El fútbol es traicionero: envuelto en la vorágine de los urgentes, si conseguís sumar de a tres todo se mete debajo de la alfombra y la transición entre el bien y el mal es pequeña; de lo contrario, si el producto final es negativo, las miserias quedan flotando. Sin embargo, una de las tareas del periodista consta en poder analizar un acontecimiento (en este caso deportivo) sin caer en el facilismo de demonizar o vanagloriar por un resultado pasajero. En definitiva, no deja ser un hecho efímero. Lo que queda es un lapso mediano o largo de tiempo, un proceso. Y, tratando de encasillar el triunfo de Quilmes ante Deportivo Merlo dentro del cuadro justo, hay que decir que fue una victoria importante, aunque vale aclarar que el trabajo que espera es arduo.
Petiso, casi 170 centímetros de estatura. Retacón y Fornido. Volante por la izquierda que surca su andarivel como si fuese un cochecito de Scalextric. Por supuesto, domina y juega con la zurda. Pone el cuerpo con gran voluntad, y por un momento fue figura de su equipo. Obvio: lleva el número 10 impreso en la espalda. ¿De quién estamos hablando? ¿De Diego Armando Maradona? Aunque parezca, no. El hombre en cuestión es Matías Di Gregorio. Si, el Tano, quien posibilitó que Quilmes ganara por primera vez en el campeonato. Pasen y vean… total es gratis.
En el Estadio Municipal de Pilar, a las 15:30, tal como estaba pactado, Javier Ruiz, árbitro del duelo entre Charros y Cerveceros, pitó el inicio. Ufff… para qué. El arranque fue un dolor de ojos, porque ninguno pudo vencer al pésimo estado del césped. Mala circulación de pelota, imprecisiones constantes, piques en contrasentido y más de un tiempo para dominar el balón. A pesar de las complicaciones, Merlo, que está jugando por primera vez en su historia un torneo de Nacional B, estuvo mejor parado.
Leonel García, volante central y capitán del elenco local, se plantó bien en el medio y se las ingenió para quitar y distribuir con criterio. Y hay que sumarle a un hombre clave: Jonathan Torres. El delantero sacó a bailar a Germán Noce, que llegó ajustado en lo físico (por una contractura en el abductor) y sufrió. El futbolista oriundo de San Isidro se tiró atrás, encaró, pasó y desparramó chiches y gambetas por la banda izquierda. Quilmes nunca le encontró la vuelta. Crack.
El tránsito se embotelló en la zona céntrica del campo y allí es donde el equipo de Oscar Dionisio Ledesma (reemplaza interinamente a Felipe De La Riva, quien tiene licencia por un problema personal) logró imponerse. La primera llegada clara, a los 14´, nació de un saque desde el arco de Franco Armani. El esférico picó y llegó hacia la posición de Maximiliano Barreiro, que partió habilitado por una defensa desordenada. El mendocino, inmerso en el sector siniestro del área, sacó un zurdazo que fue bien abortado por Emanuel Tripodi. No obstante, a esa altura del juego, el arquero visitante ya había sacado mal con el pie y, además, comprometido a sus compañeros sin necesidad a través de cesiones con la mano.
El Cervecero no podía pisar fuerte y las dos líneas de cuatro sucumbían ante el toque de un Merlo que dominaba sin llegar a profundizar. La figura de Torres se complementó bien con Matías Roldán, quien jugó a espaldas de Miguel López, de flojo desempeño. Lo concreto era que el dueño de casa, cada vez que iba por el flanco derecho del QAC, ganaba. Enrique Narvay y Leopoldo Gutiérrez quedaron aislados y pudieron hacer poco. La única opción se generó con una corrida de Francisco Cerro que terminó con un buscapié al corazón del área. Nadie llegó a definir en primera instancia y la redonda la quedó a Gutiérrez, que remató fuerte… su impacto pegó en el cuerpo de un defensor rival.
Sobre los 41´, el Charro hilvanó una maniobra de derecha a izquierda y Torres, inclinándose hacia adentro, desenfundó un tiro que reventó el palo derecho de Tripodi, en lo que se convirtió en la llegada más clara del primer tiempo.
En la etapa final, Quilmes, sin llegar a jugar bien, mejoró considerablemente. Narvay inquietó con algunos desbordes y Cerro y Marcelo Guzmán recuperaron la tenencia en el medio. En base a eso el equipo ganó metros. A los 17´, José María Bianco cambió nombres y esquema: entró Matías Córdoba por López (está claro que es enganche, no carrilero) y el 4-4-2 pasó a ser un 3-4-1-2, con Noce y Di Gregorio por las bandas y el recién ingresado como enlace.
Córdoba aportó movilidad, en buena sociedad con la ida y vuelta incansable del Tano. Merlo no atacó y Tripodi fue un espectador de lujo, al igual que los defensores. El Cervecero, con más instinto que otra cosa, llevó a Merlo con una correa y logró dominarlo. Al toque, Mauricio Carrasco sustituyó a Narvay, en un cambio de fichas iguales. El equipo del Chaucha iba…
En el minuto 27, Ruiz sancionó una plancha a favor de la visita que fue cobrada por Di Gregorio. Desde la derecha, en ¾ de cancha, y con jugadores de ambos bandos esperando en el área le llegada del centro, Córdoba saltó por encima de la pelota y el ex Independiente le puso tiza a su botín zurdo. Levantó un envío que pasó con tranquilidad y el cuero se acomodó en la valla defendida por Armani, quien podría haber hecho más. Con la ventaja en el bolsillo, Bianco ordenó la vuelta del dibujo táctico del principio. Quilmes siguió con la búsqueda y besó el segundo con remates de afuera y con sendos cabezazos de Juan Manuel Herbella y Walter Ribonetto, dos que aprobaron.
A falta de 10´ para el final, Facundo Sava saltó al campo para ocupar el puesto de Gutiérrez, que contribuyó poco. El Colorado se mostró participativo y hasta dispuso de un cabezazo que rozó el poste. Claro, por como viene la mano, pinta para titular el domingo que viene frente a Aldosivi en el Centenario.
¿Y Merlo? Los de Ledesma no produjeron nada. Torres se esfumó en ofensiva y chau esperanzas. Además, García perdió consistencia y Roldán ni la tocó.
Por ahora, el celular de Dios tiene señal. Y es buena señal, valga la redundancia, que se haya ganado un partido que tiempo atrás se hubiera perdido. Porque esta clase de cotejos son lo que a la larga pueden llegar a marcar una diferencia con respecto a los demás. Son reductos en los cuales cualquier equipo con aspiraciones de ascenso debe salir airoso. Suma no sólo en la tabla, sino también en la confianza de un grupo que venía de un (muy) tibio debut oficial.
Por otra parte, sería pecar de ingenuo si quisiera ocultar las falencias de Quilmes por detrás del 1-0. A “favor” de los jugadores: la cancha de Fénix se encontraba en un estado calamitoso, con arena y pozos. Lo único que faltaba era que, para tapar los huecos, le tiraran adoquines. Lamentable… El Cervecero jugó mal. La fisonomía de conjunto sigue sin aparecer, y como comentamos a un QAC feliz, tranquilamente podríamos estar hablando de una derrota o de un amargo empate, teniendo en cuenta que fue un tiempo para cada uno. Para afianzar el mote aún falta. Se ganó, está bien, pero no sobró nada. Queda claro: siempre es mejor corregir en base a halagos.
Dentro de un choque trabado y parejo, la diferencia entre Quilmes y Merlo quedó establecida por una señal que iluminó a Di Gregorio. A ese loco bajito que no quiere dejar de joder con la pelota…