A Córdoba en familia!

Me invitaron a ir a Córdoba el fín de semana, le dije a mi hijo Lionel y a su primo Nelson, y para mi sorpresa, los dos dijeron enseguida que sí, que venían, pero que si podíamos quedarnos el lunes también, y volvernos el martes tempranito.

No entendí para que, hasta que el lunes a la tarde los dos me dijeron que se iban a la boutique, y si queria ir yo también. Dije enseguida que sí, pensando en comprar algunas cositas en la tienda, y allá fuimos.

Era bastante rara la boutique a la que llegamos, y una vez que entré, me di cuenta que era una cancha de fútbol, llena de cordobeses que gritaban como chinos.

Mi hijo Lionel y su primo Nelson me miraban con cara de «perdoná pero no podíamos dejar de venir…», y me dispuse a aguantar dos horas de prometedor aburrimiento, porque a mi el fútbol no me gusta.

Empezó el partido, todo muy colorido, pero me llamó la atención que los de blanco eran más lentos que los de verde, a pesar del colorido, que contagiaba a correr hasta a un lisiado.

A los quince minutos de empezado, le dije a Lionel: «Nene, los de verde son los del Bayern Munich, no? (Lo digo porque son los únicos que identifico por la tele…, alemanes, corren mucho y tienen camiseta verde).

Mi hijo me contestó: «Mama, cuando juegan contra Quilmes, todos los equipos parecen el Bayern Munich…».

Después me puse a mirar al muchacho grandote que gesticulaba y movía los brazos como molinete en donde estaban sentados los otros jugadores de Quilmes. Tenía camisa azul, y hablaba, hacía gestos, parecia que dirigía, pero también parecía que nadie le daba ni cinco de bolilla.

Igual, el espectaculo era colorido… Los de verde corrían, corrían, daban pases, se pasaban la pelota entre ellos, y los de blanco miraban, y la verdad, era como que tenían pocas ganas. Pero bue, era la impresión de una, que no sabe de futbol, vio?

Cuando iban unos veinte minutos, los de verde hicieron un gol.

Le pregunte a Lionel para que se ponía un poste blanco en el medio del area, que función cumplía, si no se movía, ni molestaba, ni sacaba la pelota del lugar, y me dijo con fastidio: «No es un poste blanco mamá, es González Bordón… el 4 nuestro… Es un pibe hay que esperarlo…»

Me empezó a preocupar Nelson, siempre tan activo, que sentado contra la pared murmuraba como una especie de letanía y se agarraba la frente con las manos.

Los verdes hicieron otro gol. Los cordobeses gritaban todos, y los de blanco miraban antes, durante y después del gol.

«Nene, no están como paralizados los de blanco??? Se mueven poco y nada… qué les pasa???», le pregunté a Lionel con desesperación. «Es la preparacion física especial mamá, se preparan con más carga para el próximo torneo, por eso están más pesados… después aguantan más y mejor, y son como gacelas…», me contestó Lionel y sollozó despues de decir esto.

Terminó el primer tiempo, el muchacho grandote seguía gesticulando, pero igual me siguió pareciendo que nadie le hacia caso.

Los chicos con la camiseta blanca, los del equipo de Lionel y Nelson, se fueron cabizbajos por el túnel, y quedamos esperando el segundo tiempo.

Yo ya también estaba ansiosa, esos colores obviamente algo tienen, porque el azul y blanco tira, no hay con que darle… Ahi rebobiné, y me di cuenta que en todo el primer tiempo no había habido eso que Macaya los domingos llama «peligro de gol», que es cuando tu equipo se acerca al área de los otros, en este caso los de verde, y eso me llamo la atención.

Le pregunté a Nelson: «Chiquito, estos no son de generar mucho peligro, no??? ¡Y si no crean peligro, no atacan. Y si no atacan no hacen goles, no? Cómo se hace para ganar sin hacer goles??? Se puede???»

Nelson me miró con sus ojos fijos, y vi una mirada asesina que, a pesar de ser su tía y saber que me quiere mucho, me asustó. No le pregunté mas nada.

Salieron para el segundo tiempo, y los verdes siguieron corriendo mas que los nuestros. Los de blanco no hacian pases seguidos, perdían la pelota, no pateaban al arco, y encima siempre parecía que tenían pocas ganas.

En el banco el que gesticulaba parecia otro, porque ahora tenía una camisa blanca, o era el mismo y se cambio para disimular, no se…

Los verdes hicieron otro gol.

La cancha era una fiesta, todos gritaban y saltaban. Y los blancos no daban pie con bola.

«Lionel, Nelson, a qué juega este equipo??? Ustedes saben???», pregunté.
«Mamá, dejate de romper las pelotas, a nada juega, a nada, no te das cuenta??? Si hasta vos, que no sabés un pomo de fútbol lo ves…», y rompio a llorar desconsoladamente, revolcandose por el piso en una crisis frenética.

Nelson, optimista por naturaleza, me miró y sólo me dijo: «…Un dia los voy a matar a todos… tengo las bolas por el piso de esto…», y se fue a llorar junto con el primo.

Volvimos a lo de nuestros familiares cordobeses, agarramos las cosas, y nos vinimos esa misma noche, escuchando La Red, y las notas a los jugadores de Tigre que puede salir campeón… No se porque, cuando en el micro alguien de la radio nombró a unos tales Luna y Rusculleda, descenso con Quilmes, y no se que otra cosa más, Nelson y Lionel le sacaron la radio al tipo, le pegaron un bife, la tiraron por la ventanilla y el silencio nos acompañó hasta que bajamos en el cruce Varela.

Igual fue lindo el viaje.

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