Hipocresía en ascenso

Ricardo Caruso Lombardi ganó la pulseada. Sesgado por sus constantes contradicciones y por los elevados niveles de hipocresía que se desprendieron de sus propias declaraciones, el Tano brinda por el deber cumplido: dirigir a San Lorenzo. El fútbol es un negocio y todo negocio tiene su circo. Caruso Lombardi, un hombre que sabe usufructuarlo, montó otro show unipersonal, de esos que exhibe con orgullo. No hace falta crucificar a Caruso Lombardi; él se crucifica solo, a través de su accionar. La exposición mediática y la desesperación por permanecer en el centro de la escena hacen que se alimente el personaje bonachón, pero también que afloren sus miserias. Seguramente dentro de veinte años al ex entrenador de Quilmes sólo lo van a recordar algunos hinchas de Tigre. Porque así de selectiva es la memoria cuando el envase vende más que el contenido.

No obstante, Caruso Lombardi se va de Quilmes con un proceso prácticamente inmejorable. 13 partidos consecutivos sin perder (15 si se contabiliza la Copa Argentina), tercero en la tabla de posiciones, valla menos vencida y 49 puntos obtenidos sobre 81 posibles. Además, deja una estructura consolidada y la expectativa al mango. El Decano es uno de los grandes candidatos. El Quilmes del Tano tuvo picos de rendimiento muy altos e incluso se lució con actuaciones que rozaron lo histórico.

Más allá de gustos y modalidades, su salida del Cervecero se puede entender desde el desafío deportivo que vendrá. Sin embargo, los cuestionamientos recaen sobre los mecanismos y las formas de proceder. A Caruso Lombardi le va a quedar impaga la deuda interna. Con el club, los futbolistas y los hinchas. El lunes al mediodía, a pocas horas del cotejo ante Aldosivi, fue entrevistado en Tyc Sports, dedicó su tiempo a hablar de San Lorenzo y por un instante ocupó el lugar de víctima. Caruso Lombardi realizó una gran campaña en la Primera B Nacional, pero su comportamiento en el affaire con el Cuervo no fue serio. Otra vez al Tano lo fagocitó su peor arista. Pero 124 años de historia son más significativos que un entrenador que no consiguió el milagro y luego dejó el caballo en el medio del rio.

Así las cosas, ¿es un paso adelante ir al Ciclón? No. San Lorenzo atraviesa un presente institucional más que complejo, el panorama económico es alarmante (el pasivo es de alrededor de 172 millones de pesos), en el plantel hay fracturas internas de todo tipo y el límite entre la promoción y el descenso directo es delgado. Ni siquiera es efectivo el argumento de que “San Lorenzo es un equipo grande”, porque el Tano tomó actitudes similares (sin tanta repercusión mediática) cuando aparecieron sondeos de otros clubes de Primera. Quilmes, en tanto, está afianzado en la categoría y tiene buenas posibilidades de disputar, como mínimo, una reválida para ascender. Lo que Caruso Lombardi va a tener en San Lorenzo es más vidriera, y eso lo seduce porque si no se apodera de toda la marquesina no puede subsistir.

Hábil para los discursos, intentó confundir al público neutral. Se adjudicó el cariño incondicional de la parcialidad Cervecera e incurrió en una falacia. Pero el Tano no quiere ubicarse en posición adelantada, y con tal de ufanarse es capaz de adornar la realidad. Tampoco es verdad que el total de sus antecedentes resultaron victoriosos. Ni siquiera tuvo el coraje de asumir los errores que cometió, que fueron varios. El considera que hizo todo bien, que lo que se escapó fue por culpa de los árbitros y por los planteos defensivos de los rivales. Ególatra y arrogante, Caruso Lombardi ya no tiene autoridad moral para hablar de Quilmes.

Al Decano le queda un hueco existencial. ¿Por qué suceden estas situaciones? El Cervecero presenta un problema arraigado en las bases. Como institución, Quilmes perdió los estribos hace muchos años. No se divisa una línea coherente en la conducción y el sentido de pertenencia es prácticamente nulo. Los dirigentes tendrán que hacer hincapié en una rápida consolidación de los cimientos, porque si no el edificio se va a seguir cayendo. Quilmes precisa recuperar el respeto y la identidad para poder concretar un proyecto sustentable. Lo cierto es que un club no se puede gobernar desde el Senado. Si Quilmes tuviera autoridades recias, a Caruso Lombardi lo hubieran frenado antes que desatara el espectáculo y no hubieran cedido frente a sus caprichos. Es el precio que se paga cuando las decisiones medulares están centralizadas en una sola persona. Nada es casualidad.

En el horizonte de Quilmes asoman compromisos fundamentales para reafirmar las aspiraciones. Si los futbolistas continúan por esta senda y Omar De Felippe no cambia la ecuación, el Cervecero no va a sentir el embate de Caruso Lombardi. En definitiva, nadie es imprescindible. Los jugadores, por su parte, demostraron que los intereses particulares no valen más que la estabilidad grupal.

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