Joaquín Sabino y su mejor canción

Fue el dúo dinámico que salvó a Quilmes de una nueva derrota en el Centenario. El recital, ante almas exacerbadas que pedían a gritos el canto de la justicia, terminó teniendo un desenlace de juglares, con malabares que crecían al compás del segundero. Alejandro Sabino es, a juzgar por los antecedentes, uno de los peores árbitros del fútbol argentino. Y, como todo en la vida tiene una vuelta de tuerca más, hay similitudes tragicómicas con su casi homónimo de apellido Joaquín Sabina: uno inventa jugadas que ni él es capaz de interpretar; el otro inventa canciones y poemas que son interpretados y escuchados por millones de personas; uno armó dupla con Carlos Borgarello, uno de sus asistentes; el otro lo hizo con Joan Manuel Serrat. En realidad, habría que discutir si la prosa que escribió el hombre de negro es digna de ser destacada, pero, más allá de eso, lo que está fuera de discusión es que el invento arbitral fue el hit que le puso sonido neutro a un vestuario que estaba para silencio absoluto. El Cervecero jugó mal y se llevó un punto gracias a un horror conceptual del artista encargado de impartir justicia. Y a la superlativa tarea de Emanuel Tripodi.

Los futbolistas de Quilmes se fueron felices por la unidad rescatada y ante los micrófonos resaltaron el supuesto crecimiento ofensivo. Un concepto que se tiró en más de una oportunidad: un resultado deportivo es una construcción abstracta que nada tiene que ver con la lógica matemática; podés hacer las cosas bien y perder, y jugar mal y ganar, como ha pasado en fechas anteriores (salvo durante el oasis Aldosivi). Los protagonistas se escudan en un empate mentiroso y, por lo menos públicamente, no realizan la autocrítica fundamental para mejorar en conjunto. A veces no se puede tapar el sol con las manos, el hincha, a la larga o a la corta, se termina dando cuenta. El único que blanqueó los errores del equipo fue José María Bianco, quien dio la cara y reconoció que están en deuda.

Quilmes suma y sube, es cierto, pero no convence. Con Instituto mereció perder, aunque ningún elemento interno quiera reconocerlo. Hablan de las chances claras de gol, pero no dicen que el elenco que dirige Marcelo Bonetto generó, fácil, cinco maniobras contundentes. Si Tripodi no hubiese cuidado el arco local, era un tanteador similar al 2-4 del ciclo de Alberto Pascutti. Por ahora los números avalan, a pesar de que no todo se puede medir con la vara de la puntuación. La etapa de Bianco es incierta, nadie se animaría a arriesgar qué pasará al final de la temporada: puede terminar con la gloria o también con el barco anclado en la mitad del trayecto. Los triunfos no están asegurados, pero si jugás bien tenés el abanico del halago al alcance de la mano. De lo contrario, la cuerda de la buena suerte puede cortarse en cualquier momento.

El Chaucha tiene material disponible para jugar de otra manera. Lo que lo bloquea, además de los insultos de la gente, es el miedo a perder. Su consciencia sabe que las derrotas son más fuego para la hoguera, entonces se guarda, especula y cuenta hasta el último centavo antes de invertir en la zona de definición. El Quilmes de Bianco no seduce ni se tatúa en el corazón del hincha. No se entiende por qué, contando con buenos valores técnicos, se pone mayor énfasis en la lucha que en la gestación. ¿No es mejor juntar a los intérpretes de buen pie? Sería la premisa para levantar vuelo. Sin embargo, el día que el actual entrenador deje su cargo, siempre y cuando no se vaya con el proyecto inconcluso, quedarán valores positivos. El santafesino es un DT serio y trabajador.

Futbolísticamente, el principal problema pasa por la generación de juego. Bianco ama el 4-4-2 y eso implica mucho vértigo por los costados para hallar el fondo y tirar centros. Como se dijo antes, no es el traje que mejor le queda al Cervecero. Buscar por arriba no puede ser el arma principal, Leandro Benítez y Agustín Alayes hace muchos años que visten otra camiseta… A Quilmes le cuesta hilvanar jugadas al ras del piso. Le falta alguien que piense, que tenga esa milésima de segundo necesaria para meter el pase quirúrgico que habilite a un compañero y lo deje mano a mano con el arquero adversario. En Quilmes no hay pequeñas sociedades, aquellas que en definitiva hacen la diferencia. Y sin sociedades es muy difícil que funcione una estructura ambiciosa, sobre todo en la faz ofensiva, donde se ganan los partidos.

Instituto llegó a Vicente López y Esquiú con intenciones de agredir. Después de muchísimo tiempo a Quilmes lo salieron a atacar en el Centenario. Sufrió con Román Díaz y Leandro Zárate, autores de los gritos cordobeses, y demostró que la defensa perdió, en parte, la firmeza que mostró en el inicio del certamen. Da garantías, pero hasta ahí. Que Tripodi se haya destacado en más de un encuentro es un aditamento. Francisco Cerro y Marcelo Guzmán, volantes de contención encargados de recuperar y distribuir, bajaron el nivel y el equipo lo sintió. Para colmo, Enzo Kalinski, que pasa por un bajón anímico importante, y Sergio Meza Sánchez, las veces que participaron, no fueron soluciones potables. La Gloria explotó a la perfección la espalda de Matías Di Gregorio y bailó a Juan Manuel Herbella cada vez que se lo propuso. La franja izquierda de la línea final se transformó en una frontera sin gendarmes. Dos distracciones infantiles y dos goles adentro. Y el tercer tanto, el que fue invalidado por Sabino, también nació por el lado de las goteras.

Arriba estuvo picante Ramón Lentini, mejor jugador después de Tripodi. El misionero, además del convertir, se movió con mucha inteligencia y provocó la jugada del penal. Lo acompañó mal Mauricio Carrasco, de quien ya no se espera una tarea que supere la mediocridad. El 7 quiere lucirse con terminaciones vistosas, y en ese ítem desperdicia mucho más de la que concreta. No obstante, la ejecución desde los 12 pasos resultó un alivio: dio la impresión que Quilmes jamás encontraría los caminos para derribar los ochos hombres que apelotonó Instituto. Es una cuestión repetida. Preocupa, y es otro síntoma de la carencia de idoneidad que lamenta el Cervecero de ¾ hacia adelante.

Como dijo una antigua publicidad dedicada a un patilludo ex presidente, cuando Quilmes no encontró aire, Sabino lo hizo.

foto www.elsolquilmes.com.ar

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