Corren tiempos en los cuales el fracaso cotiza en alza. Establecer los responsables no resulta tarea sencilla, aunque los dirigentes deberían asumir las culpas por ser quienes permiten que ciertos personajes circulen por el mundo Quilmes. Como consecuencia, las penurias del club giran sobre su propio eje. Cuando haces las cosas mal desde arriba, los resultados serán defectuosos.
Con relación a los hinchas, habría que realizar una autocrítica profunda. La falta de tino para opinar es llamativa cuando hablamos de gente grande, supuestamente madura. Somos responsables por lo que pasa y sin embargo algunos siguen escudándose en un monitor, creyéndose que esa es la mejor manera de cambiar la situación. Como simpatizantes del Quilmes Atlético Club estamos en deuda con la camiseta y con la historia. Somos, como verdaderos dueños del club (porque el club es de los socios, aunque esto no se aplique en la realidad), cobardes para actuar. Cobardes porque, en vez de ir a tocarle la puerta a José Luis Meiszner para pedirle explicaciones por lo que hizo, hace y hará, acortan camino creyendo que el mal de Quilmes pasa por un jugador. En vez de escribir, es mejor que descarguen la bronca con el verdadero símbolo de la desesperanza. Si la institución se fue desprestigiando día a día, un buen porcentaje corresponde a nuestra poca participación. Sin la mirilla bien apuntada, el tiro volverá a salir por la culata.
Hoy, lamentablemente, los que aman la Blanquita son los 2000 o 5000 que van a la cancha todos los fines de semana, no tenemos más que eso. ¿Morón, en la B Metropolitana, lleva más gente que nosotros? Sí. ¿Chicago? También. ¿Temperley? Absolutamente. Entonces caigamos a la realidad y no queramos mostrar la herramienta viril para defenestrar a terceros. Es triste ver como se la agarran con, por ejemplo, Diego García cuando la única verdad irrefutable es que el que le hace daño a Quilmes transita con comodidad y nadie mueve un pelo.
Con todo el respeto que me merece (y abriendo un espacio de debate si se puede), me resulta incompresible interpretar la nota que el día miércoles publicó el encargado de Redacción del Diario El Sol, Carlos Botasso. En torno al futuro económico y político del club, pasando por Aníbal Fernández, Meiszner y la conformación de un grupo de apoyo. La exposición concluye con el lacónico “todo sea por el bien del Quilmes Atlético Club”. ¿Todo sea por el bien del Quilmes Atlético Club? Se llega a la conclusión que la hipocresía es abundante. Si rifar al club y ponerle el cartelito de venta es producirle un “bien” a Quilmes, es inexorable pensar que la información no llega bien. Nuestro desconcierto (el de los hinchas) también se genera por este tipo de cosas. Está en cada uno creer o descreer.
La mesa estaba servida. Si Quilmes ganaba iba a llegar a la línea de los 50 puntos, una cifra “positiva” dentro de la pésima campaña. Además, por primera vez en la temporada, tenía la posibilidad de hilvanar tres triunfos consecutivos. Por el otro lado, Talleres, con el descenso al borde de consumarse, necesitaba sumar de a tres para seguir con vida, aunque no dependía de si mismo.
El Cervecero, sin cambios con respecto a los once que visitaron a Aldosivi la semana pasada, salió con el 4-4-2 conservador de José María Bianco. La prioridad, claro, es cuidar el cero para después, si se puede, lastimar en el arco de enfrente. Los cordobeses, con la baja de Cristian Zermattén por lesión, Luis Salmerón suspendido y Sebastián Cobelli excluido por decisión táctica, jugaron con un 4-3-2-1. Las ausencias de los dos delanteros titulares, que suman, juntos, 26 goles en la temporada, eran considerables para un elenco que llegó al Centenario con la soga al cuello.
Los instantes iniciales, acéfalos, transcurrieron sin firmeza. Ningún equipo asumía el rol protagónico y el ir y venir no se extendía a los arcos. En Quilmes lo de siempre: los cuatro volantes en línea dependían de la aparición de Juan Olivares para generar el circuito ofensivo y la posterior conexión con Sergio Marclay y Juan José Morales. Se vio un equipo compacto en defensa y en el medio, corto, sin espacios. Pero carente de recursos para buscar a los hombres de punta. Claudio Corvalán se proyectaba poco por la izquierda y los laterales tampoco subían. Talleres, con sus creadores, Lucas Wilchez y Lucas Godoy, no lograba obtener profundidad. La primera llegada se originó a los 16´ con un disparo de Olivares que salió desviado, por mucho. La visita respondió con un tibio cabezazo de Martín Cabrera.
Poco había pasado y Corvalán, desde la izquierda, habilitó al centro para la entrada de Enzo Kalinski, quien le puso el borde externo. Apenas afuera. El trámite no superaba la pobreza y sorprendía que los conducidos por Roberto Marcos Saporiti no tomaran las riendas, según exigían las necesidades. Para despertar un primer tiempo dormido, el show de Roberto Tucker (cuándo no) se paseó por el césped del estadio: Emmanuel Fernández Francou ganó bien por la derecha y sacó un centro suave dirigido hacia el área chica. Dentro de ella, y en una posición clave, en la cual un último hombre no puede fallar nunca, el ex Racing de Olavarría le pifió al balón y, por atrás, Cabrera impactó. Matías Giordano fue abajo y abortó de manera estupenda lo que estuvo a punto de abrir el marcador. Minutos más tarde, cuando se cerraba la etapa, Marclay levantó desde la izquierda y el zaguero, solo por el segundo palo, se devoró un gol imposible. Inundación. Agua por todos lados.
Cuando Néstor Pittana, árbitro del partido, le bajó el telón a los primeros 45, para la T no llegaban las mejores novedades desde Lomas de Zamora. Los Andes, rival directo en la lucha por permanecer, se iba al descanso 2-0 arriba ante Atlético Rafaela. Ese resultado obligaba a Talleres a dejar la categoría, sin importar su producción en la cuidad de la cerveza. Los integrantes de la delegación, seguramente enterados del triunfo parcial del Milrayitas, sepultaron sus esperanzas cuando aún restaba disputar el epílogo. Quedaba jugar por la dignidad que permita despedirse con la frente alta.
Para afrontar el complemento, Saporiti metió a Roberto Moreyra en lugar de Juan Galarraga. Volante por delantero y, ahora, tres atacantes para quebrar el cero. Bianco no dispuso ingresos pero sí mandó a calentar a todos los suplentes. Talleres, con vergüenza, logró imponerse en el terreno y por las bandas complicó al fondo Cervecero. Reafirmó esta tendencia a los 6´, cuando un envío desde la izquierda cruzó toda el área y encontró, sólo por el segundo poste, la entrada de Cabrera, que definió de cabeza para vencer a Giordano. Gol de un ex Quilmes que nunca llegó a jugar en el club y que, en enero, decidió ir a Córdoba antes de firmar con el QAC. Y sí, el carrilero pelilargo eligió mal.
Cuando el rendimiento de Talleres subía y daba la sensación que el partido se complicaba, Quilmes equilibró la balanza. Por el sector derecho nacieron las mejores opciones. Sebastián Luna asistió a Morales, el goleador giró y le quemó las manos a Valentín Brasca, que respondió muy bien. Otra vez Luna tomó relevancia, en esta con un disparo de zurda que el arquero llegó a desviar cuando se metía por el primer palo. Olivares fue otro que levantó el nivel, participando y teniendo el esférico. Bianco, astuto, tomó nota y puso a Enrique Narvay por Marclay y a Diego García por Corvalán. A partir de los cambios, el nivel del equipo incrementó. Igual, el 4-4-2 fue inquebrantable. García se ubicó como mediocampista exterior. ¿Tan difícil es intentar con un enganche? ¿Tan difícil es juntar a los futbolistas de buen pie?
A los 20´ fue la hora señalada para que Quilmes llegue al empate. Brasca, como en toda la tarde, sacó mal y en la mitad de cancha Morales anticipó a Matías Quiroga. El tucumano avanzó con pelota dominada y abrió para el ingreso de Olivares, por el flanco diestro. El nacido en Wilde entró al área y metió al medio para que el 9 selle la maniobra con una ejecución baja y certera. De esta manera, señaló su decimoquinta anotación. La igualdad depuso las intenciones del cuadro visitante, que tiró la toalla definitivamente. El anfitrión no bajó el ritmo, aprovechó los espacios que le otorgó su contrincante y así tuvo chances para ganarlo. Un sablazo de García que tapó Brasca y un desborde de Luna que volvió a exigir al guardameta fue lo más claro.
Pittana, con el sonido de su silbato, terminó el partido. Talleres, la 2009/2010, jugará en el Torneo Argentino A y Quilmes, en su excursión a Bahía Blanca, deberá vencer a Olimpo para superar las 50 unidades.
El Cervecero completó sus 19 encuentros en condición de local y la irregularidad invade. Ganó ocho partidos, empató siete y perdió cuatro, por lo que obtuvo 31 puntos sobre 57 posibles. Ahora habrá que esperar hasta agosto para volver a pisar el Centenario. Ya se está extrañando…
Esperemos que el campeonato entrante tenga a un Quilmes más serio. En sus dirigentes, en su cuerpo técnico (seguiría Bianco), en los futuros integrantes del plantel y, sobre todo, en los hinchas.
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