Otra vez sopa

tapaali

Ya lo hicieron todos, no es nada original. Digo, desde el momento en que vino el pase (porque no fue un centro, fue un pase) atrás de Elizari y el derechazo de Cauteruccio, los más de 4000 en la tribuna y otros cuantos miles por TV rebobinamos instintivamente. Algunos lo hicimos bastante antes, en aquella jugada de varios toques seguidos de ellos en que se engolosinaron con el famoso “ole” que una vez más se trasladó a la Centenario alta minutos después.

Y tenía que ser. Ahí cuando Quilmes no reaccionaba, cuando perdía y no cruzaba la mitad de la cancha, pero a la vez River no lo liquidaba, todos sabíamos que una iba a haber. Que una bien clarita íbamos a tener. Era cuestión de enchufarse y subir las luces. Toda la semana se habló del carnaval que es la defensa de Ramón Díaz, y de hecho quedó evidenciado en el primer tiempo. Había que ir a apretar con gente y algo podía pasar. Y pasó.

Claro que antes hubo 90 minutos de fútbol. Y costó bastante. Lo más destacable es la postura de inicio a fin: salvo después del 1 a 1, el equipo siempre mostró la predisposición para ir hacia adelante. A veces pudo y otras no. Después del aluvión de los primeros 15, emparejó bastante la cosa y se sostuvo atrás con una muy buena actuación de los centrales. Sin ser una maravilla, demostró luego que River es un equipo como cualquier otro.

Como si lo hubiera planeado exactamente así, casi como en una progresión, Quilmes salió decidido a plantarse en campo rival. Y te puede pasar: cuando parecía que lo tenías para ganar, dormiste en una pelota parada y 0-1. Después lo que ya contamos. Lo anímico, lo que cuesta levantarse cuando de golpe pasás de estar tan cerca a tan lejos. Los pibes adentro, los minutos de equipo desaparecido, la resurrección a tiempo y la caravana por Libertador.

El resultado vale mucho. Desde el ánimo porque jugás ya, en cinco minutos, y es mucho más fácil de encarar. Y en la tabla es un puntazo. No hay que entrar en la locura del día a día, de tomarse a la tremenda un triunfo común de Independiente o de San Martín, porque algún día tenían que ganar. Quilmes tiene que hacer lo suyo y por el momento lo hace. Los números dan. Hay que ganar el viernes y no pensar en nadie más.

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