Desde el vamos, es necesario aclarar que toda nota periodística (por supuesto, incluida esta) quedará corta, a la hora de graficar la actuación de Quilmes en la goleada sobre Independiente Rivadavia por 7 a 1. Por cierto, la más amplia en la historia del Centenario, cinco triunfos consecutivos después de ocho años y monedas, 7 goles después de 33 años… datos estadísticos que no hacen más que realzar esto que venimos diciendo hace un rato largo.
La gran clave pasa por el momento anímico. A Quilmes le sale todo. Contra el equipo mendocino, más allá de los 7 goles, generó, fácil, cinco situaciones claras más. Y algunas jugadas de lujo que se ven poco, y que serían imposibles de esperar en un equipo sin plena confianza. Hoy Quilmes la tiene y todos los muchachos se muestran en sintonía. ¿Cuánto hace que no entra un tipo desde el banco y hace dos goles?
Y después, lo futbolístico. Sería de necios negar la franca levantada del Cervecero. Juega por abajo, maneja la pelota con un criterio que no se ve hace mucho (amén de un Caneo genial y con Díaz y Mansilla intratables), presiona y muerde en todos los sectores. Retrocede bien. Incluso, ante los cuyanos, mejoró Garnier en la entrega de la pelota. Así sí. Y sumale la actitud de un equipo que juega sin el marcador, que no le importa cómo va el partido porque va al frente igual. Gana 4 a 1 y mete cinco camisetas a buscar el cabezazo en un córner. Colosal.
Estamos hablando de un equipo que ya venía en un nivel muy alto y esta vez jugó un partido simplemente perfecto, sin ninguna fisura. Pudo tranquilamente haber marcado 10 goles. La cuenta se quedó en 7. Si lo analizamos así, sabemos que Quilmes está en un momento incomparable. Como siempre inculcamos, habrá que entender que el momento es sólo eso y no durará hasta que termine el campeonato. Por eso es el momento de aprovechar y sacar ventaja.
Viene River, el gigante, el protegido, el candidato. ¿El cuco? Ni a palos. Es un rival con grietas que casi siempre corta clavos y que, en la cuenta larga, no termina siendo mucho más que nadie. Creo que no hay que tomarlo como una prueba de carácter, porque Quilmes lo demuestra semana a semana. Es un partido más de frente al objetivo. Uno importante porque es un rival directo, igual que Central o Instituto. Sólo eso. Hay que jugar y ganar como siempre. Por ahora, a disfrutar. Y pasame un Valium que no me quiero despertar…