¿Quilmes jugó bien?

Según la Real Academia Española, la palabra ambicionar significa “desear ardientemente algo”. Un ser humano no puede subsistir si no es ambicioso, si no trabaja para progresar; en realidad puede, pero nunca pasará la línea de la mediocridad. La ambición debe ser una característica inherente dentro de la estructura de una persona que busca superarse día a día. Y el concepto corre para cualquier ámbito en el que quiera ser aplicado. En Florencio Varela, Quilmes estuvo (muy) lejos de desear ardientemente, no contó con la cuota de ambición ofensiva como para traerse algo más que una unidad y volvió a dejar una imagen de equipo que presenta escasos recursos para atacar. Y ambicionar significa ser ambicioso desde la actitud, no desde la sumatoria de futbolistas en la zona ofensiva. Porque poner cinco delanteros no te garantiza conseguir un resultado favorable. Numéricamente hay vida, pero en cuanto al juego aún existen deudas que cuestan saldar. Dentro de la cancha se vieron dos etapas muy marcadas, pero…

Defensa y Justicia salió a jugar el partido como un verdadero clásico. Presionó, manejó los tiempos en el medio, supo explotar las debilidades del rival y, además, tuvo situaciones clarísimas. Por el lado de Quilmes ocurrió todo lo contrario: siesta eterna, desconcentración, falta de compromiso, errores al por mayor y displicencia. José María Bianco había dicho que su equipo iba a buscar el halago desde el inicio, pero las acciones, en el comienzo, mostraron una realidad que contrastó con los dichos del director técnico. No fueron los primeros 45 minutos esperados. El Halcón tiene futbolistas que saben qué hacer con la pelota, que administran con criterio y le dan al balón un destino seguro. En el Cervecero hubo rendimientos extremadamente bajos: Germán Noce, abanderado a la hora de equivocarse (por ejemplo, se olvidó de marcar a Pablo Frontini en el gol), Francisco Cerro, quien bajó el nivel de manera considerable, Sergio Meza Sánchez, etc., etc.

Se contabilizaron cuatro acciones de Defensa que no terminaron en gol de milagro. Y aquí nace una cuestión que parece haber quedado en el pasado. La solidez defensiva que Quilmes supo tener en las fechas iniciales del campeonato va quedando en el olvido, por lo menos si se contabilizan los últimos dos cotejos. Además, se advirtieron fallas inadmisibles para jugadores de Primera División. Juan Martín besó el festejo tras la salida ¡de un lateral!, que encima cruzó toda el área sin ser despejada. La siguiente jugada expuso a Matías Di Gregorio, quien cometió un pecado infantil: un pelotazo cruzado que voló 25 metros que lo encontró la pelota y, así, perdió a Pablo Garnier, que le comió la espalda y estuvo a centímetros de ampliar la cuenta. Después vino una acción que protagonizó Patricio Pérez y otra de Martín. Sin embargo, el QAC es, atrás de Instituto, el equipo menos goleado (siete), aunque ahora la fisonomía perdió espesor. ¿Cuántas generó el Decano? Apenas un tirito cruzado de Maximiliano Planté, por eso la premisa de Bianco quedó en algún grabador.

El segundo tiempo fue el principio del fin. ¿Quilmes jugó bien? El análisis debe contemplar otra incógnita: ¿Qué hubiera pasado si Defensa conseguía mantener el ritmo que metió en la primera etapa? Como eso no ocurrió, nadie lo sabe, pero al Cervecero probablemente le hubiese costado el partido. La intermitencia del equipo de Jorge Almirón posibilitó que el visitante progresara en el campo. Los méritos de Quilmes son relativos, porque los intentos fueron a media máquina. Cuando maduraba el nocaut, cuando al mejor estilo Indio Solari “iban los machos para consumar”, cuando había que clavar el puñal… invadió la actitud conformista para guardar bajo siete llaves el punto del empate. Faltó audacia. Faltó animarse a ganar. El dueño de casa se quedó sin resto físico y sin argumentos futbolísticos, se desangraba solo, pero Quilmes no le roba a los ancianos ni le pega al que está en el piso. En la cotidianeidad es un gesto digno. En el fútbol no hay que perdonar tanto.

“El Chaucha tiene material disponible para jugar de otra manera. Lo que lo bloquea, además de los insultos de la gente, es el miedo a perder. Su consciencia sabe que las derrotas son más fuego para la hoguera, entonces se guarda, especula y cuenta hasta el último centavo antes de invertir en la zona de definición”. Lo que salió publicado en la nota de la semana pasada es similar a lo que aconteció en Varela. Bianco aplica el criterio de sumar, de a uno o de a tres, en cualquier cancha (nunca se lo vio compungido después de una igualdad en el Centenario). Sin embargo, por otro lado, hay una contradicción en el aire. Ante Instituto se valoró la cosecha porque Quilmes debería haber perdido, pero aquí, el Cervecero, sin llegar a ser claro merecedor de los tres puntos, tuvo a Defensa contra las cuerdas y no le dio la estocada final.

Lo que se cuestiona es por qué no se aprovechó el momento. Era cuestión de quitarle al oponente el poco aire que le quedaba, de adelantarse unos metros más. El accionar fílmico de un asesino está delimitado con precisión: busca a su víctima y desenfunda todo el arsenal. Quilmes, con el papel protagónico que asumió en el complemento, tomó el rol de homicida pero quiso bajar al Halcón con una pistola de agua. El equipo careció de ímpetu en cuanto a la vocación ofensiva, no porque haya dejado de atacar, sino porque no agredió ni presionó de la forma que el partido lo requería.

Bianco metió a Enrique Narvay, quien fue más defensor de Defensa que delantero de Quilmes. El marplatense atraviesa un momento que nada tiene que ver con la maravillosa aparición de la temporada pasada. Es complejo establecer qué le pasa. Juan Olivares, lo mismo de siempre. La faz ofensiva no presentó variantes con relación a partidos anteriores. Al circuito le falta aceite. No es cierto que el Chaucha no manda el equipo adelante. Lo que ocurre es que el QAC ataca sin ideas claras, sin convicción, y cuando ataca, en general, equivoca los caminos. No obstante, el sábado le vio la cara a Bernardo Leyenda en más de una ocasión, eso refleja que, si se desea, se puede. Es un ítem sobre el cual el entrenador tiene que insistir para logar mayor regularidad.

Otra vez Emanuel Tripodi se llevó el primer lugar del podio. El comodorense es sostén fundamental de la campaña. Además, tapa las macanas que se mandan algunos de sus compañeros. Con otra óptica, que el arquero vuelva a ser figura quiere decir que alguna parte funciona mal. El mediocampo, a partir de la merma de Cerro y Marcelo Guzmán, no es el mismo. Hay lentitud para retroceder y con esa misma caja de cambios se pasa la frontera central para enfocar el ataque. Es imprescindible que ciertos valores recuperen la memoria.

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