Quilmes jugó, probablemente, su peor partido en todo el campeonato. Uno de los peores, seguro. El invicto de 14 fechas ya es historia y, por ahora, el tercer puesto en la tabla quedó también de lado. Merecida la derrota, sí. Condicionada por el arbitraje, sin duda. Lo que habrá que entender, como primera medida, es que por más final que pareciera en la previa, acá no se terminó nada. Quedan nueve fechas para levantarse y salir de nuevo a buscar todo.
Me sentí en la necesidad de abrir así, casi para convencerme a mí mismo de que hay que levantar la cabeza y pensar en lo que viene. Porque fue muy crudo lo que pasó ante Central. Hace mucho ruido que el equipo baje tanto justo en el partido clave, en ese que tenés que ganar para despegarte y para encarar lo que queda, con varios viajes mediante, con más tranquilidad. No se dio, ni siquiera estuvo cerca de darse.
Y si bien había que ganar, no era de esos partidos de un solo resultado. Un empate, de última, impedía que estos te comieran las espaldas y, mirando lo que falta, te dejaba bien parado. Pero tampoco. Quilmes no hizo nada para ganar, y a Central, más allá de los favores de Loustau, le alcanzó con tomarlo como lo que era: una final. Eso solo lo hizo merecedor y acreedor justo de los tres puntos. Vinieron a empatar y ganaron. Bah, perdimos.
Además del ya mencionado hecho de no entender cómo encarar un partido clave como este, lo más preocupante que dejó la noche cervecera fue la falta de variantes. A Quilmes le pusieron un doble 5 fijo encima de Caneo, le dieron todo el surco a Carli para que salga con pelota dominada y se acabó la historia. Entonces, atacó quieto y sin dinámica, como a mitad de camino entre lo que dejó el entrenador anterior (a quien no hay por qué añorar, ya que se fue solo) y lo que intenta plasmar el actual.
Hace un rato largo que no se veía un Quilmes que no patea al arco en un partido de local. Vino un rival a empatar y lo terminó ganando de guapo en el propio Centenario. Lo que duele no es perder, sino que te ganen con tan poquitos argumentos. Un poco de orden, te anularon al 10 y adiós. Más allá del resultado, el partido siempre se jugó donde y como quiso Central. Con algo más de compromiso de algunos muchachos, la historia habría sido distinta.
Ya fue. Se perdió una batalla importante, pero quedan unas cuantas más. Lo importante es entender que este traspié es la exacta muestra de cómo no se debe jugar al fútbol. Que sirva para impulsarse y no para sembrar dudas, porque hay una historia que honrar y sobre todo un larguísimo año de laburo que ponderar. No perdamos de vista lo que pasó antes de Central. No es momento de llorar ni de cagarse, es momento de ir a buscar lo que es nuestro. El que no lo entienda tendrá que quedar al costado, como ya quedó uno hace un par de semanas.