Quilmes consiguió una victoria imperiosa, necesaria, impostergable. No se podía esperar más. Por la racha sin ganar, por la tabla de promedios, por el rival que viene y sobre todo por una cuestión meramente temporal. El dato de un triunfo en 17 partidos daba escalofríos y el promedio asfixia desde temprano. De local, ante un adversario que no asusta a nadie, no era admisible un resultado distinto de los tres puntos.
Lo logró por varias razones. No quiero ni pensar qué clase de partido se habría jugado, mentalmente hablando, si Quilmes no se ponía en ventaja antes de los 10 minutos. Pero lo hizo y con justicia. No es que se haya parecido al Barcelona en otra cosa que no fueran los colores de la camiseta, sí que ganó en carácter y aprendió a superar a su rival en los momentos necesarios. Si no fuéramos hinchas y supiéramos cómo vivimos, diríamos que el triunfo nunca estuvo en duda.
El gol rápido fue una circunstancia tan singular que hasta pareció sorprender al propio Quilmes, que luego de la arremetida lógica de un par de minutos, se terminó desdibujando y casi sufre por propias falencias ante un All Boys que no pateó al arco ni por equivocación. El trabajo ya estaba hecho. Un par de tiros de afuera del área, un poquito de movilidad arriba y a cobrar por caja. El 1-0, a pesar de todo, era justo.
En el complemento la cosa mejoró bastante. Quilmes aprendió a dar tres o cuatro pases seguidos en función ofensiva y argumentó con creces el resultado. Después de no sé cuánto tiempo, una jugada en velocidad preparada en la semana empezó en un costado y terminó con gol en el opuesto. Justicia. Hasta que en el único tiro al arco de ellos, bueno, obvio, fue adentro, somos Quilmes. Pero nada más. Nada.
Es tiempo de calmarse. De bajar las revoluciones. Se consiguió algo que no podía esperar más, se dieron señales de vida, se pudo ponerse en carrera. Y ahora viene la verdad. Viene uno de esos partidos que te pueden marcar hasta como ser humano. Hay que mantener la tranquilidad de cara a una final. Yo entiendo que falta un montón, pero acá el que pierde no sé cómo lo levanta. En Santa Fe hay que ganar por los puntos, pero más por lo anímico. Para vivir en paz.