primera C.

El jueves 27 de octubre de 2011 quedará en la memoria por haber sido una jornada plagada de imperfecciones. Es grave que una Asamblea de Representantes (representantes de los socios) haya terminado en una batalla campal, por eso habría que iniciar una investigación para determinar quiénes fueron las personas que encarnaron la violencia. Pero también es grave que Quilmes registre un pasivo que supera los 40 millones de pesos y que no existan explicaciones oficiales porque las familias de los que pusieron dinero desconocen los respectivos “aportes”. ¿Quién se va a encargar de esa investigación? ¿Los mismos que van a pedir explicaciones por los desmanes? De ser así, deberían denunciar a los implicados en los incidentes y, además, brindar una justificación adulta para entender el porqué de semejante agujero económico. Exponer las increíbles desventuras familiares es burlar la honestidad de los socios. No hay cara que le haga frente a tamaña vergüenza.

Después llegó el desfile de comunicados de prensa, acusaciones cruzadas y lavadas de manos. Medias tintas que encubren mediocridad. El tire y afloje habitual que proponen el oficialismo y la oposición, dos bandos que alimentan la hoguera y no acercan ninguna solución. El cuento de nunca acabar: por un lado le rinden pleitesías al semidiós José Luis Meiszner y le acarician el ego de un modo asqueroso; y por el otro, se dividen entre las críticas añejas y la subsistencia inclaudicable. Figuritas repetidas que rebasan el álbum de la decadencia.

El descalabro en la Asamblea deja una conclusión tangible: no se puede manejar el club a control remoto. Lo quiso hacer Meiszner durante sus últimos tiempos de mandato y se tuvo que ir con el escudo de la Copa América para maquillar el fracaso rotundo. Y ahora la historia se vuelve a repetir con Aníbal Fernández. Por más buena voluntad que exista, para conducir una institución se necesita presencia cotidiana, a la orden del día. Lamentablemente, el futuro senador dejó el club en manos de gente que no estuvo a la altura de las circunstancias.

Desde el aspecto deportivo, Quilmes se volvió de San Martín con un triunfo justo y con la certeza de que cuando se apuesta al juego asociado hay más posibilidades de doblegar al rival. El balón al ras del césped, siempre. La receta del pelotazo constante no es buena consejera. Para adornar una propuesta más ambiciosa (y vistosa), fue vital la aparición de Miguel Caneo, quien levantó el nivel considerablemente y fue el abanderado de la mejora del Cervecero en el complemento. El Japonés gravita cuando juega de enganche, no hay dudas. En tanto, Ricardo Caruso Lombardi acertó con los cambios y el equipo aseguró la victoria.

El halago va a adquirir una dimensión superior si Quilmes entiende cuál es el camino del retorno. Otra vez: el balón al ras del césped, siempre. El mérito es de los jugadores, sobre todo por haberse librado de la anarquía que por momentos reina en el club.

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