No lo buscaba por el simple hecho que José María Bianco, más allá de los minutos que le había dado ante Boca Unidos, se inclinó por otros delanteros. Tampoco lo encontraba, por la misma razón. Seguramente, en los momentos de desesperación, cuando el cansancio vencía a cualquier signo de vitalidad, se habrá preguntado qué motivos produjeron su arribo a Quilmes. Sin embargo, con los componentes que caracterizan una ambigüedad, sentía que podía venir, alcanzaba a observarlo desde la mirilla del antifaz que llevaba puesto. Y una noche de viernes, como quien no quiere la cosa, se lo vio rondando por el pueblo del área chica. Despacito, casi lento, entre dos camisetas verdinegras, salió a su encuentro. Ya en la puerta del hogar de Luciano Pocrnjic tomó contacto con la pelota y la risa, en el Centenario, empezó a flotar. Miles de almas estallaron en un grito que se tradujo en tres puntos valiosos. Así, fue tapa de todos los diarios quilmeños. ¿Quién? Ramón, la alegría del alma Cervecera. ¡¿Quién?! Ramón Lentini, con la risa en su mirada.
Era uno de esos choquen en los cuales se privilegia ganar por sobre el juego lindo y vistoso. San Martín de San Juan y su chapa de equipo puntero no servía de excusa para especular. La caída ante Atlético Rafaela obligó a salir de Vicente López y Esquiú con una victoria como único resultado posible. Es parte de la presión que se tiró Bianco. La ecuación, esta vez, cerró a la perfección. Quilmes mostró credenciales que lo presentan como un conjunto con sed de protagonismo y, de seguir por el camino de la seriedad, la lucha será permanente. Bajaron palos infundados hacia la cabeza de Bianco tras el sacudón en Santa Fe, pero el Cervecero tuvo personalidad para superar a un equipo duro que vino con el libreto estudiado al pie de la letra.
Aquí, lo curioso de la fecha seis: sorprendió que Quilmes, luego de haber exhibido una importante solidez defensiva en sus presentaciones anteriores, haya sufrido más de la cuenta; por otro lado, a diferencia de partidos anteriores, existió esa cuota de claridad para encontrar los espacios en la gestación y en la terminación de las jugadas. Dos polos opuestos que actuaron al revés de lo normal. Veamos…
De la línea de tres, Walter Ribonetto y Martín Quiles cumplieron con creces. El ex Rosario Central se acomodó muy bien a la categoría y le sobra paño para bancarse a cualquier centrodelantero. El marplatense, como siempre, firme en su función. El que estuvo errático fue Juan Manuel Herbella, quien cometió falencias infantiles que podrían haber derivado en gritos sanjuaninos. Además, San Martín dispuso de más de una situación neta: el ping pong de llegadas favoreció al elenco de Enrique Hrabina. Para abortar el peligro apareció la humanidad de Emanuel Tripodi, quien exteriorizó su mejor versión. El arquero tapó dos pelotas de gol y brindó seguridad en todo momento.
En ofensiva, Quilmes sacó a relucir la llave que abrió las puertas del fondo de San Martín. Claro, es sencillo cuando se juntan los futbolistas que hacen la diferencia con la pelota por el piso. En el complemento el QAC ganó el duelo en el mediocampo y desde ahí surgió lo mejor. Con paciencia e inteligencia, la idoneidad de un lúcido Francisco Cerro (gran dupla con Marcelo Guzmán) y la verticalidad de Miguel López fue la sociedad perfecta. No obstante, en el primer tiempo nunca se llegó a lastimar a Pocrnjic y sólo se intentó por intermedio de tiros de esquina. Todo el volumen de juego que faltó en los primeros 45 se volcó en los instantes decisivos del epilogo. Es un gran indicio porque al Centenario ningún rival sale a atacar; es imprescindible saber por dónde intentar cuando el contrincante clausura la primera opción. Fue una muestra de madurez.
¿Y el cuco cuyano? Hirió al Cervecero de contragolpe y con algunos cabezazos. Amarrete, dispuso de jugadores como salir a plantarse de una forma más ambiciosa pero no pasó de la media. En el gol de Lentini marcó en línea y pagó caro. Ah… Sebastián Penco besó la igualdad en una de las acciones del final.
Bianco va encontrando en el 3-4-1-2 un esquema que satisface su paladar futbolístico. Es el ADN que llevará a definir la identidad del equipo. El Chaucha, después de tanto probar, halló la matriz, el esqueleto. De a poco se da cuenta que Quilmes tiene material como para apostar a un dibujo fijo y al equipo de memoria. Se consolida la fortaleza en casa (nueve sin conocer la derrota), por ahora la gente acompaña y dentro de la cancha hay respuestas.