OPINIÓN
En plena ebullición de la pretemporada, encontrar un jugador que se ajuste a las necesidades del club aparece casi como una utopía. En esta era post devaluación, la progresiva devastación a la que es sometido el fútbol argentino es el motor de un círculo vicioso que no sólo está lejos de detenerse, sino que aumenta sus dimensiones a cada paso.
No son tan lejanos aquellos campeonatos de comienzo de milenio, cuando Quilmes apelaba a jugadores sin lugar en Primera para armar sus equipos. Así llegaron entre otros Pagés, Trullet, Bennett y hasta el mismísimo Elizaga. Eran tiempos dorados para la Primera B Nacional, ya que la categoría se nutría de lo que le sobraba a los clubes de la elite.
Los tiempos fueron cambiando, y la apertura de los mercados una vez terminado el uno a uno comenzó a producir un importante vacío en el fútbol argentino, empezando lógicamente por la Primera División. Así comenzaron a irse jugadores al exterior sin necesidad de hacer escala en equipos grandes, requisito casi indispensable hasta apenas unos años atrás.
Pero la globalización de la pelota no se detuvo, y la siguiente víctima fue la B Nacional, cuyos talentos partieron hacia ligas europeas o americanas, atraídos por un puñado de dólares, euros, yenes, rupias o lo que estuviera disponible. En su momento fueron Andújar, Fazio o Larrivey, más tarde Bieler, Daniel Vega y el más cercano en el tiempo Matías Suárez. Ninguno necesitó siquiera recalar en un club de Primera.
Como los procesos negativos tienden a extenderse indefinidamente, el desolado fútbol argentino hoy necesita de la B Nacional para reforzar a los conjuntos de la categoría superior. Esto provoca que a los equipos como Quilmes se les haga prácticamente imposible contratar un jugador de su misma división. Hace un buen rato que se dejó de buscar incorporaciones mirando hacia arriba, pero hoy se encuentran demasiadas dificultades haciendo un panorama a los costados.
La realidad, en este torneo, es diferente a la que estábamos acostumbrados a vivir en la anterior etapa del Cervecero. Hoy los mejores jugadores del Nacional B quieren irse al exterior, los de nivel medio esperan ofertas de Primera, y casi todos los que quedan disponibles para transferencias dentro de la categoría no pueden asegurar más que rendimientos regulares. Es poco, muy poco para sus elevadas cotizaciones.
Tanto avanzaron las transferencias que hoy hasta se puede saltar de la B Metropolitana al exterior. En otro momento, un jugador como Tridente hubiera recalado en Quilmes sin ninguna duda. Apenas hace unos días esperaba ofertas de Primera, pero increíblemente terminó en el argentinizado torneo mexicano.
Encontrando casi todos los caminos cerrados, las soluciones a este interrogante se reducen a sólo una propuesta: los torneos argentinos. Sin demasiada difusión, estos certámenes bien federales aún representan un reducto del que los jugadores no saltan varios escalones con facilidad. Cuando no se puede contar con jugadores de inferiores, o cuando es imperiosamente necesario buscar un refuerzo, la búsqueda debe apuntar a estas categorías.
Con 25 equipos en el Torneo Argentino A, 48 en el B y más de 200 en el C, las posibilidades de encontrar algo aceptable deberían ser varias. Es cierto que estos campeonatos sufren la partida de sus jóvenes talentos antes de que puedan debutar en sus clubes de origen, pero siempre queda algo para rescatar.
En esta economía de guerra, siempre y cuando los juveniles propios no puedan cubrir los huecos, Quilmes deberá saber dónde buscar refuerzos, para ahorrar tiempo y tratar de anticiparse a los demás clubes. No sería una mala idea tener uno o más informantes que se dediquen a observar estos torneos porque los viejos mercados ya son absolutamente inalcanzables.