Lo mismo de siempre

Quilmes volvió a perder de local el partido que no podia perder. Y aunque las cuentas todavía nos mantienen vivos, el panorama no es bueno en lo absoluto.

Era el partido clave, el que si ganabas tenías tres cuartos de salvación en el bolsillo. Era al que llegabas con la confianza por las nubes después de la tremenda trompada que le diste a Velez de visitante. Pero Quilmes le hizo honor a su historia y lo perdió. Y ahora las cosas estan prácticamente sentenciadas.

Y me dirán que soy insoportable, que otra vez vuelvo a arremeter con esta fuerte dosis de pesimismo y con el diario del lunes en la mesa de casa. Pero la realidad es que este equipo no deja de sorprenderte. Para mal, claro está.

O mejor dicho: en esta institución ya no sorprende nada. Leer que Caruso manda al banco a un jugador que vino para jugar siete u ocho partidos porque está cansado es inverosímil, pero en Quilmes está permitido. Y aunque ya se haya dicho hasta el hartazgo, ahora me toca a mi: ¿Qué corno pretende el entrenador poniendo en lo más alto del equipo al tandem más lento y cansino de la galaxia? ¿O tal vez jugó a empatar teniendo en cuenta los tres porotitos que cayeron del cielo el martes pasado? ¿Tiene un problema personal con el Pitu? Preguntas sin respuestas.

Dos derrotas seguidas de local en un momento tan delicado no son casualidad. Haber perdido von All Boys, Colón, Godoy Cruz y Olimpo, tampoco. Esto huele a sentencia. El milagro está cada vez más lejos y los responsables son visibles.

Lamento mucho este presente de lo que para mi es uno de los pilares de mi vida, pero también siento la necesidad de ser realista y objetivo, y por más que me duela decirlo, este equipo merece la perdida de la categoría, estos jugadores, cuerpo técnico y dirigentes no están para primera división. Ojalá los días de revolución no estén tan lejos.

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