VIDEO DE LOS GOLES
El túnel del terror, la televisión que funciona cuando está apagada, la muchacha que, sola en la casa en una noche de lluvia, recibe llamadas intimidantes, el demonio y el viaje del miedo. Si, hay espíritus. Exorcizarlos rápidamente sería la receta indicada para volver a ser. Aunque parezcan hechos propios de la ciencia ficción, también salen a la luz en la vida real. Sin ir más lejos, un panorama similar se le presenta al Quilmes Atlético Club, y esto es verdad pura. A pesar de que el lunes arranca el segundo ciclo de José María Bianco, hubiese sido más afectivo contratar a Los Cazafantasmas para limpiar la podredumbre que hay alrededor. Con los pulposos sueldos de algunos jugadores del plantel, se le podrían abonar los cuatro mil pesos que se le adeudan a la bruja Dora (QEPD) así nos devuelve el alma al cuerpo. Es la única manera.
El entorno da para cualquier cosa. La previa del partido contra Independiente Rivadavia tuvo de todo: se organizó una manifestación en contra de los directivos y, según testigos presenciales, no acudieron ni veinte personas. Otros, con intenciones totalmente opuestas a las de los que fueron a expresarse a la sede social, prefirieron sacar la basura que llevan dentro faltando el respeto a través de un monitor. Cobardes. Mediocres. Hipócritas. Y sigue el desfile. La impunidad que genera escribir desde el anonimato, amparándose en la cobertura de quienes conocen los sucesos pero miran para otro lado, es mayúscula. Por que sacarse la careta implica dar la cara, y muchos no tienen los cojones suficientes para realizar tan digna tarea. Es más fácil seguir acumulando gente mal intencionada pero funcional. Que cada uno se haga cargo de lo que le corresponde, todos, en mayor o menor medida, somos responsables.
Así está Quilmes. Intentando resurgir con ese tipo de personajes, los que luego, cuando el club bucea en el infierno, salen a despotricar y a tirar dardos para todos lados. La gente buena se va perdiendo, la van perdiendo y les da exactamente lo mismo. Los que persisten son los que no hablan, los que se quedan callados cumpliendo órdenes, los que obedecen y los que son maleables. Se desvirtuó absolutamente todo y hay situaciones que no tienen retorno. De la mentira no se vuelve, de la irrespetuosidad (virtual o ética) para con la persona tampoco. Una lástima ver que aquí, tan cerca de uno, ocurren este tipo de barbaridades: ¿Así pretenden cambiar las cosas?
Después de este preámbulo (para algunos seguramente intempestivo), nos metemos de lleno en lo que ocurrió dentro de la cancha. Dicho sea de paso, el césped del Centenario luce cada vez mejor….
Luego de la dura caída en Lomas de Zamora, los dirigentes fueron a buscar a José María Bianco. El Chaucha, que estuvo siguiendo las acciones del partido desde la platea, arregló su situación contractual y a partir de la semana que viene, en Ferro contra Chacarita, estará sentado en el banco.
El encuentro tuvo un desarrollo “familiar”, por lo cual podría ingresar en la larga lista de los partidos increíblemente regalados. Independiente fue mejor en el arranque. Sebastián Romero, recostado inicialmente por la derecha, manejó el balón y buscó asociarse con Ariel Ortega, quien, a pesar de algunos destellos, no pudo instalarse nunca. A partir del minuto veinte, Quilmes se reacomodó, sobre todo en el mediocampo; los tres volantes (Sebastián Luna, Ricardo Aparicio y Jorge Medina) se repartieron mejor los espacios y le dieron libertad de movimiento a Diego García. El delantero, devenido a volante, agarró la pelota y el equipo empezó a llegar. En la primera que tocó, habilitó a Juan José Morales y el tucumano, cayéndose, definió suave ante la salida de Nahuel Guzmán, arquero visitante de pésimo partido.
Quilmes gravitaba y la Lepra mendocina, cuando dominaba, carecía de profundidad. Los de Ricardo Kergaravat lograron mostrar atributos interesantes que partieron del juego colectivo, privilegiando el toque al ras del suelo, algo que hace tiempo no se veía. García, en una nueva intervención, desairó a Romero con un amague sutil, desbordó y mandó un centro que Morales no pudo definir. El Cervecero era claramente superior y, complementando a Diego García, surgió la figura de Enrique Narvay, quien hizo su bautismo oficial jugando desde el inicio.
El chico marplatense, que en los minutos iniciales estuvo participativo pero algo apresurado para resolver, abrió el marcador con un golazo. Se jugaban 38´ y, tras recibir un pase del Gurí, arrancó con pelota dominada. Tuvo tiempo, espacio y metros para recorrer sin que nadie saliera a marcarlo. Percibiendo tanta soledad, soltó un derechazo potente desde treinta metros que se clavó abajo. La emoción del delantero fue tanta que no pudo evitar que le cayeran las lágrimas. Un gol muy festejado por el hincha de Quilmes que venía pidiendo por los jugadores surgidos de la cantera. Junto al protagonista, también derrocharon alegría todos los cuerpos técnicos que forman futbolistas en Alsina y Lora.
En la única aproximación del elenco visitante, Ariel Seltzer tiró un centro a media altura que fue bien devuelto por Matías Giordano. Ortega caminó la cancha y su equipo, como en gran parte del campeonato, lo extrañó.
Ya en la segunda parte, Quilmes reafirmó lo realizado en la primera y siguió buscando. Diego García, sin obligaciones para retroceder, se adueñó del fútbol y en base a eso se fueron generando las situaciones. Gabriel Solís, volante central de Independiente, no lo pudo parar nunca. La ampliación, a modo de anticipo, estuvo en la cabeza de Juan José Morales, quien, tras un preciso centro desde la derecha, cabeceó apenas desviado cuando se encontraba totalmente libre.
A los 3´, García jugó rápido un córner, asistió a Luna y este levantó en centro al corazón del área. Allí se elevó y ganó Ramiro Fassi para decretar el segundo tanto. Para completar, minutos después, Ortega, victima de la impotencia, le pegó una patada desde atrás al entrerriano y fue bien expulsado por Daniel Raffa, árbitro del partido. Con dos goles de ventaja y en superioridad numérica, parecía que el encuentro estaba cerrado. Cachi, mientras Quilmes volvía loco a la defensa rival con el Gurí y con Narvay y, además, perdía goles, apostó a defender el resultado y peligrosamente el equipo se replegó. Enzo Kalinski ingresó por Quique Narvay, quien se retiró merecidamente ovacionado. Equilibrio en el medio era lo que se pregonaba con la variante.
Independiente, que dejaba muchos espacios en el fondo, tuvo la valentía para buscar el descuento. Lo consiguió a los 26´, cuando César Carignano entró solo por el medio y ajustició a Giordano. El partido en ese momento dio un giro sustancial. La Lepra iba con todo y a Quilmes le costaba cada vez mas hacerse fuerte en defensa. Con la salida de Diego García (reemplazado por Adrián Toloza), el Cervecero resignó todas sus credenciales ofensivas. Sin los dos hombres peligrosos, la historia se fue complicando. En la cabeza del hincha se sucedieron las imágenes del pasado. Lo que todo el mundo preveía, a los 40´, se hizo efectivo: desde un tiro de esquina, Giordano calculó mal la salida y Luis Tonelotto, con un testazo, emparejó el tanteador. Otro golpe bajo para las aspiraciones del QAC, que, a pesar de no tener chances de pelear por cosas importantes, necesitaba ganar. Raffa bajó la persiana e Independiente, de manera heroica, fue el que festejó.
En Quilmes se encuentran distintas sensaciones. Por un lado, la amargura de haber dejado puntos en un encuentro que, en gran parte, fue dominado a placer. Por el otro, atesorando el vaso medio lleno, queda la felicidad de ver que triunfó, después de mucha insistencia, lo que el simpatizante exigía, que radicaba en poder ver chicos nuevos. Con este partido se puede explicar por qué el plantel quedó tan lejos del ascenso; un equipo protagonista no puede perdonar tanto. Para ganar, hay que ser efectivo y cerrar, si es posible, con cinco goles en el arco ajeno. Sumado a eso, se notó una merma en el rendimiento físico y eso fue bien capitalizado por los mendocinos, que a pesar de tener un jugador menos, supieron correr la cancha.
Si bien Quilmes no pudo añadir tres unidades, las que si triunfaron fueron las divisiones inferiores. Una nueva demostración para que los dirigentes (y ahora el Chaucha Bianco) vean que no hace falta contratar a 15 jugadores la próxima temporada. Alcanza con sostener un proyecto serio y resguardar la economía de un club golpeado en ese aspecto. Material hay, y de sobra. Muchos pibes demostraron que están capacitados para ponerse la camiseta, ahora es tiempo de apoyarlos. Nosotros, los hinchas, debemos tener paciencia, por que el hecho de poner valores jóvenes implica un proceso de adaptación, el cual debe ser sustentado sin insultos ni reprobaciones exageradas.
Los aplausos para despedir al equipo fueron una muestra positiva. Quilmes jugó a algo diferente, contó con momentos de lucidez y ahora habrá que reafirmarlo. De cara el futuro, Bianco deberá trabajar mucho en lo anímico, cuestión fundamental para enderezar el barco.
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