Guantes rotos, zapatos gastados, sudor en la frente, bolsas de cemento para levantar paredes, material pesado sobre la espalda y rasguños de la vida. Ladrillos, carros para mezclas, carretillas, tierra, polvo, y hormigoneras portátiles. El Quilmes que edificó y construyó José María Bianco se levanta de madrugada, va al puerto, hace el trabajo sucio, se sacrifica y, bien o mal, repite el ciclo cada fin de semana. Sin demasiados argumentos, es un equipo que se gana el mango a base de entrega. A Quilmes no le sobra nada, absolutamente nada. Está configurado para luchar, meter y sufrir. No le exijan instrumentos líricos ni demostraciones de buen fútbol, eso quedará para otro momento. El Chaucha traslada el tono guerrero a sus apóstoles, quienes, con cascos y armazones, personifican el mensaje albañileríl. El Cervecero intercala una de cal y otra de arena: por un lado, dulce con algún triunfo y esbozos con mínimas sociedades; y por el otro, desniveles colectivos, derrotas y aromas extraños.
La estructura, por ahora, se sostiene. Habrá que ver cuánto se puede resistir con un plantel de jugadores que tiene herramientas como para proponer algo distinto. Los dirigentes, cuando fueron a contratar al actual director técnico, sabían lo que estaban yendo a buscar. Bianco es un profesional serio, que trabaja en la semana y que a sus formaciones las diseña primero con la mente puesta en la faz defensiva, aunque acá descuidó (y mucho) los últimos metros. Igual, está sacando buenos resultados con un equipo que juega a media máquina, que se disminuye a sí mismo por una causa combativa que no es la que mejor le queda. Sin embargo, siguiendo una línea de pensamiento, transcurridas nueve jornadas, el santafesino, con su filosofía, ubicó a Quilmes a tres unidades de Unión, el líder del campeonato. Después de tantos entrenadores ofensivos de la boca para afuera, el Chaucha es el primer “defensivo” que, cuando deje el club, va a irse con Francisco Cerro, Claudio Corvalán, Miguel López, un Marcelo Guzmán consolidado, entre otros, como valores indiscutidos en la Primera del Decano.
Los discursos baratos y sin contenido engañan. Bianco, con muchísimos errores, aspectos criticables y un equipo que no es vistoso, ya consiguió lo que sus antecesores presagiaron pero se retiraron sin alcanzar. ¿Carlos Daniel Aimar y el “quiero quedarme en Quilmes hasta terminar mi carrera” dejó algo? ¿Y Osvaldo Sosa con el “equipo que juegue bien”? ¿Alberto Pascutti y el “veo un equipo que va a salir campeón? Los rótulos también son tan relativos como un esquema a priori más arriesgado. Caer en el resultadismo imperativo de un sistema que colapsa es el peor pecado que puede cometer un hombre futbolero. Lamentablemente, servís sólo si te acompañan los tanteadores. Ah… igual piden la cabeza de Bianco aunque Quilmes se encuentre entre las primeras ubicaciones.
En el Nacional B, por empezar, no hay técnicos que salgan a ganar en todas las canchas. Sin ir más lejos, Enrique Hrabina, orientador de San Martín de San Juan (segundo elenco en la tabla), cambia el esquema cuando deja el Hilario Sánchez. El Chaucha conoce la categoría. Los Marcelo Bielsa, hoy, aquí, en nuestra fútbol doméstico, no existen. De todas formas, es un tema compuesto por diversas aristas…
Ningún hincha se animaría a decir que el equipo despliega un juego seductor. En realidad, partido tras partido queda flotando una sensación ambigua, porque el circuito no llena los ojos. “Nosotros tenemos que transmitir desde adentro hacia afuera para que la gente esté un poco más tranquila”, dijo Martín Seri una vez consumada la derrota ante All Boys. El volante resaltó una cuestión básica, que, más allá de tener esa condición, en Quilmes parece lejana. Los principios de Bianco atentan contra el virtuosismo y, como se expuso al principio de la nota, son más de lucha que de vocación para pensar en el arco rival.
El choque con Sportivo Italiano fue similar al de Deportivo Merlo: cancha chica, mucho viento, adversarios con características parecidas y victoria por la mínima con complicidad de los arqueros. Además, en ambos juegos, el Cervecero estuvo cerca de volverse con las manos vacías. El 4-4-2, utilizado también en los dos partidos, evidenció la falta de un conductor nato, de un enganche definido. A Quilmes le cuesta hilvanar situaciones de riesgo cuando no hay quien agarre la pelota. Para colmo, Cerro, un dotado técnicamente, equivocó el camino de la distribución. Diego Cardozo aportó llegadas por la izquierda pero no es creativo. A López, el que mejor ocupa ese puesto, lo dejó entre los relevos. Está claro que si el DT dispuso un 3-4-1-2 en cotejos anteriores es porque los futbolistas se acomodaron bien; la figura del enlace no es fundamental dentro del sistema de Bianco. No obstante, es una posición que alguien debe ocupar para intentar salir del letargo.
La anemia en los delanteros continúa vigente. El abastecimiento no es el adecuado, pero llama la atención que ninguno sea capaz de generarse, como mínimo, espacios claros. Que Mauricio Carrasco, quien actúa para no más de cuatro puntos, sea el goleador es un dato elocuente que habla de lo mal que anda el Cervecero en la zona de terminación de las jugadas. El neuquino aparece y se borra con la misma facilidad. Ya se transformó en un atacante totalmente improductivo, que evita tener el balón y que deambula de un lado al otro: es titular porque no hay otro. Ramón Lentini transpira, aunque deberá demostrar para qué está. En Ciudad Evita se los vio en cuentagotas… Sin goles no se asciende, no hay vuelta que darle.
El tanto de Cardozo inclinó el resultado y Quilmes retrocedió sin ningún tipo de justificativo válido. Ésta es una de esas actitudes que son criticables. No hay necesidad de terminar con la soga al cuello. Vale decir que el halago fue exagerado; la diferencia estuvo en un zapatazo de larga distancia, después fue todo parejo. Los dirigidos por Bianco no mostraron la firmeza defensiva de fechas anteriores e Italiano contó con situaciones netas de peligro. Los tres puntos son mentirosos: en un trámite chato y aburrido, era empate clavado. Aún queda mucho por mejorar.
Ya con la confirmación del espejismo Aldosivi, hay algo que nada ni nadie puede refutar: Quilmes es un gran equipo (de albañiles)…