Vermut, papas fritas y good show

En el fútbol no existen los partidos fáciles, pero sí existen equipos que hacen sencillo lo que puede tornarse complicado. La superioridad se demuestra, no se vocifera. Probablemente, si volvieran a jugar, Quilmes no le sacaría seis goles de diferencia a Guillermo Brown de Puerto Madryn. La distancia parece demasiado exagerada. De todos modos, el Cervecero aplastó al conjunto que dirige Dalcio Giovagnoli y materializó lo que quedó a la deriva, por ejemplo, ante Desamparados, un rival menospreciado que se llevó un triunfo histórico del Estadio Centenario. El Decano certificó que está dispuesto a luchar en la dura batalla del regreso a Primera y afirmó sus convicciones con una actuación superlativa.

Quilmes decoró la tarde con goles, golazos, lujos y la dosis necesaria de autoridad. Para reconstruir la victoria hay que destacar el comienzo, que fue certero: a los tres minutos, Fernando Telechea marcó el camino y el Cervecero se tranquilizó. Sin embargo, hubo un tiro libre de Walter García que terminó en gol, aunque Germán Delfino anuló la acción por una falta (inexistente) sobre Emanuel Tripodi, quien se cansó de salir mal cada vez que quiso cortar lejos del arco. Es justo considerar que si el árbitro no se hubiese equivocado el desarrollo del partido podría haber cambiado. Igual, los errores de los marcadores centrales y la inseguridad del arquero son correcciones que se imponen.

Quilmes ganó porque fue ampliamente superior a Brown, desde lo estratégico hasta lo conceptual. La estela del halago no levantó ningún cuestionamiento posible. Era conveniente despabilar el año con una producción de semejante calibre. Vehemente y autodidacta, el Decano barrió a su oponente y encontró la raíz del argumento en la explosión de las bandas, desde donde se abren los cerrojos defensivos. Leandro Díaz desgastó el carril derecho del mediocampo y registró tres asistencias, mientras que Jacobo Mansilla se lució con una conquista que desbarató la bolsa de caprichos y otras yerbas. Los seis goles del Cervecero se gestaron por los costados.

Quilmes transpiró elegancia y se disfrazó de candidato. Pero como la realidad no se emparenta con disfraces, deberá vestirse de gala para solventar su sonrisa. Quedan 19 fechas. Un payaso puede divertir a todo el circo, pero también puede sumergirse en su tristeza interior si en el fondo oculta su verdadera identidad. Que a Quilmes no le pase…

 


LO QUE FALTA PARA VER A QUILMES…

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