Sexta derrota de Quilmes en lo que va del torneo y las cosas se ponen feas en serio. Y si bien no se jugó del todo mal como en otros encuentros, el partido que hizo el Cervecero dejó en evidencia las falencias y limitaciones que son el estandarte de este equipo, algo ya reconocido por varios jugadores del plantel.
Después de un efímero comienzo en el que ambos equipos trataban de acomodarse, fue el local el que tomó laa riendas y fue metiendo a su rival en su propio campo, postal de casi todo el partido. Además, no fue solo la posesión, si no también el tratamiento que cada uno le dio a la pelota. Mientras que los granates trataban de poner el balón al piso y hacer ancha la cancha, el decano se replegaba y cuando lograba recuperar la pelota todo era pelotazo hacia adelante. Claras diferencias.
Lanus conciente de la diferencia de jerarquía, buscó los tres puntos todo el tiempo. En a Quilmes le sentaba bien el empate. Y las pocas veces que se animó a un poco más fue de manera desordenada y con una carencia de ideas absoluta.
En el club reina una anarquía total (en el mal sentido de la palabra), en el que conviven una dirigencia completamente ineficaz con un entrenador que prueba jugadores libres de cuarta y hasta a un kinesiólogo en un intento desesperado por salvar la pilcha. Donde los barras se matan a trompadas y cuchillazos a escasos metros de familias y chicos.
La podredumbre está en su apogeo y el olor a B nacional ya es insoportable.