Aunque se haya jugado un muy buen primer tiempo y se haya exhibido otra actitud, se volvió a perder.
Cuarta derrota consecutiva, unico equipo que no sumó en el torneo, seis goles en contra y ni uno a favor. Números que hacen llorar.
A cada nota se me hace más difícil escribir algo, a esta altura no le encuentro demasiado sentido ponerme a analizar si Zacaría jugó bien, si Caneo trotó la cancha, Si Diz pivoteó correctamente o por que se lesionaron Braña y Romero instantes antes del partido.
Las calculadoras ya están trabajando a toda máquina. Y la brecha entre los hinchas optimistas y los pesimistas se achica a cada minuto.
De nada sirve llorar sobre la leche derramada; pero tengo un pensamiento recurrernte que me da vueltas en la cabeza hace días: ¿Por que no se hizo un mayor esfuerzo por retener al mejor entrenador que tuvo Quilmes en los últimos años? No estoy diciendo que Omar De Felippe sea un dios, pero después de el todo fue debacle (y ojo que a Vivas lo bancaba).
Me cuesta mucho imaginar un Quilmes en primera modelo 2014/2015. Me cuesta horrores visualizar un club saneado. A peores resultados deportivos, mayor pasivo. Paradoja.
Apenas terminó el partido contra San Lorenzo me metí en la ducha.
«¿Otra vez te vas a bañar? «, me preguntó mi mujer. Si, le contesté. Mentira, me encerré a llorar.