Sube la rampa

Creer o reventar. Quilmes, después de un largo tiempo de ausencia, retornó a la escena principal con una muestra de fútbol más que interesante. La vuelta se dio a todo trapo, con un equipo que rompió la barrera de la mezquindad para meterse en la extensa cola mañanera que deben hacer quienes desean obtener el Documento Nacional de Identidad. Ése que, como indica la última palabra, tiene por objetivo individualizar o distinguir un objeto determinado. Parece reiterativo, pero es el pasaporte indispensable que se necesita para ir a buscar el tan ansiado ascenso. Ganar puede ganar cualquiera, formas hay miles, aunque ganar jugando bien es un lujo que pocos se pueden dar. Y el Cervecero, que voló muy alto en el primer tiempo, interpretó que con la pelota al piso es más sencillo encontrar los caminos del triunfo.

José María Bianco sorprendió con el producto final que ofreció. En la semana, hizo y deshizo a su antojo, probó esquemas y nombres propios, se tomó su tiempo para meditar y decidir. Dejó de lado su perfil defensivo (que acá hemos marcado en reiteradas oportunidades) y apostó por un equipo ambicioso. Jugó un pleno en el césped del Centenario y los resultados avalaron las determinaciones que escogió. Es justo reconocer, más allá del trabajo de los futbolistas, que el Chaucha tomó riesgos y supo hacer una lectura correcta de Aldosivi. El sabor es dulce porque Quilmes venció siendo protagonista, porque el fútbol es un juego, y en todo juego se ponen cosas en contingencia. Por eso, en este deporte ganan los que juegan. Y el director técnico tiene su merecido mérito porque jugó de la manera adecuada.

A saber: ningún entrenador, después del partido que había disputado ante Deportivo Merlo, se hubiera animado a excluir a Matías Di Gregorio, figura y autor del tanto del triunfo. Sin embargo, Bianco lo hizo. ¿Quién jugó en ese lugar? Miguel López, el dueño de todos los flashes pos partido. Bancó a Martín Seri, le dio el carril derecho y el ex jugador de Newell´s, con menos de una semana junto a sus nuevos compañeros, superó las expectativas. Sacó a Enrique Narvay, quien aún no pudo refrendar lo de la temporada pasada, y reintegró a Mauricio Carrasco, que pagó con gritos. Además, fue flexible con el dibujo táctico e hizo de la presión en campo contrario el principal estandarte.

Aunque parezca un detalle menor, no hay que dejar afuera del análisis la solidez defensiva, una característica inherente a todos los equipos que conduce el Chaucha. El arquero y la línea de fondo salen de memoria, por eso no es casualidad que a Quilmes no le hayan hecho goles en los primeros tres cotejos del campeonato. No hay mejor ataque que una correcta defensa, aunque es cierto: sin anotaciones no derrotas a nadie. Es bueno que entre dichos factores exista el equilibrio justo. Los grandes conjuntos se arman de atrás para adelante.

¿Bianco hizo los dos goles? ¿Fue al arco? ¿Robó muchas pelotas en el mediocampo? De ninguna manera. El DT eligió y los jugadores estuvieron a la altura de las circunstancias. El Cervecero salió con hambre, con ganas de comerse al rival, como debe plantarse el dueño de casa, el que desea recuperar la mística del glorioso Estadio Centenario. Quilmes puso de rodillas a Aldosivi, lo sometió con su fútbol, lo ahogó, lo redujo y lo lastimó. Tácticamente impecable, de galera y bastón. Quedó demostrado que el “ponga huevos” que muchas veces reclamamos es muy pequeño al lado del balón al ras del piso y bien jugado. En todo caso, volviendo a un concepto anterior, no resulta una utopía pretender pierna fuerte y acciones de alto vuelo. Si se mantiene la filosofía, todo está dentro de lo humanamente posible.

¿A quién se le ganó? Para el que no tiene referencias del equipo de Pablo Corti, vale aclarar que la institución marplatense, por ejemplo, le hizo una oferta descomunal en dólares a Cristian Cayetá, uno de los delanteros fetiche del último mercado de pases. El Tiburón se armó para pelear arriba, pero con Quilmes no pudo. Era una buena medida, y dentro del campo contemplativo, nuestro representativo bajó a un club que ostenta un plantel importante, con sed de protagonismo.

La etapa inicial del QAC fue lo mejor que se ha visto en muchísimo tiempo. Aldosivi salió a esperar y se sorprendió porque el local buscó imponer su ritmo. Carrasco y Leopoldo Gutiérrez (flojito desempeño) toreando arriba, Marcelo Guzmán y Francisco Cerro se cansaron de anticipar en el medio y la defensa estuvo firme. Si a esto le sumamos que el ritmo físico no mermó, estuvimos en presencia de una marcha difícil de contrarrestar. Ah… no hay que dejar afuera a López, quien se soltó y resultó un enorme dolor de cabeza para el oponente. El de Ensenada mostró destellos de futbolista distinto, ahora deberá reafirmarlo con el correr de las fechas. Emanuel Tripodi, en el arco, brindó seguridad en todo momento, aunque no fue exigido en cantidad.

Aquí se abre un párrafo dedicado a los dos muchachos que desgastaron los carriles: Seri, por el sector derecho, y Claudio Corvalán, en la izquierda. Ambos, en silencio, aportaron el peso exterior necesario. Quilmes fue por las bandas e hirió, en buena proporción, por la pericia de éstos dos. Fue un arma contundente, una llave que despejó el panorama para que Carrasco hiciera lo suyo en la zona caliente. Claro, la reciente incorporación metió el centro del primer gol y no se cansó de ir y venir. Por su parte, el Mugre marcó con fiereza y se proyectó con decisión: notable tarea.

En el complemento se reguló. Aldosivi, tibio, jamás le vio la cara a Tripodi. Bianco equilibró el medio con el ingreso de Sergio Meza Sánchez y de Matías Córdoba, reemplazó a Seri y a López para que se fueran aplaudidos y Carrasco, otro mimado por el público, le dejó su lugar a Enrique Narvay. Sin problemas…

Otra vez, la gente volvió a acompañar al equipo, y mientras Quilmes continúe contagiado de adentro hacia afuera, los aficionados seguirán con la asistencia. Es importante, porque una de las patas de la mesa es propiedad del hincha. La tribuna unificada, indudablemente, le otorga un color y un clima especial a la cancha.

Con la esperanza en la cresta de la ola, el objetivo es que la actuación no quede en un partido aislado. Quilmes aún es un equipo en formación, que busca, de la mano de Bianco, confeccionar su forma de ser. Y eso no se logra con un solo encuentro, sino que requiere de un lapso de tiempo. Elementos hay, recambio también, ahora falta la confirmación. Al técnico, a pesar de las críticas que en éste espacio se han abierto en el pasado, hay que reconocerle la predisposición al trabajo, algo que careció en el ciclo impresentable de Alberto Pascutti. Podrán rifar el patrimonio del club o regalar pibes de inferiores, pero la ilusión del simpatizante, nunca, bajo ningún punto de vista, será sofocada.

Peldaño por peldaño, así va Quilmes rumbo a la cima…

foto www.quilmesdeportivo.com

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