45 puntos obtenidos sobre 75 posibles (25 partidos). 12 encuentros ganados, nueve empatados y cuatro perdidos. 11 cotejos consecutivos sin registrar derrotas (siete victorias y cuatro igualdades). Con sólo 14 goles en contra, es el menos vencido de la Primera B Nacional. Se ubica a cuatro unidades de Instituto, el líder. Si el torneo terminara hoy, estaría disputando una Promoción para ascender. La campaña de Quilmes es muy buena. Los números y las estadísticas la avalan. Sin embargo, la ola triunfalista que invadió al Cervecero hizo que quedaran en el camino algunos asuntos que no van de la mano con el bienestar deportivo. El peor pecado es esconderse detrás de los vestigios del triunfo.
La renuncia de José Luis Meiszner, atropellada por una realidad insoslayable, derivó en la asunción de Aníbal Fernández, quien se dio el gusto personal de ser el presidente del Cervecero. Algunos dijeron que el cambio de figuritas era tan irrelevante para el álbum como trocar el arquero de Túnez con el de Senegal, porque la esencia de la Agrupación Azul y Blanca iba a ser la misma. Pero lo cierto es que la modificación estructural fue más profunda. Incluso escalaron posiciones varios nombres que antes estaban olvidados. Por ejemplo, Ángel García, que en la lista original que se impuso en las últimas elecciones era el sexto vocal titular, hoy es uno de los que tiene voz y voto.
A pesar de las diferencias tácitas que se quisieron marcar, la “nueva conducción” se equivocó feo en un tema sensible y copió una de las raíces más perversas de la política que instauró Meiszner: el escaso control del club (por error u omisión) al realizar incorporaciones y el mensaje implícito de seguir relegando los valores de Alsina y Lora. El desembarco de Ezequiel Rescaldani expuso a la cúpula dirigencial. De este modo, a Quilmes lo gobierna el capricho del entrenador de turno. Y peor aún: ese capricho es respaldado por los dirigentes, quienes conceden a mansalva. Entonces se deduce que si Ricardo Caruso Lombardi, el director técnico actual, no pudo arreglarse con los cinco delanteros que trajo en junio de 2011 (en realidad, él eligió a cuatro y pidió la continuidad del restante) es porque seleccionó mal.
Caruso Lombardi también saca ventaja del contexto, porque si los resultados no fueran satisfactorios no tendría margen para pedir. La presión que ejerció para que arribe Nicolás Torres fue un acto fallido que nunca se debería haber concretado. Y no por las condiciones futbolísticas del volante, sino porque un club serio no puede contratar a un jugador que no está habilitado y que además, cuando lo autorizan provisoriamente, exhibe una pésima forma física. Los dirigentes, en este caso, aceptaron un refuerzo innecesario. El Tano asumió en marzo de 2011, analizó el material disponible en las divisiones inferiores y sacó una conclusión que ratificó con hechos: no hay jugadores de inferiores que estén a la altura de lo que precisa Quilmes en este momento. ¿Tan mal trabajan los entrenadores del predio? No parece.
Los dirigentes de Quilmes no valoran las divisiones inferiores, pero sí se ponen al servicio de un club que quiere foguear a un chico que llega sin dejar ni el uno por ciento de su pase ni opción de compra. Traducción: si Rescaldani hace 15 goles en Quilmes, Vélez va a tener un delantero importante para afrontar la próxima temporada, un hombre que hace tres meses estaba “perdido”, y el Cervecero buscará otra institución para hacer beneficencia. Increíble. Cuando baje la marea del triunfo, estas situaciones se van a divisar con mayor claridad.
De esta coyuntura se desprende una conclusión lógica: si los dirigentes no protegen el patrimonio del club no se puede pretender que lo cuide el entrenador que está de paso. El accionar es llamativo, porque el presidente se cansó de decir que el futuro estaba en las divisiones inferiores. El nivel de compromiso fue tan grande que hasta llegó a asegurar que no se iban a vender más juveniles. Las palabras suenan hermosas, pero lamentablemente los actos y la realidad demuestran todo lo contrario. Sin coherencia, Quilmes va a seguir siendo uno más del montón. No se entiende el menú pero la salsa abunda. Aníbal, un ricotero de ley, debería entender que esta no es la senda.