Quejas y razones

Si los insultos fueran una práctica remunerada, el estacionamiento del Centenario estaría repleto de autos de lujo, el oro adornaría cada rincón y los Rolex serían moneda corriente en cada escalón de la tribuna. Como esto no es más que un delirio, el estadio de Quilmes es como cualquier otro y los espectadores que lo frecuentan cada jornada son gente común. Muchos de ellos tienen como pasatiempo más querido despotricar contra jugadores, cuerpo técnico, dirigentes, condiciones climáticas y cualquier otro factor que aparezca apetecible para una crítica. Así vive uno los partidos en Vicente López y Esquiú, tratando de entender cómo se puede conseguir semejante imaginación a la hora de los reproches.

 

Fuera de la subjetividad de lo que pueda pensar cada uno, las estadísticas para lo que va de la campaña son contundentes: Quilmes está peleando los primeros puestos con un equipo netamente hecho en casa. En cada partido pueden verse cinco o incluso seis titulares surgidos de la cantera del club, lo que hace unos meses era poco menos que una utopía. Un año atrás, Musto recién comenzaba a tener sus primeros minutos en un conjunto sumergido en la crisis. Hoy ya puede decirse que juega con la tranquilidad de un grande, sorprendiendo a propios y extraños, quienes cada vez que el Cervecero protagoniza el televisado de la jornada señalan: “Me gusta el 5 que tienen”.

Por supuesto que la cosa no termina ahí, los ejemplos sobran. Podría hablarse del afianzamiento definitivo de González Bordón, de los destellos de talento que proporciona Olivares cuando entra en acción, del ímpetu de los más nuevos como Guzmán y de las satisfacciones que comienza a brindar Sequeira, con quien algunos hinchas parecen estar increíblemente disconformes. A riesgo de pecar de reiterativo, es necesario aclarar que este equipo hoy se encuentra en zona de ascenso directo. Con un grupo de jóvenes que suman tan sólo un puñado de partidos en primera y con algunos elementos de experiencia, este conjunto está dentro de lo que se esperaba, fuera de toda discusión.

                                                                                            

Todo proyecto serio debe tener una cabeza visible, que no debería ser removida por simple capricho o antojo de quienes manejan los destinos del club. El hombre designado para conducir esta nueva etapa de Quilmes es Alberto Fanesi, campeón en el legendario Metropolitano ’78 a quien parece que este logro no le proporcionara el arraigo suficiente en varios sectores de la tribuna. Dejando los gustos futbolísticos al margen, este entrenador es el encargado de comandar al Cervecero en su ilusión de volver a Primera lo antes posible. El éxito o fracaso del proyecto depende en buena parte de sus acciones, es cierto, pero también es importante que disponga de continuidad y tranquilidad para trabajar. ¿O acaso hay gente que pretendía que Quilmes en esta época del año jugara como Holanda del ’74?. Nadie que tenga sus pensamientos bien asentados podría exigir tanto en tan poco tiempo, ni pasársela insultando a jugadores que no suman 15 partidos como profesionales porque no dieron bien un pase, ni abrir sus críticas al técnico por el planteo antes del cuarto de hora. Nadie podría hacerlo, pero por lo visto son muchos los que lo hacen.

 

Las ansias de volver a la elite del fútbol argentino son generales, y esto es lógico. No existe ningún fanático que disfrute con su equipo disputando un torneo al que no pertenece por diversos motivos, llámense historia, logros, tradición o calidad. Pese a todo esto, la realidad es que hoy el Cervecero debe sortear este obstáculo. Como sucede con cada pared que se cruce en el camino, hay dos formas de pasarla: por la puerta o rompiendo ladrillos con la cabeza. Esta última opción fue la preferida durante muchos años, en los que se priorizaba contratar jugadores de extensa trayectoria y dudoso presente para buscar los objetivos, que cada vez se veían más distantes. Hoy las cosas son distintas, el equipo está armado con material propio, lo cual promete mayor solidez a la hora de enfrentar las épocas de tormenta.

 

De realizar 20 contrataciones por año a formar una buena base de juveniles — con la que se pelea por el ascenso— en menos de un año. No hay motivos serios para criticar la postura que se está tomando. En la actualidad, los resultados acompañan, pero aún así se escuchan algunas protestas. Esto no debería ocurrir, porque de esta forma nadie sabe qué deparará el futuro cuando el clima no sea el mejor. Todos los que hacemos a Quilmes debemos tirar para el mismo lado, dejando de lado las preferencias individuales.

Ariel Caparelli

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