Terapia intensiva

La situación del club es cada día más desesperante. Se planteó en la nota pasada y ahora vuelvo a afirmarlo: Quilmes es un club de perdedores, y los perdedores, en el fútbol y en la vida, no llegan a nada. Empezando por la paupérrima administración dirigencial, caracterizada por la inoperancia para conducir, continuando por los empleados (jugadores y cuerpos técnicos) y terminando por los hinchas que van solo cuando el equipo está puntero. Debemos decir que el trabajo de los popes está cumplido. Y con creces. Tomar todas las decisiones mal no es fácil, pero ellos, con el tiempo, lo fueron logrando. Esos errores todavía los sufrimos, y como viene la mano, aún hay para entretenerse.

Según el diccionario, perdedor es aquel que “pierde o fracasa en un juego o empeño”. Nosotros lamentablemente de eso sabemos. Cambiar la mentalidad de equipo chico es un trabajo que demandará mucho esfuerzo y dedicación. Los “récords” se fueron batiendo; claro, las estadísticas están para romperlas. Ver, en la fecha 31, el Centenario con menos de 2000 personas es una vergüenza, algo que no se puede permitir. Hagamos autocrítica como hinchas, en algo estamos fallando, los directivos dan lástima, pero nosotros no mandamos señales para despegarnos de eso. No tengo intenciones de repetir conceptos, pero, por ejemplo, las personas que llenaron las dos bandejas en La Boca, ¿A dónde están? ¿No son más hinchas de Quilmes? ¿Se cambiaron de vereda? No podemos ilusionarnos si mínimamente no cumplimos ciertos requisitos.

No sobran las palabras. Seguir llenando renglones es únicamente para hurgar en la herida, y no tengo ganas de seguir sufriendo por individuos que desprestigian al club, dentro y fuera de la cancha.

Con respeto al partido:

José María Bianco, tras el encuentro, expresó: “Generamos muchas situaciones de gol, sobre todo en el segundo tiempo. Merecimos ganar”. Si uno analiza, el Chaucha, a pesar del enojo de algunos simpatizantes, no pifió en su visión. Quilmes propuso en todo momento y la Comisión de Actividades Infantiles apostó a una defensa sólida y al contraataque.

El primer tiempo fue lamentable. El Cervecero llegó bien por las puntas pero en el área ganaron siempre Pablo De Miranda y Lucas Malacarne, marcadores centrales, y Emanuel Tripodi, arquero y figura de la tarde en el conjunto conducido por Víctor Doria. Juan José Morales no aportó nada, Enrique Narvay fue con ganas y Diego García, más pendiente del tobillo que del juego, apenas contribuyó en algunos desbordes. La CAI estuvo cerca de convertir con una combinación por la izquierda que derivó en Matías Soto Torres, quien giró y remató suave al primer palo; Matías Giordano respondió muy bien. La visita no tuvo precisión para contragolpear, sino Quilmes hubiese sufrido mucho. Eso fue todo lo que tuvimos que soportar. Fue prácticamente un entrenamiento con público (podrían haber dejado pasar gratis a la gente). Ambos, en deuda.

Ya en el complemento, Doria vio que su equipo podía ganar y metió a Martín Rolle y a Lucas Villafáñez para que se junten con Soto Torres en la ofensiva. Los cambios, en los minutos iniciales, fueron productivos, pero con el correr del tiempo se fueron diluyendo. Bianco cambió a Juan Olivares y a Nelson González por Nilo Carretero (nuevamente demostró que tiene serias dificultades. Gracias. Retorna a Banfield y arma una sociedad con Gastón Schmidt) y Narvay, quien se retiró golpeado. A diferencia de la semana pasada, las variantes le sumaron variantes ofensivas para generar maniobras.

Ahora sí, justifiquemos las declaraciones del DT: 1) Luego de un remate de Andrés Aparicio (otro que jugó mal, como siempre) que se desvió en un defensor, Diego García, perfectamente habilitado, recibió solo dentro del área, se acomodó y definió mal. El entrerriano deberá trabajar seriamente en ese aspecto. No es la primera que pasa y, en la situación que está el equipo, es importante ser efectivo. 2) Olivares, si bien muchos lo mataron, le cambió la cara al equipo y participó en situaciones netas. Juan ejecutó un tiro libre desde la izquierda que nadie llegó a tocar y se estrelló contra un caño. El rebote fue capturado por Morales, quien sacó un testazo que cruzó paralelo a la línea de gol y se perdió por el fondo. 3) Sergio Marclay, que volvió a ser tenido en cuenta después de una rueda, recibió de aire y no pudo definir por arriba del cuerpo de Tripodi. La pelota le quedó a Morales, luego al Pájaro de espaldas al arco y por último a González, quien remató fuerte pero sin puntería. 4) Olivares, por el sector zurdo, habilitó correctamente a Marclay y este, llegando al fondo, metió un centro al área. Morales puso la cabeza a pocos centímetros del arco y Tripodi volvió a resolver con prestancia. 5) Cuando el partido se moría, un nuevo centro conectó con la cabeza de Olivares pero el remate cruzado salió por el fondo.
Amén de esto, y de algunos otros intentos no tan evidentes, para ganar en el fútbol hay que hacer goles. No hay alternativas.

El equipo visitante se defendió bien e incluso dispuso de algunas posibilidades que no supo aprovechar por falta de resolución en los metros decisivos. Por momentos el partido fue golpe por golpe pero ninguno supo como ganarlo. Ni siquiera pudimos aprovechar que Luis Álvarez, árbitro del partido, pitó (casi) todo a favor nuestro. Cabe destacar por enésima vez que el plantel no tiene herramientas suficientes como para concluir el campeonato de otra forma, como consecuencia, estamos hablando de uno de los peores combinados del certamen. El sábado se perdonó a un equipo que está en zona de promoción y que llegó al Estadio con cinco suplentes, en una combi más apta para un grupo de turistas que para un plantel profesional y sin publicidad en la remera (je). Reunimos todas las miserias habidas y por haber. El mejor jugador del QAC fue Marcelo Guzmán, uno de los pocos que transpira la camiseta. Deberían imitarlo.

Si miramos el vaso medio lleno encontramos a un elenco que, bajo la conducción de Bianco, generó, como poco, ocho opciones claras de gol en dos partidos. No considero descabelladas las palabras del director técnico. Pero tampoco veo a un Quilmes campeón de su mano. Es positiva la vuelta de Marclay, luego del manoseo propinado por el peor DT que tuvimos en años. Entró enchufado, con ganas y, de yapa, casi hace el tanto del triunfo.

Ahora hay que darle forma a la depuración para dejar afuera a los que cobran mucho y juegan nada, esos son los que le hacen mal a la institución, a pesar de que el problema mayor esté por encima de ellos. Con respecto a los pibes, una consideración: en una celebración de la Juventud Cervecera, Juan Carlos Garbaccio, presidente del Quilmes Atlético Club, se hizo cargo de las impresentables contrataciones que se hicieron en las últimas temporadas y pidió apoyo para los chicos de Alsina y Lora. Este discurso lo escuchamos miles de veces y todo quedó en la nada. ¿Garbaccio cumplirá esta vez? ¿Podrá hacerse valer? ¿Podrá revelarse ante las determinaciones de José Luis Meiszner? ¿O estas palabras fueron para desligar al ex mandatario de las contantes frustraciones deportivas e institucionales? El tiempo, como siempre, dará sentencia. Los hinchas pretendemos que ante todo se privilegien los intereses de lo que tanto amamos.

El jueves se viene un choque importante en Tucumán. Habrá que ver que propone el Chaucha, pero teniendo una idea de cómo se maneja, no esperemos un equipo que salga a buscar el pleito. Eso asusta, por que Atlético tiene un plantel interesante y nosotros, apenas tiramos al césped la pobreza que tenemos. Bastante nos hicieron sufrir en esta temporada, por lo menos dejen la vida y defiendan la Blanquita como corresponde. No queremos seguir soportando humillaciones.

Para cerrar, a pesar de todo lo malo que pasa, valoro y dedico esta nota a todos los que pusimos el pecho y estuvimos acompañando a Quilmes. La mejor manera es esa, estando juntos, pero sin mentiras y sin maltratos….

FOTO WWW.QUILMESDEPORTIVO.COM.AR

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