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Lo que se venía anticipando notas atrás, lamentablemente, va tomando forma y color. El resultado que importa vuelve a darle la espalda a Quilmes. Los merecimientos quedan en la nada y siempre hay que conformarse con el premio consuelo. Un premio consuelo que solo sirve para creer que el camino es el correcto, cuando en realidad es todo lo contrario. Alberto Pascutti, después de un duro revés, se retira «muy conforme» por que «el equipo jugó muy bien». Los jugadores, con un poco más de orgullo, cierran la boca, miran para abajo y buscan no quedar expuestos ante las evidencias.
Un compromiso insoslayable resulta el tema Marcelo Pontiroli (¿último partido con la camiseta de Quilmes?). Su vergonzosa actuación reaviva los fantasmas que andaban dando vuelta desde ese dudoso episodio en la era Gustavo Alfaro. El Pelado, responsable en gran parte, hizo lo suyo y del resto se encargo Luis Álvarez, árbitro del partido, que pitó siempre en contra del Cervecero. A pesar de esto, no hay excusas. En Quilmes, la categoría errores, queda chica, ya ni lugar para eso hay; ahora son todos horrores, que por la cotidianeidad, se impregnan, como un imán, en el cuerpo de los futbolistas. No nos engañemos: el equipo dominó a un rival tristísimo pero nuevamente volvió a perder.
Pascutti, con el doble discurso que lo caracteriza, habló de un equipo jugando en casa y otro afuera, pero en Córdoba insistió con el equipo del Centenario (ah, con el sinsabor, la media inglesa ya es historia). Cuando parecía que Juan Olivares tenía un puesto asegurado en el banco de suplentes, el Beto sorprendió y puso al pibe de Wilde desde el arranque, repitiendo el mismo equipo que venció a All Boys la semana pasada. Con enganche en cancha, la propuesta era más ambiciosa. Belgrano, made in Omar Labruna, planteó un esquema cauteloso y sin muchas ansias de atacar: 4-4-2 amarrete.
El Estadio del Barrio Alberdi fue siempre complicado para Quilmes, (solamente había podido ganar en una sola oportunidad, en el 2002) y ésta no seria la excepción.
El Cervecero se paró adelante y con la tenencia del balón, empezó a tejer los circuitos ofensivos, que no eran demasiados pero que alcanzaban para dominar claramente las acciones. Belgrano, aguantando en el medio, buscaba atacar con el zurdo Leandro Becerra. Tras la salida de un tiro libre desde la derecha, Sebastián Luna entró solo por el segundo palo y, en el aire, impactó la pelota para que la misma termine estrellándose contra el poste de Juan Carlos Olave, arquero local. Quilmes inquietaba pero sufría por la intermitencia de Olivares, encargado de administrar el juego. Para colmo, los volantes extremos no se asociaban. Diego García, en una jugada individual, se perfiló y sacó un remate cruzado que salió 2 metros afuera. El equipo de Labruna no tenía volumen y como consecuencia, Pontiroli pasó inadvertido. Pablo Chavarría se movía por todo el frente de ataque pero sus buenas intenciones chocaban contra la postura conservadora que tomó el resto del equipo. La parcialidad local, molesta por lo exhibido dentro del campo, se despachó con algunos silbidos.
Cuando promediaba el primer tiempo, se dio una jugada en la cual Luis Álvarez, de pésimo arbitraje, omitió un claro penal en favor de Quilmes: se articuló el fútbol por el sector izquierdo. Gastón Túrus, defensor Celeste, quiso rechazar la pelota y cuando iba a entrarle fue anticipado por Nilo Carretero. El envión que llevaba la pierna del central hizo que el impacto fuera directo a la tibia del hombre nacido en Trenque Lauquen. El colegiado, que siguió la maniobra bien de cerca, no tuvo la personalidad para sancionar. En el sur lo cobraba. Los jugadores de Quilmes, con una pasividad total, siguieron el partido y no protestaron.
Estaban dadas todas las condiciones para que el QAC vuelva de Córdoba con un resultado positivo. Belgrano no le veía la cara a Pontiroli, tenia poca claridad para conducir y encima la gente empezaba a hostigar. Quilmes, sin desplegar un nivel superlativo, era más y debía traducir el dominio territorial en el arco de Olave.
Para jugar los segundos 45, Labruna, visiblemente preocupado, puso en cancha a Franco Vázquez y a Héctor Cuevas en lugar de Leandro Becerra y Claudio Bustos. El sistema era el mismo pero cambiaban las figuritas.
En la reanudación del juego, Quilmes sacó y perdió rápidamente la palota. Vázquez armó una jugada por la izquierda, conectó con Chavarría y cuando este tiró el centro atrás, Tucker cerró y mandó la pelota al córner. Luego de un rechazo corto, el mismo ejecutor metió el esférico adentro y dio rienda suelta al show de Pontiroli. El arquero salió a cortar al borde del área chica y con un puñetazo dubitativo dejó la redonda en la medialuna. Guillermo Farré, atento, aprovechó la oferta y, con un violento zurdazo, infló la red. Otra vez Quilmes se convertía un gol inexplicable. Nuestro equipo tiene la habilidad para, en 1 minuto, tirar todo a la basura. ¿Belgrano? 100% de efectividad: un avance, una anotación.
El trámite, lógicamente se empezó a complicar. Con la ventaja a favor, el team de Labruna ganó en tranquilidad y pudo manejar los tiempos. Quilmes, hizo todo lo posible para que esto pasara. Pascutti puso a Nelson González (por Olivares, de mal partido) y el pibe, jugando libre, intentó comandar por intermedio de la posesión del cuero. Tuvo intervenciones interesantes y participó en el ataque más claro del equipo. Trianguló muy bien con Carretero y García. El delantero entrerriano vulneró la defensa, ganó por izquierda y tuvo la intención de colocar la pelota al palo lejano pero abrió demasiado el botín y su disparo se perdió por el fondo. El tiempo se consumía y el Cervecero no hallaba variantes para llegar al empate.
Cuando quedaban 10 minutos por jugar, el Beto, sin brújula, tomó su celular, hizo un llamado (¿al Chelo?) y enseguida puso a Antonio Piergüidi, que reemplazó a Diego García, de flojo rendimiento. Insólito. Pocas veces se vio algo semejante, pero así es Quilmes. En la última bola que hubo en ofensiva, González levantó un centro, Morales la bajó y Carretero, sin convicción, puso la zurda para motivar la atajada del portero. El primo del fallecido cantante Rodrigo, sacó fuerte y la pelota se salió al lateral. Ahí se originó el segundo papelón del ex guardameta de Argentinos Juniors.
Con todos los jugadores buscando en el área rival, Mauricio Almada sacó de manos y apuntó hacia la posición de Marcelo Pontiroli. El 1, confiado a pesar de sus dificultades técnicas, acomodó con el borde externo de su diestra y cuando quiso despejar, fue absorbido por Chavarría, que con el arco libre, tocó para sellar el triunfo. Durísimo.
Quilmes perdió contra un equipo que no atacó nunca, lo cual hace que sea mucho más preocupante. Volvió a regalar un partido que le era favorable y el sueño de los ilusos sigue quedando muy lejos. Un dato escalofriante: Quilmes no gana en el interior desde el 2/11/08 (3-2 épico ante la CAI). Por lo tanto, pasaron 5 meses; evidentemente hay serios inconvenientes para cortar esa racha. Queda en la intimidad del hincha utilizar el adjetivo calificativo adecuado. Alberto Pascutti deberá tomar medidas con algunos jugadores que son insostenibles. Pontiroli cumplió su ciclo y el sábado demostró que no tiene más hilo en el carretel. El paraguayo Roberto Bonet es, junto a Esteban García, uno de los jugadores con menor trascendencia en los últimos años: no corre, no marca, no juega ni hace jugar, no ataca, no defiende. Carretero poco y nada, Aparicio revienta todo, Tucker marcando da miedo…..Si la idea de algunos es pensar en la temporada que viene, pongan a los jugadores de inferiores, aunque tengamos que irnos a la Primera B. Pero sostengan un proyecto serio.
Para el próximo partido, ni Luna (el mejor jugador del equipo en la actualidad) ni Tucker podrán jugar por acumular 5 tarjetas amarillas.